Después de la depresión llega la euforia. Detrás de la inquietud generada por la sequía del invierno y la covid, las lluvias de esta primavera (y el olvido de la pandemia) han desatado de nuevo la fiebre de la plantación de olivos súper intensivos. De secano la mayoría de las veces, pero olivos por doquier. Agrocultiva, nacida hace dos años, es una de las empresas de Fuentes que se dedica a la gestión integral de fincas. Tiene el encargo de plantar en Fuentes en los próximos meses más de cien hectáreas. Plantaciones llave en mano. Servicios, asesoramiento, transformación de fincas y productos fitosanitarios. Nueve empleos fijos y una veintena de eventuales en este momento.

Decir transformación de fincas en este momento significa casi exclusivamente plantación de olivos en espaldera. El campo revive su particular euforia olivarera. Los viveros no dan abasto para atender la demanda de plantas y hay que buscarlas incluso en Marruecos. El 95 por ciento de los cambios de cultivo son para plantar olivos, según las empresas del sector. Cultivos exclusivamente en espaldera. De regadío donde haya agua (cade vez menos cantidad y en menos sitios) o de secano donde no la haya. Pero olivos siempre. Oro líquido. No es que se le haya ido la olla al agricultor, sino que es "la inversión más segura y rentable", dicen los que conocen de qué va el percal.

Una de las dos incógnitas que se ciernen sobre el campo es la caída del precio del aceite cuando llegue la saturación del mercado. La otra es si hay agua para regar tanto olivo. La respuesta del sector a la primera de esas preguntas es que todavía quedan mercados por explorar, por explotar dicen algunos. El día que explote el consumo de aceite de oliva en la India o China no habrá problemas, sino todo lo contrario, asegura Juan Ruiz, empresario de Agrocultiva. Lo que nadie sabe es si esos dos países, y otros, se sumarán o no al consumo de aceite de oliva. El sector sueña que así será.

Sobre los nubarrones de la sequía, Juan Ruiz señala que en este momento el auge se registra en la plantación de olivos de secano en súper intensivo, especialmente de las variedades arbosana y arbequina, que son las que mejor se adaptan al cultivo en seto. El 80 por ciento de lo que se planta es arbosana y el 20 arbequina. Hasta hace poco los agricultores recelaban del súper intensivo en secano, pero la experiencia les está convenciendo de su rentabilidad, sin depender de que haya agua todo el año. De hecho, el olivo es una planta de secano y, al limitar el volumen de la copa al plantarlo en espaldera se limita el espacio necesario para la raíz. El marco suele ser de 1,5 por 1,3 metros y un ancho de calle de 3,75 o 4,5 metros.

Transformar en olivar una hectárea cuesta entre 4.000 y 4.500 euros. Esto incluye la preparación de la tierra (descompactar, refinar y hacer lomos) plantar, amarrar, poner protectores de plástico y sistema de espaldera. Una parte de este trabajo lo hacen máquinas, pero otra parte requiere el trabajo manual, especialmente el amarre, tarea que asumen las mujeres mejor que la mayoría de los hombres. Son más cuidadosas. Una vez se alcanza la formación del seto empieza la producción de aceituna, el segundo y tercer año de forma aceptable y a partir de cuarto año a pleno rendimiento. El techo de productividad suele alcanzarse en el quinto año.

El fenómeno de las empresas de gestión integral va paralelo a la nueva "revolución agroindustrial" que vive el campo. Agrocultiva prevé doblar este año la facturación de 2021, que fue de 1,4 millones de euros. Esta empresa fontaniega trabaja más fuera que "en casa". Empresas de Huelva, Cádiz, Córdoba, Cáceres y Sevilla son sus principales clientes, con los que tiene contratos para transformar unas mil hectáreas en los próximos meses. Uno de sus clientes es Miguel Báez "Litri", cuya finca "Carrascalejos" de Sanlúcar la Mayor está siendo completamente transformada.

La gran rentabilidad de esta forma de cultivar el olivo se logra por la reducción de mano de obra en la cosecha y en la poda. Una cosechadora recolecta 20 hectáreas en tres o cuatro días, lo que tarda en hacer una cuadrilla de 20 personas en diez o doce días. La recolección se abarata así entre un 65 y un 70 por ciento, apunta Pedro Buenestado, perito agrícola. Además, la poda hecha a máquina abarata esta labor en torno a un 80 por ciento. Esos datos económicos y el creciente problema de la falta de mano de obra en el campo hacen que los agricultores estén apostando por el olivar súper intensivo. La reactivación de la construcción, que paga mejores salarios que el campo, está volviendo a vaciar las fincas de mano de obra.

Esto explica, en gran parte, la fiebre del olivo súper intensivo. Según los datos que manejan las empresas del sector, Fuentes tiene ya el 50 por ciento de su olivar en esta modalidad. Claro que aquí casi desapareció el olivar tradicional y las nuevas plantaciones se hacen mediante este sistema. En Andalucía apenas el 6 por ciento es súper intensivo. Una hectárea de olivar súper intensivo de secano produce 1.200 kilos de aceite de oliva virgen extra, 800 kilos menos que de regadío, pero con unos costes de producción un 28 por ciento inferiores porque suprime el gasto de la instalación del riego y el bombeo. Además, estos olivos sufren menos las sequías porque están hechos a la escasez de agua.

Y así, con esta creciente transformación de fincas, llega al campo la enésima revolución agrícola, fruto de la conjunción de dos nuevos fenómenos: un peculiar relevo generacional y una nueva vuelta de tuerca de la mecanización de las cosechas. El relevo generacional trae al campo un nuevo concepto de gestión llamado "servicios integrales". El agricultor tradicional desaparece del campo y, por primera vez en la historia, su lugar no lo ocupa un heredero u otro agricultor que compra las tierras, sino una empresa especializada que se hace cargo de todo. A cambio de una parte del beneficio, claro está. "Llave en mano" es la expresión de éxito en los caminos del campo.

(Fotos: Pedro Buenestado)