Unos construyen de cualquier manera, otros echan mano de la creatividad y de la tradición. Unos buscan lo fácil, otros lo diferente. Unos miran lo funcional, otros lo singular. Lo moderno frente a lo clásico. Unos tratan de romper con lo anterior, otros buscan crecer ahondando en las raíces. Algunos hasta alicatan la fachada para no tener que pintarla de vez en cuando. De todo hay en la viña de la construcción de Fuentes. Para gustos, los colores.

Polémicas aparte, parece haber bastante acuerdo en que los Sillero, José y su hijo Sebastián (como Manolo antes de jubilarse) son de lo mejor que se mueve en la albañilería fontaniega. De lo mejor es poco. Lo mejor. A punto de jubilarse José, su hijo Sebastián toma el relevo de lo que podría ser denominado "alarifes del siglo XXI": siguen la senda trazada por la saga de los Ruiz Florindo.

A José Pérez Gamero "Sillero" le enseñó el oficio de albañil José el Cafelero y después vino su curiosidad por los ensortijados y caprichosos rizos barrocos que el ladrillo tallado adopta en muchas fachadas de Fuentes. Con los años, modesta, calladamente, José miró, aprendió, probó, gustó y mejoró. Así ha sido como José el Sillero ha ido dejando a su paso un reguero de su buen hacer en muchas casas de Fuentes. En tantas como le han dejado margen de libertad para desplegar su creatividad con el ladrillo ecijano tallado. La Oscurita, la calle la Rosa, la calle Mayor, la casa de Millán Herce, la de Teodoro... y ahora la casa palacio de la calle Lora. Sin aspavientos, silencioso, José es probable que sea más valorado y reconocido cuando haya transcurrido el tiempo. Como ocurre casi siempre con los artistas.

José Pérez Gamero "Sillero"

Sin pretensiones, modestamente, José ha sembrado formas con su inconfundible estilo en muchas casas durante casi sesenta años de oficio. Apenas un pequeño detalle aquí o allá. Una cornisa a veces. El capitel de una columna. Un dintel. Un rosetón. Un arco abocinado. Una ménsula. Una flor de acanto. El resultado es que la escuela del peculiar barroco de los Florindo sigue viva en el siglo XXI gracias al trabajo de los Sillero.

Casi sesenta vueltas barrocas ha dado la tierra alrededor del sol desde que José el Sillero empezó de peón de albañil con apenas diez años al lado del Cafelero. Ahora tiene 68 años y ha decidido jubilarse en cuanto termine la obra de la casa de la calle Lora, conocida como de la señorita María. De hecho, estaba a punto de jubilarse cuando, hace tres años, le propusieron realizar esta obra. Tuvo serias dudas sobre si debía cogerla o no, aunque profesionalmente el reto era tan tentador que fue incapaz de rechazarla. Es el broche que cualquier albañil con alma de artista soñaría para culminar su carrera profesional.

La casa de la calle Lora es un caramelo para el paladar de un creador de casas con sabor local. Como si los Sillero estuvieran ahora mismo trabajando codo con codo con Alonso Ruiz Florindo. Un túnel del tiempo conecta los siglos XVIII y XXI en la calle Lora. Aún no es posible dar detalles del trabajo que los Sillero (José, Sebastián y el sobrino José) están haciendo detrás del portón del inmueble histórico de la calle Lora, pero cuando sea conocido dejará boquiabiertos a muchos. José y, sobre todo Sebastián, han dedicado muchas horas a restaurar los elementos de ladrillo deteriorados a lo largo de años de abandono, a recuperar frescos escondidos bajo capas y más capas de yeso y pintura. A reconstruir un palacio hecho nada menos que por Alonso Ruiz Florindo en el siglo XVIII.

José esquiva darse importancia y cuando se le pregunta de qué obra se siente más satisfecho responde que de ninguna. Añade que es así por la sencilla razón de que "todas son mejorables". Sostiene que casi todo lo que ha construido en Fuentes lo podría haber hecho mejor si hubiera podido repetirlo. Eterno insatisfecho (o perfeccionista, según se mire) a todo le encuentra algún fallo. Y todo lo hubiera podido mejorar de haber tenido más libertad creativa, todo hay que decirlo.

Todo es susceptible de ser mejorado. José es de los pocos albañiles que discuten con los clientes y con los arquitectos. A la hora de construir tiene su propio criterio y sugiere soluciones imaginativas a los problemas. A veces le hacen caso, a veces no y entonces sigue el gusto del que paga, pero siempre que puede aporta ideas que enriquecen el resultado final. Las obras bien hechas, como el buen vino, ganan con el paso de los años. Las mal hechas nunca tendrán valor alguno, más allá de servir de habitáculo.

Sebastián Sillero en la puerta de su casa

De tal palo, tal astilla. A la sombra profesional de José han estado muchos años su hijo Sebastián y su sobrino José. Durante gran parte de ese tiempo, Sebastián no acababa de sentirse cómodo en el oficio porque, como él mismo dice, poner ladrillo sobre ladrillo da de comer, pero resulta profesionalmente poco gratificante. Se aburría. Los trabajos "golosos" de tallar, las golosinas las hacía siempre el padre, que era el maestro. Sebastián ni se atrevía ni le atraía imitar al padre. Pero como todo tiene su momento, un buen día a Sebastián le llegó el tiempo de despertar. Echó mano de la gubia, del formón y del martillo pedrero y se puso a tallar. Fue igual que una verdadera revelación, el descubrimiento que le permitió encontrar su vocación escondida.

Desde hace unos tres años, Sebastián Pérez "Sillero" dedica sus mayores esfuerzos a esta labor de crear formas con el ladrillo ecijano. Lo fácil lo hace cualquiera, lo difícil es enfrentarse a cosas fuera de lo común, señala a modo de reto. Le parecen un disparate muchas de las casas "modernas" que proliferan en Fuentes de un tiempo a esta parte. Desentonan y afean el centro histórico esas fachadas compuestas a base de cuatro líneas rectas, frías, impersonales. "Me ponen el cuerpo malo", dice.

Imaginación, maestría con el dibujo y trabajo son los elementos con los que trabaja el artista. Además de buen ladrillo y buenas herramientas, claro está. La materia prima de calidad escasea y las herramientas son las propias de la carpintería, aunque el ladrillo es tremendamente abrasivo y se "come" los mejores cinceles, gubias y formones por muy afilados que estén. Recién cocido es cuando hay que trabajar el barro porque el tiempo lo endurece y lo hace quebradizo hasta imposibilitar su manejo para estos menesteres. Écija es la principal proveedora de ladrillos, aunque de los 27 hornos que llegó a haber quedan sólo dos y no siempre usan la mejor arena para la fabricación. Hay fábricas en El Viso y en Coria.

Desde entonces, Sebastián indaga, estudia, observa, prueba, pinta, imagina y sobre todo, esculpe ladrillo tras ladrillo. Forma parte de la Red de Maestros de la Construcción Tradicional y muestra sus trabajos. Inseguro aún, tantea el terreno y aprende. Cauteloso, pero sin complejos. Fotografía y documenta su trabajo en la calle Lora para presentarlo al próximo premio nacional que otorga la red a los profesionales que destacan por su labor en la recuperación del patrimonio arquitectónico. La red trata de salvar oficios de albañilería en vías de extinción. En se sentido, los Sillero de Fuentes serían algo así como especímenes amenazados. Profesionales casi únicos cuya supervivencia no es fácil porque hay poca demanda de este tipo de trabajo.

Señala la citada red de maestros albañiles que "modas foráneas, productos estandarizados y vulgares sucedáneos han ido reemplazando a la arquitectura tradicional en nuestro paisaje. Sólo nos queda ya de estas tradiciones una pequeña muestra, que hemos de preservar, potenciar y cultivar como el preciado legado que realmente es". El problema es que la rehabilitación de casas y edificios históricos y la producción de elementos decorativos nuevos no da para dedicarse en exclusiva a este oficio. Al menos de momento. Hay que combinarlo con una albañilería menos creativa pero que, en cambio, da de comer. Esta construcción no es barata y eso asusta a quienes podrían estar interesados. Una minoría, por otra parte, porque la mayoría o no le da el valor que tiene o prefiere lo práctico, sencillo y barato. Por eso, a lo sumo, elige cuatro adornos y poco más.

Por eso y porque pocas oportunidades iba a tener de realizar su primera fachada de estilo tradicional, Sebastián Sillero decidió experimentar con su propia casa en la calle Santa Ángela de la Cruz. Había comprado el solar años atrás con idea de hacerse una casa "normal", pero en el camino se le metió el gusanillo de ladrillo labrado y decidió probarse a sí mismo haciendo la fachada "repujada" de su casa. Insatisfecho como su padre, Sebastián dice que la mejoraría si pudiera repetirla. El interior de la casa es digno de admiración.

Bóveda de cañón en la entrada de la casa de Sebastián Sillero

El ayuntamiento le encargó la pieza que regaló al presidente de la Junta, Juanma Moreno, en su visita a Fuentes con motivo de la inauguración del nuevo edificio municipal. Fue un pinjante con una ménsula en medio. Un honor que el presidente posea una obra suya, pero a Sebastián Sillero lo que le atrae no es hacer piezas de orfebrería para regalo, sino construir, decorar viviendas, componer conjuntos. Se siente sobre todo maestro albañil. Tradicional, pero constructor, no creador de piezas separadas de su función habitacional.

De Sebastián dice su padre que es mejor albañil que él, principalmente en el manejo del ladrillo. La razón principal es que el hijo pinta mejor que padre. Sebastián tiene en su casa de la calle Santa Ángela (las Ratas) un estudio donde dibuja las piezas, luego hace maquetas a escala real y después las ejecuta en ladrillo. Reconoce la influencia de los Ruiz Florindo, aunque le queda un enorme trecho para alcanzar su altura. Con todo, el alma barroca de Fuentes debe felicitarse por el hecho de que los Sillero tengan en Sebastián la continuidad asegurada. Alarifes de este siglo.