Domingo por la tarde. Quiero escribir este artículo antes de que se sepan los resultados de las elecciones municipales de nuestro pueblo, aunque saldrá una vez sabido porque quiero tener el sosiego necesario para escribir, para creer en mi sociedad. No voy a ocultar a estas alturas mi posición ideológica, que no partidista, cada vez más radical, más fuera de lo que se espera de una mujer madura, por no decir vieja, porque entiendo que bajo el consumismo del capital, la idea de derechos te los garantiza alguien de fuera. Este alguien de fuera es patriarcal, autoritario y jerárquico.

Pero volvamos a esta tarde de domingo (tiempo habrá de hablar de los resultados electorales y otros menesteres) a la belleza que tanto me salva en estos días de incertidumbres y de desasosiego. Escucho en Spotify la canción "Vincent", de Don Mclean. La canción nos habla de Vincent van Gogh, el pintor que me acompañó durante mi juventud, el que hizo que me acercara a la locura como arte y al arete como locura. Escuchar la canción me conmueve, me hace sentir emociones indescriptibles. Eso me hace buscar entre mis CD el último de Silvia Pérez Cruz "Toda la vida, un día". Ya está la pesada, dirán algunos que bien me conocen con la Silvia (no puedo evitarlo) que comienza con los versos de William Carlos William:

Aterrados,
Buscan una flor familiar donde guarecerse,
Y les asusta la inmensidad del campo.

La obra está divida en cinco movimientos: La flor, La inmensidad, Mi jardín, El peso y Renacimiento. A través de ella vamos recorriendo desde la infancia, la inocencia, la juventud y la muerte, hasta el renacer de la belleza, de la vida. La acompañan en este camino de creación, emociones y belleza artistas tan significativos como Carmen Linares, Natalia Lafourcade, Liliana Herrero, Marco Mezquida y unos coros increíbles que transforman la atmósfera, te elevan fuera del espacio cotidiano.

Decía la propia Silvia Pérez Cruz en una entrevista que no le gustaba tener que explicar que ella componía, arreglaba y producía, en el sentido que se daba por sabido que aunque había mujeres compositoras, eran los hombres los arreglistas y productores. También reivindicaba en la misma entrevista el tiempo de sosiego, el no tener que demostrar de forma rápida tu valía, que si no lo hacías antes de los treintas eras nada menos que una fracasada. Todo se vuelve prisa y la juventud es el valor en si mismo más preciado, abandonando el paso lento y tranquilo de la madurez.

Solo decir que en estos momentos escucho el coro acompañando a la voz prodigiosa de Silvia Pérez Cruz y no necesito más, la belleza está aquí.