Noventa años muy bien llevados tiene Juan España, posiblemente uno de los primeros emigrantes de Fuentes que sigue vivo. La primera vez que emigró fue en 1950, cuando buscar trabajo en Cataluña todavía no era ni siguiera un sueño. Estuvo en Lleida, pero volvió porque no había trabajo. Lo intentó de nuevo en 1959 y aquella vez se quedó para siempre. Fue un pionero de la emigración y ahora, jubilado desde hace treinta años, regresa en verano fiel a las raíces. Y lo hace conduciendo el último coche que tuvo en Barcelona como taxista. Presume de ser nieto de Francisco España, uno de los ricos de Fuentes, cosa que no impidió que tuviese que emigrar para dar esquinazo a las penurias de la postguerra.

Pregunta.- Con un abuelo terrateniente, ¿cómo fue aquello de verse obligado a emigrar?

Respuesta.- Por el reparto de las tierras entre muchos hijos y muchos nietos. En el año 1936 murió el abuelo, Francisco España Gil, y se repartieron unas 400 fanegas entre ocho hijos. Tenía 17 casas, ocho en el cortijo y nueve en Fuentes, que también se repartieron, una para cada hijo. Antes de morir ya había vendido otras 200. Esto hizo que a cada hijo le tocaran 50 fanegas. Mi madre murió un año después, en 1937, y hubo que repartir las 50 fanegas entre los cinco hermanos... En Cataluña eso no habría ocurrido porque allí el primogénito es el que lo hereda todo.

P.- ¿De dónde la venían las tierras a Francisco España?

R.- Decían en Fuentes que había encontrado un tesoro de monedas de oro en las tierras del castillo de la Monclova, cosa que nunca se confirmó. Una de las muchas casas que compró en aquella época es la que todavía tenemos y que tiempo atrás fue la posada Casa España. El abuelo se casó con su prima Carmen Gómez Gil. Yo también estoy casado con una prima hermana, Carmen España, por lo que nuestros hijos llevan los apellidos España España.

P.- ¿Cómo llevan esa repetición de apellidos viviendo en Cataluña?

R.- Bien, no hemos tenido ningún problema. Alguno se extraña y pocos hacen alguna broma. Nada más. Tengo tres hijos, dos hombres y una mujer, que está casada con un catalán de Lleida.

P.- ¿Cómo fue su salida de Fuentes?

R.- La primera vez me fui en 1950, cuando tenía 19. Aquí no había trabajo, estaba recién casado y emigré con mi mujer a Lleida, a un pueblo que se llama Sellés. Nos equivocamos y bajamos del tren en un pueblo que estaba a 50 kilómetros de Sellés, así que cargados con equipajes, mi madre y dos sobrinas, cogimos carretera adelante dispuestos a llegar andando. Menos mal que una pareja de guardias civiles paró un camión y le hizo que nos acercara a nuestro destino. Allí la cosa no estaba mejor que en Fuentes y durante unos pocos días tuvimos que dormir en un pajar. Vendía leña que recogía del monte. Hasta que el alcalde nos dio trabajo en su finca. Carmen, mi mujer, tenía 18 años y estaba embarazada. Cuando Carmen iba a dar a luz regresamos a Fuentes para el parto, pero ya nos quedamos casi diez años.

P.- Y en 1959 a Barcelona.

R.- Sí, había pocos emigrantes todavía y conseguí que Manuel Chicaíngo, que trabajaba en el bar Zurich de las Ramblas, me buscara un puesto de conductor de tranvía. Yo no había conducido en mi vida y menos un tranvía, pero después de una semana de prácticas allá iba yo al frente de un tranvía por las calles de Barcelona que tampoco había pisado nunca. El primer día me equivoqué de recorrido y tuvimos que ir marcha atrás porque los pasajeros pusieron en grito en el cielo cuando vieron que íbamos por donde no era. Menos mal que entonces no había apenas coches y que los conductores de tranvía teníamos carta blanca para circular. Allí estuve sólo un año porque yo siempre he tenido claro que iba a donde me pagaran más.

P.- ¿Y dónde le pagaron más?

R.- En la fábrica de camiones Pegaso, donde entré de pinche de cocina, más tarde me fui a una fábrica de motores de aviones y a continuación a Alemania, de soldador en Dormunt. Allí trabajábamos doce horas, me levantaba a las seis de la mañana, iba andando al trabajo, que estaba a tres kilómetros, pero ganaba mucho dinero. Tanto, que en tres meses di la entrada de un piso. Al principio nos metieron en una residencia que había sido un antiguo hospital de guerra, todo de lujo, aunque el comportamiento de los españoles allí no era el más adecuado. La gente rompía las cosas y estaba siempre de juerga. Yo estaba solo y a los tres años me volví a Barcelona. Me coloqué de soldador en una empresa de estructuras metálicas y allí estuve 15 años. Luego estuve de transportista en Dragados y Construcciones, hasta que me saqué el carnet de conducir de primera y compré un taxi...

P.- Había trabajo por todas partes.

R.- Mucho. Todo el que faltaba en Fuentes estaba en Cataluña. Y eso que ahora dicen que Franco fue malo. Franco fue lo mejor que hemos tenido. Franco, que ganó la guerra gracias a Andalucía, metió todo el dinero en Cataluña y el País Vasco para callarle la boca a los nacionalistas y dejó abandonada Andalucía. De la mitad de España para arriba, todo. De la mitad para abajo, nada.

P.- Entonces no era tan bueno, al menos para Andalucía, ¿no?

R.- Para Andalucía fue malo, lo mismo que para Extremadura. A los andaluces nos maltrataba, pero como nadie se rebelaba... Porque nos andaluces, de buenos que somos, somos tontos. Lo mejor que tenemos dicen en todas partes que es el carácter, pero ¿defender lo nuestro?, eso no lo veré yo nunca.

P.- Fuentes ha cambiado mucho desde aquellos años.

R.- Sí, muchísimo, especialmente en los últimos 40 años, aunque esto está muerto. Yo tengo 90 años, pero me gusta seguir viniendo con mi propio coche y tengo cuerda para rato. Parece que fue ayer cuando acudí a despedirme de mi tío antes de irme a Barcelona, hermano de mi madre que vivía en Écija, a ver si me daba algo para ayudarme en el viaje. Mi tío tenía dinero a espuertas y todo lo que me dio para mi madre, que ya estaba en Barcelona, fueron muchos besos.