Cada historia esconde dentro otra historia. Lo mismo que una injusticia suele acarrear bajo el brazo otras injusticias, tantas veces invisibles. Como los juicios basados en las apariencias engañan que dan espanto. ¿Cuánto sufrimiento tuvo que arrastrar Rosario Ayora, en 1938, después de haber sido sometida al veredicto popular de ser considerada adúltera? Estaba embarazada de José Gallego Caro, "Pepe Gaspar", el "topo" fontaniego, pero tuvo que pasar la vergüenza de asumir que era fruto de su relación con un desconocido. Lo hizo para salvarle la vida a su marido, que estaba escondido huyendo de la represión franquista. Jesús Cerro contó la historia de "Pepe Gaspar" en este periódico el domingo pasado. Faltaba contar el calvario que pasó su mujer, Rosario, y lo hace en esta entrevista su nieta Rosario Leonés, hija de aquella niña concebida en secreto.

Pregunta.- ¿Qué sentiste cuando te contaron la historia de tus abuelos?

Respuesta.- Rabia y pena a partes iguales. Rabia por la tremenda injusticia que tuvieron que sufrir y pena porque mi abuela tuvo que llevar toda la vergüenza en silencio. Por desgracia, a las mujeres siempre nos toca permanecer en la sombra. La historia de mi abuelo es conocida, pero lo que ella pasó no lo conoce nadie más que los que la quisimos con locura.

P.- ¿Quién te contó la historia?

R.- Directamente, mi madre. Aunque aquello ha estado siempre presente en la familia. Lo sabíamos todos, pero mi abuela, creo que por su sordera, teníamos menos conversaciones con ella. Un verano nos lo contó a los nietos que estábamos allí y en aquel momento estaba más pendiente de ver nuestra reacción que de su propia historia. El miedo le duró a mi abuela hasta la muerte y en casa, incluso mi madre no quería que hablásemos de política con según qué personas. El día del golpe de estado de Tejero, mis abuelos estaban en mi casa de Barcelona y él se quedó paralizado por el miedo. Era incapaz de moverse mientras escuchábamos por la radio que guardias civiles habían tomado el Congreso de los Diputados. Al oír que era otro golpe de estado, mi madre exclamó "menos mal que el abuelo está aquí porque si hubiese estado en Fuentes otra vez habrían ido a buscarlo". El miedo se mete en los genes y se hereda. No creo que aquello se vaya a repetir, pero da miedo el ascenso de la extrema derecha que vive nuestro país.

Rosario Ayora Moreno

P.- ¿Cómo era tu abuela Rosario?

R.- Entrañable, inteligente y muy buena. También fue siempre una luchadora que se tuvo que enfrentar a unas condiciones de vida tremendamente duras. Desde muy joven perdió el oído, pero eso le hizo desarrollar un sexto sentido que le permitía saber lo que estaban hablando los demás a pesar de no escucharlos. Era muy atenta con la gente y pequeña de estatura, pero fuerte como un roble. Ya de mayor le dio una embolia y se recuperó por completo gracias a su empeño en salir adelante. Murió el 13 de junio de 2001, con 91 años. Mi abuelo murió el 25 de agosto de 2007 con 99 años. ¡Cómo no querer y admirar a unos abuelos sabiendo lo que han pasado!

P.- ¿Cómo te contaba tu madre aquella historia?

R.- Me contaba que a su padre, el abuelo, se escondió cuando el golpe de estado de Franco en unas higueras que tenía la familia en el campo y que, como allí no podía estar mucho tiempo porque lo iban a descubrir, lo trajeron a Fuentes su padre y su hermano escondido en una saca de algodón. Al llegar a la puerta de la casa, en la calle Palma los vecinos se ofrecieron a ayudarles porque la saca pesaba mucho, pero tuvieron que negarse porque iban a descubrirlo todo. Así que tuvieron que dejar el carro en la calle y esperar la noche para meterlo dentro. Le habían preparado un agujero en el corral y allí pasó escondido tres años hasta que, en 1939, hubo una amnistía y salió a entregarse.

P.- ¿Y lo del embarazo de tu abuela?

R.- En esos tres años era natural que mi abuela fuese a visitar a sus suegros en la calle Palma porque se suponía que su marido estaba huido y posiblemente luchando en el frente del lado de la República. Además, su suegra se había quedado viuda cuando el marido murió al poco de llevar a mi abuelo a su casa. Nadie sospechaba que iba para ver a su marido. El problema se presentó cuando se dieron cuenta de que estaba embarazada. Así que las tres mujeres, mis dos bisabuelas, materna ("Mumaia" la llamábamos cariñosamente) y paterna, (Ana Caro Galiano) y mi abuela acordaron hacer el "teatrillo" de salir a la calle gritando que la niña se había acostado con alguno y que se había quedado embarazada. La idea fue de su suegra, la madre de Pepe Gaspar. No me puedo imaginar la vergüenza que tuvieron que pasar aquellas mujeres para salvarle la vida a mi abuelo. La verdad de aquello sólo la supieron durante tres años las tres mujeres y supongo que dos hombres, el propio Pepe Gaspar y su hermano. Para todos los demás, incluidos sus hermanos y primos, no quiero ni pensar lo que dirían de mi abuela.

La joven Rosario Ayora

P.- A la niña que nació de aquel amor a escondidas le llegaron a poner un mote.

R.- Sí, la llamaban "la niña de los siete padres". Se lo puso la gente porque cada cierto tiempo corría el rumor de que el padre era éste o aquél, cosa que el mentado se apresuraba a negar. Es posible que el rumor lo propagara la propia familia para desviar cualquier sospecha de que pudiera ser hija de quien lo era realmente. Mi abuela sufrió mucho porque mucha gente se apartaba de ella y estaba en la boca de todos. Hay que pensar que de aquello hace más de ochenta años y entonces tener un hijo con un desconocido era el mayor pecado y vergüenza que podía sufrir una mujer.

P.- Si a tu abuela la echaron de la casa de sus suegros, ya no pudo ver más a su marido hasta que se entregó a la Guardia Civil, ¿no?

R.- Sí, pero siguieron comunicándose por carta. Estuvieron enamorados hasta el último día de sus vidas. Como tenían una hija anterior, Anita, de tres años, mi abuela la mandaba a casa de sus suegros y le decía que fuera a ver a su "chache Antonio". El chache Antonio era en realidad Pepe Gaspar, su padre, pero ella no lo sabía. Como iba y volvía sola le metían las cartas en la faja. De esa manera, Anita sirvió de correo durante el resto del tiempo que siguió escondido, siempre vigilada de cerca por alguien de la familia. Una vez, la niña se sentó en un zardiné y se sacó la carta que llevaba en la barriga, menos mal que la persona que la vigilaba se dio cuenta y la cogió. Desde entonces le colocaban la carta en la espalda. Sin saberlo, la niña iba a la casa de los abuelos con carta de la madre y volvía con carta del padre.

P.- ¿Cómo fue la salida de tu abuelo del escondite?

R.- Eso no nos lo contaron nunca. Lo único que sabemos es que la gente se sorprendía al verlo pasar por la calle camino del cuartel de la Guardia Civil. Después lo metieron en la cárcel condenado a 18 años por comunista, aunque salió a los 4 años. El 12 de mayo de 1939 nació la niña y cuando la madre pudo se la llevó a la cárcel para que el padre la conociera. Le pusieron Rosalía.

P.- Dieciocho años de cárcel por ser comunista son muchos años, ¿no?

R.- Al final la condena duró unos 4 años en la cárcel de Sevilla y cuando mi abuelo salió, tuvo que presentarse cada semana al cuartel de Fuentes hasta julio de 1961. Mi abuela pasó todos esos cuatro años yendo a verlo y a llevarle ropa y comida. El abuelo nos decía que la luna fue su mejor compañera durante el tiempo que estuvo escondido en las higueras y después en la cárcel. Por eso para nosotros, la luna tiene un significado muy especial. De la cárcel, el abuelo conservó siempre una cajita de madera que le compró a otro preso por tres pesetas. Mientras, la abuela hacía estraperlo y conseguía cosas que otras no tenían. Les daba algo de lo que llevaba a los guardias de la puerta de la cárcel para que la dejaran pasar y mi abuelo vendía algunos de los alimentos que ella le arrimaba porque dentro había mucha necesidad. Una vez, en el tren, cuando llevaba cosas escondidas se le acercaron dos guardias civiles. En el vagón viajaban dos monjas que se ofrecieron a escondérselas debajo del hábito. Otra vez tuvo que abandonar debajo de un asiento del tren todo lo que llevaba porque los guardias la iban a pillar.

P.- Valiente.

R.- Mucho. De pronto la abuela recuperó su buen nombre y pasó de ser rechazada a ser admirada por muchos por haber sido tan valiente y capaz de haberle salvado la vida al marido, aunque fuese a costa de pasar vergüenza. Vendía en la plaza y ya nunca más hablaron mal de ella. Tuvieron dos hijos más, Gaspar, que vive en Sevilla, y Pepa, que está aquí en Barcelona. En total fueron cuatro los hijos; Anita, Rosalía, Gaspar y Pepa. A pesar de vivir en aquellos tiempos, Rosario era una mujer moderna. Ni vestía de negro ni llevaba roete. Le gustaba el pelo corto. De ella lo que más es recuerdo amor. Los dos transmitieron a sus hijos su espíritu luchador, reivindicativo y la idea de que las injusticias no van con nosotros.

P.- Además de nieta de Pepe Gaspar y Rosario Ayora, ¿quién es Rosarito Leonés?

R.- Soy hija de aquella niña que nació del amor escondido. Mi madre era Rosalía Gallego y mi padre Sebastián Leonés, el "Niño del solar". A mí me encantaba ir todos los años a Fuentes mientras vivieron los abuelos, aunque yo nací en Perpiñán, donde mis padres se fueron a trabajar. En Perpiñán vivía mi tía Carmen, hermana de Pepe Gaspar. La tía Carmen se escapó de su casa porque quería vivir con su novio, Cristóbal Gamero. A él le echaron y prohibieron volver a Fuentes por sus ideas políticas. Tengo 54 años, soy administrativa en una empresa, estoy casada y tengo dos hijos, uno de 25 y otro de 21 años. Tengo una única hermana, Dolores, Dolorcita para toda la familia. Desde que faltan mis abuelos vamos poco a Fuentes. Sin ellos cuesta mucho trabajo entrar en la calle Hurtado. Esta historia ha definido una parte de mi personalidad. Como comprometerme con algunas reivindicaciones, sobre todo en mi ciudad. Me ha hecho entender que las injusticias que se hacen hacia los más débiles o hacia los que piensan diferentes sólo y exclusivamente las podemos solucionar con la palabra, nunca con la violencia ni la represión.