Desde hoy la mascarilla no es obligatoria para estar en los espacios públicos donde sea posible mantener una distancia de seguridad de metro y medio. Lo aprobó el Gobierno este jueves, aunque lo anunció el presidente Sánchez la semana pasada. Desde aquel anuncio, sin esperar que la medida entrara en vigor, el uso de las mascarillas ha caído en picado, tanto en los espacios públicos abiertos como en los cerrados. Si ya era común ver a una parte importante de la población con la mascarilla mal puesta o sencillamente sin poner, desde que se anunció que no sería obligatoria parece que casi todo el mundo se siente libre de tenerla sobre la boca y la nariz.

Los hay que estaban ansiosos por quitarse la mascarilla este sábado y salir a la calle mostrando su mejor cara a los cuatro vientos. Y los hay que renuncian a ello, tal vez por cierta sensación de inseguridad o quizá por el pudor de intuir que detrás de esa ausencia hay algo de desnudez. Cuatrocientos días de mascarilla han creado hábito en muchos de nosotros. ¿Qué hacer? De momento, parece prematuro desprenderse de ella, pero lo más probable es que poco a poco vaya desapareciendo. Es verano, hace calor y estorba para respirar. Pero conviene tener presente que el virus sigue entre nosotros. Si no, que se lo pregunten a los cientos de estudiantes que la semana pasada compartieron fiesta de fin de estudios en Mallorca.

No estaría de más tener en cuenta el lugar donde uno vive antes de decidir qué uso hace de la mascarilla. En ese sentido, Fuentes no parece el mejor lugar para prescindir alegremente de ella. Nuestro pueblo está entre los 30 municipios Sevilla con más riesgo de contagio. Esta semana se observa una tendencia a la bajada de nuevos contagios en Fuentes, pero la tasa aún sigue rozando los 400 por cien mil, cifra muy por encima de los 250, barrera que marca el riesgo extremo de transmisión del temido virus. Por eso, lo razonable sería mantener la cautela al menos hasta que se logre la inmunidad comunitaria. Es decir, hasta que se alcance un índice de vacunados de alrededor del 70 por ciento.

Por lo tanto, el dilema razonable no debería establecerse en los términos de "mascarillas sí frente a mascarillas no", sino "mascarillas sí o no, según donde". El problema sigue siendo la persistencia del virus. Y todos los datos dicen que en Fuentes hay todavía bastantes virus circulando y escasa cobertura de vacuna en el conjunto de la población. Una y otra cosa nos dicen que hay riesgos importantes que aconsejan la cautela. Como en otra treintena de pueblos de la provincia.

Después de 400 días con mascarilla parece que urge quitársela -aunque muchos se la quitaron hace meses- cuando lo urgente es reducir la presencia del virus entre nosotros y su capacidad de viajar de uno a otro. Y eso, de momento, sólo se consigue con mascarilla, distancia de seguridad y lavado frecuente de manos. No hay que olvidarlo. Y si hay que llevarla siempre a manos para los espacios cerrados o cuando no se pueda mantener la distancia de seguridad, ¿qué trabajo cuesta llevarla puesta? Por lo menos hasta que aquí baje el riesgo.