Se suele decir que leer es subirse en el barco de la imaginación para emprender un viaje venturoso por paisajes, épocas y personalidades reales o ficticias que acaban pululando por nuestros más recónditos escondrijos y entelequias. Pero leer no cambia la realidad. Lo que cambia es nuestra mirada sobre esa realidad por la que vamos deslizándonos renglón a renglón. La realidad sigue siendo la misma, pero la vemos a través de una retina especial y muy particular que nos permite acceder a grados de complejidad, de sentido, de sutileza o de esplendor que estaban allí, en la realidad, pero que nosotros no habíamos visto ni apreciado.

De libros no se puede, o no se debe, hablar de oídas, sino de leídas. Eso es lo que condensa FUENTES, SIEMPRE. Una recopilación de oídas plasmadas en un libro para ser leídas. Entre sus páginas se describe la memoria de un pueblo. Un recorrido por un espacio vital lleno de historias y personas anónimas. Esas que con sus inquietudes, sus esperanzas y sus frustraciones van configurando el verdadero devenir de esos pueblos.

Hablar, escribir sobre el loco que recorría el ruedo, es escribir acerca del loco que todos llevamos dentro; describir la dura experiencia de personas trabajadoras, maltratadas por la vida, que solo sabían firmar con un dedo manchado en tinta; hablar de la montaña rusa de sensaciones de la juventud de los años 80 y 90; describir las hermosas arrugas de las mujeres de mi calle que, como todos y todas, cuando tenían la piel tersa y fresca, soñaron con un futuro esperanzador pero que, como se escapa el agua, se les escapó a ellas entre sus dedos; escribir sobre el abuelo que se fue y al que seguimos guardando un columpio por si algún día le da por volver; hablar de esas personas valientes, desconocidas que se entregaron en cuerpo y alma para defender nuestras libertades; hablar de las calles que pisaron, las sensaciones que tuvieron, las huellas que dejaron… es hablar del pasado, pero evidentemente se hace desde una perspectiva de rebeldía para plasmarlo y proyectarlo hacia el futuro.

En los artículos con los que he colaborado en Fuentes de Información siempre me he dejado atrapar por esas personas sencillas, trabajadoras y humildes. Esas que te emocionan, que vas escribiendo sobre ellas y te vas emocionando conforme vas conociendo más y más acerca de sus vidas, de sus frustraciones, de sus anhelos, de sus esperanzas. Esas son, esas son las verdaderas personas que conforman los perfiles, los contornos, y sobre todo los músculos, la inteligencia colectiva, callada y anónima de los pueblos.

Leer FUENTES, SIEMPRE es vivir la experiencia de abrir una ventana a ese pasado para recuperarlo, para observarlo de nuevo con otra nueva mirada, para reinterpretarlo o para entenderlo y entender nuestro presente, para proyectarlo hacia nuestro futuro. Porque la memoria no es un asunto de ese pasado que, si nos regodeamos mucho en él, puede llegar a ser ciertamente paralizante. La memoria es un ingrediente esencial en la construcción de la identidad de las personas, de las sociedades y de los países. Y tiene que ver con el presente y, sobre todo, con el futuro. La memoria tiene que ver con el futuro. Si no tenemos en cuenta de dónde venimos, no podemos saber a quién queremos parecernos ni qué errores queremos evitar repetir.

Decía Alejo Carpentier (ese escritor cubano representativo de “lo real maravilloso”) que “hay épocas hechas para diezmar rebaños, confundir las lenguas y dispersar las tribus”. Y ésta es una época de esas. Walter Benjamín (filósofo y crítico alemán y una sólida conciencia crítica), cuando hablaba u oía hablar del futuro y del progreso decía que se le representaba lo siguiente: Un ángel que, con cara de horror, volaba de espaldas. No podía volver la cara del pasado (porque era lo único que veía volando de espaldas, lo único que había sido). De ese pasado sólo veía ruinas y era empujado a volar de espaldas hacia un futuro que no veía (porque no existe o no ha sido todavía).

Era impelido y empujado hacia adelante por el horror que le producía el pasado y quizás entristecido sin poder asegurar que el futuro fuese distinto. A esta imagen hecha realidad es a lo que nos enfrentamos, pero tenemos que enfrentarnos irremediablemente. Las cosas a nuestro alrededor están cambiando muy vertiginosamente y no podemos seguir anclados con nuestras cuatro verdades del barquero. Tenemos la opción de ser meros observadores de esa realidad, o tenemos la opción de ser actores, protagonistas de esa realidad, que debemos interpretar, leer e intentar transformar.

Tenemos ante nosotros/as un complejo crucigrama, al que tenemos que darle vueltas y vueltas para intentar solucionar. La peor (o quizás la mejor) lección que nos está dejando esta crisis permanente en la que nos tienen inmersos desde hace muchos años, es la de ser conscientes de que no hay nada consolidado, de que no hay nada esculpido en piedra que sea inmodificable e inamovible. Todo puede volverse atrás en cuestión de instantes. La democracia, también. Vivimos, sufrimos momentos complejos en todos los órdenes de la vida. Pero también alguien dijo que lo peor que le puede pasar a una persona es que pierda el entusiasmo. Así que tenemos que agudizar y llenar los depósitos al máximo de entusiasmo.

Acabo recomendando leer y adquirir FUENTES, SIEMPRE porque, además de todo lo comentado, es ayudar, desde nuestro progreso, al progreso de otro pueblo. Es optar a un ticket de descuento por el total de su precio (entiéndase esto del descuento en términos metafóricos) y que permite llevarnos lejos de nuestras casas para encontrar, allá en África, en Guinea Bissau, el calor y el agradecimiento de otras casas.

Muchas gracias a Pepe Bejarano por haber tenido la estupenda idea de editar esta recopilación de colaboraciones del periódico Fuentes de Información. Muchas gracias al Ayuntamiento de Fuentes por apostar año tras año en la edición de libros. Muchas lecturas y mucho entusiasmo.