Y qué buena casualidad… o ¿sería una causalidad? Hace ya 17 años que llegué a este lugar del que nunca había oído hablar. Me había trasladado de Sevilla a Francia y necesitaba comprar una casita económica lo más cerca posible de Sevilla con el fin de poder pasar unos meses al año con mis hijos, nietas, familiares y amigos que había dejado en España. Empecé pasando un mes de vacaciones aquí y ahora permanezco más de cinco.

La búsqueda por internet no fue fácil en aquellos años en los que las casas aún valían más de lo que yo podía invertir por los alrededores de Sevilla. Hasta que un día Antoine, mi marido, y yo dimos con una casita en este pueblo entre Sevilla y Córdoba. El interior de la casa estaba casi  en ruinas, pero quedaba dentro de nuestro presupuesto. Nuestras ganas de trabajar y ponerla a nuestro gusto nos dieron alas para viajar hasta aquí, verla, hacernos con ella.

Estos fueron nuestros primeros pasos en la carismática Fuentes de Andalucía con los profesionales y vecinos de la calle Soledad (antigua “Zaharilla” según nos dijeron). Al principio, la curiosidad de sus habitantes suscitaba la pregunta “¿ustedes son de Fuentes?“, pero ya nos van conociendo y nos sentimos en casa. La vivienda necesitaba una reconstrucción completa incluyendo las tuberías del agua y todo el sistema eléctrico.  Eso nos hizo conocer a personas que se convirtieron en amigos  muy estimados, como Francisco Adame (DEP) y su familia.

Nuestros vecinos nos ayudaron en todo lo que pudieron y no nos faltó el agua que aún no teníamos e incluso uno de ellos nos trajo un cubo lleno de higos; yo estaba maravillada como no podía ser menos por la acogida que nos habían brindado desde el primer momento. Cuando íbamos a comprar a la tienda de ultramarinos de Manolita (DEP) y sus hijos que se encuentra a la vuelta de la esquina, nos regalaban afecto y buen humor. Conocimos a Fernandito de la calle Huerta, a Aurelio en su tienda de la calle Carrera, a Rosarito de la calle Marchena, amiga de lujo desde el principio…

Aquí se siente la vida y vayas donde vayas, te reciben con la sonrisa y alegría. Hace unas semanas hemos creado una nueva y grata amistad que, como todos los buenos amigos, enriquecerán aún más nuestra estancia en Fuentes.

Para hablar del pueblo en sí, calles empedradas por las que hay que tener cuidado para poner los pies, cuestas a derecha y a izquierda para mantenernos en forma cuando lo recorremos y, dejando la broma aparte, la riqueza monumental que han ido dejando los siglos y que nos encontramos de frente en numerosos lugares. Me sorprendió el Castillo de Hierro de origen almohade, las más hermosas casas señoriales  barrocas que conozco,  sin olvidar su bella iglesia parroquial  recientemente restaurada y las conventuales y sus parques para  chicos y grandes.  

Tampoco puedo olvidar las fiestas de calle a pesar de que yo no soy muy dada a ellas, pero sí dice mucho de la bonita convivencia que existe entre los fontaniegos, ya sea en el carnaval como en las procesiones de Semana Santa y otras manifestaciones populares.

De cualquier manera, cuando mencioné la causalidad al principio, me quería referir a que he conocido a personas que hoy considero como amigos de los que ya no puedes olvidar porque vibramos al unísono, porque se han creado vínculos que alcanzan emociones compartidas por manera de pensar y actuar. He vivido en cuatro países muy diferentes y he conocido a muchas personas que han sido amigos, la mayoría de ellos se perdieron con el tiempo. Sin embargo, en este pueblo andaluz y luminoso, he hallado personas que están marcando mi vida y que no se esfumaran. No es casualidad, es verdaderamente una causalidad la que me hizo instalarme aquí cuando vengo a España… tenía que conocer a estas personas, sí o sí.

¿Cómo no voy a querer a Fuentes de Andalucía?