No saldrá en procesión para que llueva, pero la intercesión del Cristo de la Salud será pedida durante tres días de este fin de semana. Será mediante un solemne triduo que tendrá lugar en la parroquia de Santa María la Blanca el viernes, sábado y domingo. Los dos primeros días será a las 19h y el domingo a las 10h. De este modo, la comunidad parroquial de Fuentes de Andalucía revivirá en los próximos días 18, 19 y 20 de febrero de 2022 una tradición centenaria al recurrir –como durante siglos han hecho los fontaniegos en épocas de penurias, plagas y calamidades–, pidiendo clemencia a la devotísima imagen crucificada del Señor de la Salud, al que se dedicará un triduo de rogativas en la iglesia parroquial Santa María la Blanca, rogando encarecidamente el favor de la lluvia, tan necesaria ante la alarmante situación existente.

La última vez que la imagen fue sacada en procesión de manera extraordinaria fue en rogativa por la sequía que afectaba a estos lares: era 29 de enero de 2005. Así mismo, durante los meses de octubre y noviembre de 2020 –con motivo de la pandemia de Covid-19– el Cristo de la Salud presidió insólitamente la capilla mayor de la iglesia parroquial Santa María la Blanca, protagonizando el 23 de octubre del citado 2020 un Vía Crucis Extraordinario de rogativas, pidiendo por la salud de los enfermos y contagiados, por el alma de los difuntos y por el cese de la triste calamidad. Ante la imposibilidad de realizar la rogativa por las calles de Fuentes, como es costumbre de siglos, el culto se desarrolló en el templo, con el Cristo inamovible y cumpliendo estrictamente las normas de aforo y seguridad sanitaria vigentes a la fecha. En esta ocasión el Señor tampoco saldrá a las calles de Fuentes, como es tradición inmemorial de este pueblo, en rogativa para que llueva, aunque habrá triduo.

La estructura económica y social del Fuentes de Andalucía durante el Antiguo Régimen se basaba casi en su totalidad, como en la mayoría de las zonas agrícolas peninsulares, en el campo. La agricultura y, en menor grado, la ganadería eran las bases principales de una economía latifundista precaria y anclada en unos sistemas arcaicos que apenas producían lo necesario para alimentar a una población que dependía directamente de ella en todos los aspectos de su existencia.

Junto al subdesarrollo científico en las técnicas de cultivo, otros aspectos que se escapan al dominio humano van a contribuir a agravar la situación del campo decimonónico español, presentándose periódicamente y que en la mayoría de los casos encontraron difícil solución, tales como las sequías. Ante estos fatales fenómenos meteorológicos, los pueblos recurrían a la petición de clemencia divina, organizando novenas, funciones religiosas, procesiones de rogativas… a las devociones principales de las feligresías.

Es usanza antigua y constante del pueblo cristiano impetrar el auxilio divino con motivo de las grandes epidemias o desastres sufridos por medio de rogativas dirigidas a Dios y procesiones votivas con la presencia de imágenes de Jesús, la Virgen María o determinados santos. En Fuentes, viejas y arraigadas devociones como las del patrón San Sebastián, el Señor de la Humildad o el propio Cristo de la Salud, han protagonizado durante siglos estas expresiones de piedad popular; no solo en momentos de penurias, sino también como acción de gracias por el auxilio recibido, que tuvieron su auge con la explosión del fenómeno de la religiosidad y fervor popular de la época barroca.

La devoción fontaniega al Señor de la Salud nace en el siglo XVII y lleva asociada consigo una curiosa leyenda. De generación en generación se ha transmitido por tradición oral el relato de cómo, por medio de la imagen de un pequeño crucificado de marfil, la persona que –con fama de santidad– ante ella oraba oyó una voz que le dijo: «HAZME GRANDE Y SERÉ LA SALUD DE ESTE PUEBLO».

El crucificado pertenecía a la familia de la Vega y la persona en cuestión era la beata mercedaria Juana de Cristo. Ella, complaciendo la petición divina, marchó a la vecina localidad de Marchena, de donde era oriunda, y encargó a un carpintero la ejecución de una imagen de Cristo crucificado a tamaño natural, el cual trajo hasta Fuentes en un carro tirado por bestias y ubicó en la naciente iglesia del convento de San José, de los mercedarios descalzos, para que fuera venerada por los fontaniegos, siendo desde ese momento la devoción de muchos hijos del pueblo a la que recurrían en sus necesidades.

A lo largo del siglo XVII la popularidad y devoción al crucificado de la Salud se fue extendiendo en la población, hasta el punto de que cada vez que un peligro se cernía sobre Fuentes, los fontaniegos acudían a implorarle sus peticiones, llegando la veneración –aunque mermada– hasta nuestros días. La primera referencia documental de una súplica de los fontaniegos al Señor de la Salud ante una necesidad colectiva data de 1699, aun cuando queda probado en el texto que no era la primera vez. En este caso, se invocó al crucificado en busca de remedio de la sequía que aquejaba el campo fontaniego, llegando a auspiciar tal rogativa el propio Cabildo de la villa, siendo corregidor Juan Antonio de Anziola y vicario eclesiástico Sebastián de Góngora.

Según consta en el acta capitular de la sesión celebrada en 2 de abril de 1699, «en este cabildo se dijo que en atención a hallarse toda esta villa con mucha aflicción y necesidad que tienen los campos de agua, atendiendo a las grandes misericordias de Dios Ntro. Señor a quién debemos pedir, para que se pidiese esta villa dispuso se hiciese novenario con sermón y procesión general en el Convento de Mercedarios Descalzos de esta villa donde está la imagen del Santísimo Cristo de la Salud, imagen muy devota y a quién en semejantes casos se ha hecho otros novenarios. Y ha merecido esta villa su santa protección. Y para que tuviese efecto y que en la procesión que se hubiese de hacer asistan los Sres. Clérigos de la Parroquia de Santa María la Blanca de esta villa…».

De este modo, a lo largo de los siglos XVIII, XIX y XX, no fueron pocas las ocasiones en las que el pueblo dedicó novenarios, quinarios, procesiones de rogativas o de acción de gracias u otras muestras extraordinarias de piedad popular al Señor de la Salud ante situaciones excepcionales no sujetas a la decisión del hombre.