Que lo hayan hecho hijo predilecto de Fuentes lo ha devuelto un poco a la infancia, removido los recuerdos de la adolescencia y activado un torrente químico de endorfinas. Isidoro Caraballo es, con Aurora León, el elegido de este año para recibir un título que le ha generado una "alegría difícil de definir" porque es el reconocimiento a una larga trayectoria profesional como investigador en la facultad de Farmacia de la universidad de Sevilla. Por sus investigaciones, Isidoro Caraballo ha recibido multitud de premios, pero este de hijo predilecto de Fuentes tiene un eco especial porque le toca la fibra más emotiva, la que le devuelve a las raíces, a la única patria posible, la infancia. Es hijo de Teodoro Caraballo Hidalgo y Josefa Rodríguez Díaz, está casado y tiene dos hijos, Ana e Isidoro. Ana acaba de terminal Biología e Isidoro estudia mantenimiento de sistemas electrónicos.

Pregunta.- ¿Qué recuerda de aquella infancia?

Respuesta.- Recuerdo los días en el colegio Santo Tomás, las clases de don Ramón y los entrenamientos del equipo de voleibol de Moisés del Hoyo. También las Mercedarias, donde aprendí a leer y a escribir y eso hizo que entrara directamente en segundo. En Santo Tomás estuve unos días en primero, pero vieron que tenía nivel para pasar a segundo. Años después, eso me obligó a repetir octavo porque no admitían que pasara a BUP sin la edad correspondiente. El año que repetí octavo tuve que estudiar poco, así que hice mucho deporte. Obtuve un sobresaliente que me abrió las puertas para una beca en la universidad Laboral de Sevilla (actual Pablo de Olavide) donde hice BUP y COU como interno. Los diez o doce fontaniegos que estudiamos allí estábamos locos por que llegara el fin de semana para coger el autobús de Fuentes.

P.- ¿De dónde le viene el interés por la investigación?

R.- De niño me regalaron un microscopio y eso despertó mi curiosidad por todo lo diminuto. Tendría doce años y me metía debajo de la cama para conseguir la oscuridad necesaria para que la pequeña lámpara de aquel aparato alumbrara los bichos que encontraba. Luego, Emilio, el hijo del jefe del silo, que estudiaba Farmacia en Santiago, me traía muestras de parásitos e insectos. Algunos familiares decían que debía estudiar Medicina, pero a mí eso de vivir metido en un hospital me producía rechazo. Tampoco quería tener una oficina de farmacia, para la que, por otro lado, se necesitaba tener mucho dinero, cosa que en casa no teníamos. Decidí estudiar Farmacia sin tener claro qué haría después y fue durante la carrera cuando me incliné por la investigación.

P.- En Sevilla, pero sin perder el contacto con Fuentes.

R.- Durante las vacaciones de verano daba clases particulares a estudiantes que andaban flojos en química. En 1990, el año que terminé Farmacia podía tener en casa quince alumnos diarios. La casa de mi abuela Encarna de la calle de las Monjas, donde mee cedió una habitación para las clases, parecía una academia. Entonces tuve que decidir entre pedir una beca que me permitiera investigar o irme a trabajar al campo. En casa no había dinero para poner una farmacia ni ése era mi interés. Obtuve una beca de la fundación Avenzoar, del colegio de farmacéuticos, para hacer la tesis de licenciatura estudiando los medicamentos de liberación prolongada. Luego conseguí otra de la Junta de Andalucía para la tesis doctoral. Llevo mucho tiempo fuera de Fuentes, pero nunca dejo de venir y en Sevilla todo mi entorno sabe que soy de pueblo, de Fuentes. En el pueblo se disfruta de cosas que en la ciudad no hay.

P.- ¿Medicina tradicional o medicina alternativa?

R.- Ni una ni otra, la que demuestre resultados, la que funcione. La homeopatía que tenemos hoy en día no ha sido capaz de demostrar científicamente actividad alguna. No hace mal, pero tampoco bien. Está demostrado científicamente que los placebos, que no contienen ningún medicamento, son capaces de curar el 16 por ciento de los dolores de cabeza. ¿Son eficaces los placebos? En el 16 por ciento, sí. No creo en nada que no pueda tocar o comprobar. Soy de Galileo, padre del método científico. Galileo llevó a la ciencia de la "verdad filosófica" a una nueva verdad basada en lo medible, en lo cuantificable.

P.- ¿Qué grado de eficacia tienen los medicamentos?

R.- El medicamento cien por cien eficaz no existe, a veces por el propio medicamento y a veces porque no se sigue bien el tratamiento. Los estudios dicen que se pierde una media del 40 por ciento del efecto terapéutico. El reto es elevar al máximo la eficacia de los medicamentos porque, por debajo del 50 por ciento de efecto terapéutico, abrimos paso a los brujos de la tribu.

P.- Está trabajando en un sistema que permite ajustar las dosis a las necesidades de cada paciente. ¿Cómo se hace eso?

R.- Mediante una impresora 3D que dispense los medicamentos de forma personalizada. Ahora los medicamentos contienen dosis estándares y eso hace que no siempre se ajusten a las necesidades de cada paciente. Para entendernos, lo que estamos probando, de momento en hospitales, es hacer "trajes a medida" de cada persona. Hay temor en la industria farmacéutica a que eso les lleve a perder cierto control de la producción y comercialización de los medicamentos. Lo que estamos probando es el diseño del filamento que se le suministrará a la impresora con los contenidos de excipiente y principio activo.

P.- ¿A cuántos investigadores dirige usted?

R.- En la facultad de Farmacia dirijo un grupo de 8 investigadores, en la cátedra iberoamericana-suiza coordino 36 grupos pertenecientes a 16 países, unos 50 investigadores dedicados al desarrollo de medicamentos.

P.- Volvamos al título de hijo predilecto. ¿Qué reacción química le produjo en el cuerpo?

R.- Jajaja. Sin duda, una alta dosis de endorfinas (proteínas pequeñas que se unen con los receptores de los opioides del sistema nervioso central y que producen sensación de bienestar).

P.- Como opioide, creo que las endorfinas crean adicción. Igual que los premios. Y usted recibe muchos.

R.- Para crearme adicción tendría que recibir un reconocimiento así cada semana y no llego a tanto. Jajaja.