Es sorprendente la capacidad que tiene el tiempo para darle la vuelta a las cosas. La edad voltea las mentes como el arado lo hace con los barbechos. La chavalería de aquellos finales de los setenta, en nuestra frivolidad, sólo pensábamos en divertirnos, como la de ahora, supongo. Nuestros mayores, empeñados todo el día en arreglar el mundo y nosotros, en disfrutarlo. Igual que ahora. Cualquier celebración, incluso las reivindicativas, eran una excusa para la diversión. Tuvo que pasar el tiempo para que descubriéramos que algunas celebraciones tienen una trascendencia más allá de la festiva. La fiesta de la democracia, la fiesta del día de la mujer, la fiesta del primero de mayo… no son realmente fiestas.

Pongamos por caso la fiesta del Primero de Mayo, a punto de caer este miércoles en el calendario. Pongamos por caso que estamos en mayo de 1979. Fuentes es un pueblo rebosante de actividad política, con Bernardino, Villares, Sebastián Catalino, su fiel colega Salvador Sarria, Diego el Tío los Hierros, Eugenio Villalobos, el cojo Golondrina, Robustiano y un largo etcétera de comunistas preparando la conmemoración del Primero de Mayo. Sebastián ha sido elegido alcalde el 3 de abril, lleva por tanto menos de un mes al frente de Fuentes y, en el Pósito, actual hogar del pensionista, el comunismo fontaniego organiza una fiesta con motivo del día de los trabajadores.

La revolución está a la vuelta de la esquina, seis concejales del PCE frente a cuatro de la UCD, dos del PSOE y uno del PSA. Arriba, parias de la tierra, en pie famélica legión.  Pero nosotros sólo vemos las mesas listas para el disfrute. Ellos piensan en términos políticos y nosotros, la chavalería, en términos de jolgorio. Hay fiesta, es cierto, pero sobre todo un mensaje que muchos no sabemos leer porque lo nuestro es beber, comer y lo que caiga, que poco cayó en aquellos estrechos años de la incipiente libertad. La celebración es una copia de la que el rojerío marchenero hace en el barrio la Guita.

La tarde anterior venía por la carretera encarando el río Corbones y el Salado. A los lados, los trigos lucían espigados y encañados, las pipas y los garbanzos casi con una cuarta, esperando el primer pase del calificador que le moviera la tierra quitándoles yerbas y arropándolos para que crecieran en proporción y echaran buen tronco. Por estas fechas las habas se veían ya maduras y a falta de diez o doce días de su siega.

Venía celebrando con antelación que el día siguiente sería festivo, Primero de Mayo, una novedad en aquellos almanaques plagados de festividades beatas y en los que el 1 de mayo había sido siempre el día de san José Artesano, fecha que no libraba a nadie de tener que salir al campo a quitar yerbas y entresacar mirasoles. Por eso los chavales estábamos deseando que Sebastián montara aquella fiesta grande en Fuentes, otra más que sumar al jueves lardero, al carnaval, a la semana santa, a la romería, a la velá del Carmen, a la feria, a la navidad. ¡Tolaño de fiesta!

Pero, ay, aquella fiesta no prosperó más que aquel año en el que Sebastián entró de alcalde. Ni siquiera llegó a verbena, sólo unas barras para consumir. Poco era, pero los chavales nos volvimos locos con el ánimo electrizado por la euforia que inesperadamente el aire primaveral recorría las calles. Con la llegada de Sebastián, la fiesta de la libertad teñía de rojo los salones del viejo ayuntamiento y a nosotros los ruborizados molletes de la cara. Para los mayores, la fiesta del progreso, de la cultura, de los derechos. Ya no habría que ir a los canales y a la aceituna, ni llevarse a los hijos con ellos y quitarlos de la escuela, condenándolos a ser analfabetos de por vida. Para nosotros todo aquello era la excusa para estar siempre de fiesta. ¿Cómo ahora?

Ignorábamos que el Primero de Mayo no era como San José Artesano, pero en versión laica, sino la conmemoración de las luchas obreras de Chicago y la represión que sufrieron los trabajadores hasta conseguir la jornada laboral de ocho horas. Lo que para nosotros era una fiesta, para aquellos hombres y mujeres, el Primero de Mayo estaba cargado de tragedia, de dolor y de lucha por lograr una vida mejor para los que sólo queríamos disfrutar. Los que seguían a Sebastián querían darle otra vida a Fuentes, crear zonas verdes, nuevos colegios y un instituto para que nosotros no tuviéramos que irnos a Écija, Carmona u Osuna a estudiar. Pero nosotros sólo queríamos otro día más de fiesta. ¿Como ahora?

Había una excepción entre los jóvenes: Juan José Medrano Laguna, actual veterinario en Fuentes, el único de la edad que tenía ideas claras de lo que estaba en juego. Chaval de izquierdas. El resto nos dedicábamos a contemplar y dispuestos lo mismo a salir en manifestación que a sacar un santo, lanzarse a la romería, formar una verbena en casa de cualquiera o tomarnos una cerveza en el Catalino. Con nuestra tapa de mero, por supuesto. especialidad de esta casa que tanto amó el Primero de Mayo de finales de los 70.

Hay que ver las vueltas que da la vida, aunque parece que para volver al mismo punto de partida. ¿Saben los jóvenes de ahora algo del Primero de Mayo que no sea que es festivo en los colegios, que es posible coger puente para irse a la playa, que todo el año disfrutan de instituto, de universidad y de ocho horas de jornada laboral porque otros las conquistaron con sangre sudor y lágrimas? Eso simboliza el Primero de Mayo festivo del próximo miércoles.