La piel es una brillante armadura, una carcasa, una coraza, el límite de lo endógeno, el envoltorio flexible. Su claridad u oscuridad determina el dinero y el poder que se detenta. Lo que es bello y lo que no lo determinan unos estándares rubios de ojos azules, inventados por el mundo anglosajón, que incluso mete mano en la historia para teñir de amarillo el rizado pelo de los héroes de la mitología griega y dorar el flequillo lacio de los emperadores romanos. Los que han escrito la historia tienen la piel descolorida y cara sonrosada.

La piel es un escudo que nos defiende de ataques invisibles, pero no de todos, por eso nos colocamos otras pieles, otros caparazones para resultar ilesos ante los envites de una sociedad, que es más selva que comunidad. La vida es un combate permanente, necesitamos chaleco antibalas, botas con punta de acero y casco militar para protegernos de estupideces. Como la vida es compleja y el color caqui es muy hortera y no le sienta bien a nadie, procuramos buscar otros colores, otros sistemas defensivos. De ahí la moda de temporada, pensada para que todo el mundo vista igual, pasar así desapercibido y, de paso, consumir más y más. El teatro de la vida necesita actores convincentes y damas de la escena, el disfraz es importante, hay que cambiar de cáscara todos los años.

La sonrisa forzada se convierte en un escudo que va desde el modelo “crítico gastronómico”, al de “miss Wichita Falls” después de traer la paz mundial inaugurando supermercados. Algunos siguiendo la máxima de la Pantoja “dientes, dientes, que es lo que les jode” acaban imitando a Alien o a Cuca Gamarra, según el tipo. Los piños son adarga y alabarda al mismo tiempo. Mil defensas y blindajes nos preservan de la contaminación externa de virus y bacterias, de ideas diferentes, opiniones y versiones no consensuadas. Cada cual escoge la cáscara que más le conviene, eso creen muchos.

Hay también mucha máscara, mucho rostro impenetrable con cara de palo. Es imposible saber en qué piensa Putin, pero da igual. Es posible saber lo que piensa Trump y no hay diferencia alguna, ambos dan el mismo miedo. Los mediocres acomplejados son los más peligrosos, sobre todo cuando detentan el poder que otorga la mentira. Lideran masas arrojando pienso a otros mediocres que sólo aspiran a formar obedientes rebaños. Seguir a un macho alfa que los guíe en sus tribulaciones camino del paraíso prometido, que siempre está al otro lado de un desierto y se lo han robado extranjeros, mala gente que no siente los colores de la patria.

También hay gente de caparazón blando, gomosos de piel suave que nunca levantan la voz, cobardes escondidos tras el almíbar y el perfume “eau de coton”, que nunca se mojan ni en público ni en privado, que dan la mano fofa, como si fuesen curas de pueblo. Hay que tener mucho cuidado y no dudar en llamar a una ambulancia si se siente un picorcillo en la espalda. Probablemente estos, los gatos de escayola, sean los más peligrosos, porque parecen inofensivos, pero créanme, no lo son. Venderían sus principios en Wallapop, si los tuviesen.

Cáscaras mondas y lirondas nos recubren como si fuésemos chalotas y no importa que desaparezca el escudo térmico, debajo hay otro más resistente y debajo otro. Como cuando íbamos a la playa de niños, con el bañador debajo de los pantalones cortos para no perder tiempo. Hay tanta capa, tanto barniz, que acceder al alma de cierta gente es inasequible. Nos rodeamos de convenciones, de lo políticamente correcto, hay que decir lo que conviene, se crea o no, pero sobre todo hay que vender.

El maquillaje convierte a enanos en gigantes, a adefesios en galanes, a brujas en princesas, a ladrones en honrados ciudadanos. Solo es importante el aspecto, los principios… ¿Cuántos izquierdistas de fachada son ahora derechistas de boquilla? Quién sabe, igual vuelven a ser izquierdistas de nuevo algún día, el viento lo decidirá. Igual lo que les pasa es que tienen la piel como la de las sepias y cambia según la corriente. También pudiera ser que ni siquiera tengan piel, que lleven todo el tiempo traje de neopreno y en realidad no sean nada. Hay mucho comunista-socialdemócrata-conservador-neoliberal-anarquista-franquista ¿Cuál es la cáscara de esta legislatura? No se confíen, no son inocuos, no tienen principios que vender.

La piel limpia, la cara limpia, solo la tienen los niños que no han descubierto aún el odio, ni ambicionan éxitos y poderes. No quieren pasar a la posteridad porque sólo existe el ahora, por eso exprimen cada segundo de vida, por eso dura tanto un día en la mente infantil, por eso no existe mañana. Todo tiene arreglo, no han oído hablar de Damocles ni de su espada, de la muerte ni el hambre, la derrota o el fracaso. Bendita infancia de piel de luna, sonriente y redonda, de caricia sincera, de verdad en la cara, de sueños de bondad.