"Qué tiempos serán los que vivimos, que tenemos que defender lo obvio". La frase del dramaturgo alemán Bertolt Brecht es válida para arrancar un debate sobre la igualdad de género. Parece increíble que a estas alturas haya que defender lo obvio. Defender, por ejemplo, que la mitad de la población no sufra la violencia machista, reciba peores salarios y se le reserven puestos subalternos en el mundo laboral. Además de un sinfín de micromachismos solapados en forma de miradas, comentarios, chistes insultantes, paternalismos. El 8 de marzo es un día para la reivindicación de las mujeres, la igualdad, la justicia. Un día para ganar la igualdad durante todo el año, todos los años.

Ruth Muñoz, estudiante de Psicología

"Tengo que decir, con tristeza, que mi abuela tiene ideas más abiertas y adelantadas que muchos jóvenes de mi generación. Parece increíble a estas alturas tener que decirle a gente como yo, de 18 y 20 años, que el machismo no es una opinión como cualquier otra, como tampoco lo son el racismo o la xenofobia. No se puede decir que las mujeres deben someterse, como tampoco se puede decir de los negros o del extranjero. Sin embargo, estamos asistiendo a una inquietante regresión a posiciones impensables hace unos años. Tengo que oír en mi círculo de amistades conversaciones que ponen en el mismo plano al machismo y al feminismo, como si fuesen equiparables la desigualdad y la lucha por la igualdad. La desigualdad genera violencia e injusticia. El feminismo busca la igualdad y la justicia.

Las redes sociales nos están haciendo mucho daño a las mujeres porque transmiten mensajes engañosos de falsa igualdad y discursos que justifican nuestro sometimiento. Realmente, tengo miedo de la gente de mi generación. Veo cada vez más actitudes inadmisibles, como es justificar la violencia contra las mujeres. Y eso sólo es explicable por la desesperación de muchos jóvenes que ven su horizonte muy negro. En esta desesperación, muchos son capaces de echarse en brazos de soluciones políticas extrañas y dañinas con la extrema derecha. Infinidad de veces he tenido que escuchar de mis compañeros del instituto de Fuentes acusaciones de que soy feminazi por simple hecho de aspirar a la igualdad".

Estefanía López, auxiliar de farmacia en el hospital Virgen Macarena

"Vaya por delante mi disgusto por sentir muchas veces que soy machista y no haber sido capaz de cambiar. Si volviera a vivir sería muy diferente, pero ya es tarde. Si fuera joven no permitiría que me dieran el papel de criada que me asignaron en casa. En parte ha sido por culpa mía, pero a veces digo que tengo en casa tres cabezones, mi marido y dos hijos, de los que me siento su criada. He sido siempre ama de casa. Lo era cuando no trabajaba y lo soy ahora que trabajo, al servicio de todos.

En segundo lugar, quiero destacar que hay mucha violencia machista en los hombres. La había cuando era joven, cuando iba por la calle y sentía que algunos me desnudaban con la mirada. Me sentía agredida sexualmente. Eso sigue igual. No conmigo, que ya no soy una pieza apetecible para el macho cazador, pero sigue igual con las jóvenes. En Fuentes, las jóvenes que tienen que volver a casa tarde buscan la compañía de alguien porque tienen miedo de ir solas. Lo veo en mi trabajo cada vez que se incorpora al equipo de la farmacia del hospital una nueva. De inmediato, los hombres, viejos y jóvenes, empiezan a babosear y a arrimarse a ella. Yo creo que no es sólo sexo. Sobre todo es dominio, poder. Es decirle a la mujer que ellos son los que dominan, los que cazan, los que eligen".

Catalina Martín, celadora en el hospital Virgen del Rocío

"A ver si la sociedad se entera de una vez de que las mujeres no hemos alcanzado aún la igualdad, que tenemos que seguir reclamándola. Porque lo que está ocurriendo es lo contrario, que vamos para atrás, perdiendo derechos. Yo he estado en un tajo y he tenido que oír a hombres sorprendidos de que las mujeres pudiéramos hacer lo mismo que ellos. Muchas mujeres creen que hay que dejar la lucha por la igualdad porque ya hemos alcanzado la meta. No es verdad. Nos queda mucho camino que andar. Las mujeres sabemos que hay mucha igualdad de boquilla, que sigue habiendo sometimiento y miedo. Es llamativo que en un pueblo como Fuentes haya todavía muchas mujeres que no hablen del tema de la igualdad para no señalarse. En realidad, tienen miedo de sus maridos.

Como mujer, mi libertad no se discute. Ni siquiera con mi pareja. Yo lo pasé muy mal durante años de matrimonio. Y antes, en casa de mis padres, donde había un padre y un hermano que eran los dioses a los que las mujeres debíamos servir y venerar. Cuando me separé, si le decía a alguien las dificultades que pasaba para criar sola a mi hijo, me decía "¿para qué te has separado?, ahora te aguantas". Por todo eso, ahora en mí no manda ni Dios".

Lucilia Deorleans Caro, camarera en el bar Tubo de Escape

"Soy titulada en Turismo, nacida en París de padre francés y madre fontaniega. Trabajo de camarera en un bar donde el 90 por ciento de los clientes son hombres. De forma abierta y directa no hay mal rollo por el hecho de ser la única mujer en un mar de hombres, pero sí oigo comentarios en los que dicen que tengo un trabajo de hombres y que debería estar en casa haciendo tareas del hogar. La mentalidad de casi todos es cerrada y antigua. Difícil no es mi trabajo... aunque tal vez sí lo sea. A veces tengo que decirles que soy su camarera, pero no su chacha. Por ejemplo, cuando está el camarero, los clientes van a la barra a pedir su consumición y luego se sientan. Cuando estoy yo, se sientan directamente a la mesa y esperan que sea yo la que vaya a preguntarles qué desean. Para casi todos ellos, la mujer ha de estar a su servicio, preferentemente en casa cocinándoles y planchándoles la ropa.

Me considero feminista porque las mujeres nos merecemos el mismo salario si hacemos el mismo trabajo que un hombre. Merecemos reconocimiento y respeto. Nuestro cuerpo es nuestro y tenemos derecho a decidir lo que queremos hacer con él, lo mismo que decide cualquier hombre. Si un hombre se puede quitar la camisa y quedarse sólo con el pantalón, las mujeres deberíamos poder hacer lo mismo. Pero no podemos. Soy optimista y creo que poco a poco vamos dando pasos adelante, demasiado pequeños, pero pasos son. Ojalá dentro de unos años consigamos que se nos vea iguales en todo y en todo el mundo".

Bernardet Martín, profesora de Física y Química

"Como profesora del instituto de Fuentes, veo que las jóvenes no tienen referentes femeninas en las que mirarse. Los niños tienen infinidad de modelos a los que imitar, desde futbolistas hasta premios Nobel. Los libros del instituto recogen multitud de científicos y definiciones hechas por hombres, pero casi ninguna por mujeres. Marie Curie, y para de contar. Eso marca una diferencia fundamental a la hora de la igualdad porque ellas mismas se cierran puertas. Por eso en clase les hablo de la necesidad de reconocer a mujeres científicas. El problema es que ahora muchos jóvenes consideran que el discurso de la igualdad es trasnochado y dicen que si hay un día de la mujer en la ciencia, tendría que haber también un día del hombre en la ciencia.

En ese sentido, creo que estamos en un momento de involución, de retroceso, vamos perdiendo terreno en las conquistas del derecho a la igualdad entre mujeres y hombres. Hace unos años todo el mundo asumía que había que luchar por la igualdad, pero ahora dicen que ya se ha conseguido y que no hay nada que cambiar. Eso es peligroso porque si no sientes que te estoy pisando, no vas a hacer nada para que deje de pisarte. Y no tenemos igualdad desde el momento en que, por ejemplo, una joven no puede volver sola a casa de madrugada por miedo a que la agredan sexualmente. Es importante que exista el 8 de marzo para reivindicar que la sociedad está compuesta igual por hombres que por mujeres".