El bandolerismo no se puede reducir a una determinada época histórica ni ubicarlo en ciertas zonas geográficas, por lo que se considera un fenómeno universal y muy antiguo ligado a la necesidad vital y el descontento social. Los bandoleros eran hombres armados que se dedicaban al robo y al pillaje, y más raramente al contrabando y al secuestro, y que por lo general no solían actuar en solitario, sino organizados en cuadrillas o partidas. Es especialmente en la España de los siglos XVIII y, sobre todo XIX, cuando este fenómeno alcanza apogeo y se extiende por determinadas regiones de la geografía peninsular.

En Andalucía, el siglo XVIII trajo consigo una serie de calamidades: epidemias de peste, largos pleitos, protestas populares, plagas de langostas, malas cosechas, años de carencias y hambre..., que hicieron que los jornaleros padeciesen condiciones de vida desdichadas y se fomentara el bandolerismo. El médico y clérigo inglés, Joseph Townsend, relató en su obra «Viajes por España», publicada en 1791, una significativa frase sobre la realidad andaluza de la época: «Entre Écija y Carmona no se veían nada más que cabañas en ruinas y campesinos medio desnudos, y todo revelaba un estado de miseria generalizada». La Monclova era entonces una villa despoblada y los cortijos eran meta, descanso y objetivo de los trashumantes dedicados al pillaje que a menudo daban sus golpes en el camino de Andalucía, en el tramo que unía Córdoba con Sevilla.

Aunque el bandolerismo está asociado a las zonas de serranía y montes, el término de Fuentes de Andalucía se hallaba dentro del territorio que, con vértices en Gibraltar, Granada, Córdoba y Sevilla, delimitó un espacio donde se efectuaron toda clase de asaltos a viajeros, diligencias, chantajes, secuestros, robos en fincas, cobro de peajes, y, en su momento, actos de guerrilleros liberales y de agentes electorales al servicio de los caciques.

Los viajeros extranjeros por la España del siglo XIX, dieron a los bandoleros un matiz romántico narrando minuciosamente los asaltos que los bandoleros de noble corazón y perenne galantería realizaban contra los viajeros ricos, a los que aligeraban de sus pertenencias para, en su opinión, repartirlas entre los menos favorecidos, clase social a la que los malhechores pertenecían por derecho y cuna propios. Una imagen, en la mayoría de las ocasiones, lejana a la realidad.

Las tierras del término de Fuentes fueron testigo a lo largo de los siglos XVIII y XIX de muchos asaltos y acciones de bandoleros, que en cuadrillas o en solitario, hicieron de las suyas. De algunas de sus hazañas daremos cuenta a continuación.  

ROBO DE CAUDALES REALES

En 1791, una banda de seis ladrones y contrabandistas que frecuentaba el Camino Real de Andalucía, bajo el mando de uno de ellos conocido como “Rubio de Espejo”, asalta en la venta del Castillo de la Monclova al conductor de los caudales reales, haciéndose con el preciado botín.

El golpe provocó que en marzo en marzo de 1791 las autoridades se plantearan montar una guardia fija en la mencionada venta de dos partidas de tropas, una de infantería con doce hombres y otra de caballería con seis, con sus respectivos cabos y sargentos, cuya misión sería el reconocimiento de todas las inmediaciones y asegurando con ello a los pasajeros del Camino Real de atracos semejante.

Otro de los proyectos, que finalmente quedó desestimado ante la negativa del Marqués de Ariza, propietario del extensísimo término de la Monclova, fue poblar toda la zona a semejanza de las cercanas Nuevas Poblaciones de Andalucía y Sierrra Morena, tales como La Luisiana y Cañada Rosal.

ATAQUE A DILIGENCIA EN 1834

Según publica el diario «Eco del Comercio» del domingo 19 de octubre de 1834, el alcalde de la villa de Fuentes comunica haber recibido parte de Alonso Aguilar, comandante de la Milicia Urbana de caballería de la villa, desde el cortijo de la Fuente del Moro, en el que relata como el 9 de octubre «habiendo llegado al Arrecife [camino real de Andalucía] a proteger el paso de la diligencia, en cumplimiento de la invitación del Sr. Gobernador Civil de la provincia, noté en el punto de la Venta Nueva algún retraso de dicha diligencia, según la hora en que acostumbra pasar en otros días; dispuse inmediatamente continuar la marcha hasta avistarla, lo que logré a media legua, después de pasada la Portuguesa, y me informaron los pasajeros que habían sido robados por siete hombres armados y montados había como media hora, y a las dos leguas distante de la ciudad de Carmona. En su consecuencia, sin pérdida de tiempo averigüé la dirección que habían tomado los ladrones, y siguiendo las huellas del camino que llevaban logré, después de tres leguas al trote y galope, avistarlos, y mandando la carga al sable, como se ejecutó por los valientes Urbanos, con el honor que era de esperar, y el denuedo y bizarría que caracteriza a todos los individuos de este cuerpo, se consiguió en el acto de la carga matar a uno de los forajidos, cogiéndoles dos caballos, algunas armas y varios efectos de ropa, habiéndose escapado los restantes a favor de la oscuridad de la noche. Me reservo el recomendar a Vd. para que si lo tiene a bien se sirva elevar a superior conocimiento el mérito particular que ha contraído algunos de los individuos de esta Milicia, lo que no puedo hacer en este momento es que me dispongo a continuar la persecución de dichos forajidos hasta ver si puedo lograr su total extermino».

En este caso se trataba de bandidos organizados puntualmente que realizaban sus fechorías en comarcas determinadas, y en el caso de Fuentes, sobre el camino real que unía Madrid con Sevilla.  

«PACHECO» EN LA PLAZA DE FUENTES

José Tirado «Pacheco» fue un célebre bandolero andaluz nacido en Córdoba. Sus acciones comenzaron a alcanzar fama en 1865, exigiendo «contribuciones» a los agricultores de la campiña cordobesa y sevillana. Robó dinero a los más pudientes, sustrajo caballos y yeguas a labradores y se suministró de viandas en los cortijos, y entre tanto desvalijaba a los viajeros de las diligencias y carruajes que atravesaban Andalucía.

Como ocurriera antes con Diego Corrientes y José María «el Tempranillo», «Pacheco» alardeó de generoso y caritativo. Tanto la Guardia Civil, creada en 1844, como otros cuerpos de vigilancia y seguridad, persiguieron constantemente a «Pacheco» sin poder apresarlo tras varios enfrentamientos a tiros. Uno de éstos tuvo lugar en Fuentes en 1865.

Así se recoge en el diario «La España» del 13 de agosto de 1865, donde narra cómo el bandolero Francisco «Pacheco» se personó días atrás «en una barbería situada en la plaza de Fuentes de Andalucía, algo tarde, abrió la puerta preguntando por un caballero; no queriendo entrar a la invitación que para ello se le hizo; pero siendo conocido por uno de los alcaldes que allí estaba, como también por el comandante de la partida rural, salieron en su persecución, y yendo el referido comandante para cortar la retirada al famoso bandido, dispárale aquel un tiro hiriendo al criminal en una pierna, pero el célebre Pacheco, teniendo una muy buena puntería, envió una bala al vientre del desgraciado comandante, sucumbiendo a las pocas horas, y dejando a cuatro hijos pequeños en la orfandad».

«Pacheco» tuvo un relevante papel en Córdoba en la revolución que expulsó del país en 1868 a Isabel II, pero la revuelta también le acabaría costando la vida. Fue por el disparo de un soldado, en una encerrona que le hizo el nuevo Gobernador Civil, que le prometió la concesión de indulto que el bandido había solicitado tras su activa participación en las revueltas.

«EL PERNALES»

Francisco Ríos González «El Pernales» nació en Estepa en 1879 y fue uno de los últimos bandoleros que actuó en Andalucía. Murió junto a otro bandido, el «Niño de Arahal», en un tiroteo con la Guardia Civil en la Sierra de Alcaraz (Albacete) el 31 de agosto de 1907. Meses antes anduvo por Fuentes, y así lo relata el diario «La Época» del viernes 8 de marzo de 1907, que cita como «El Pernarles», enterado de que en un cortijo del término municipal de Fuentes de Andalucía «se encontraba, ya curada, la hermosa yegua que durante algún tiempo tuvo a su uso, y que dejó abandonada por estar coja, se presentó en dicha finca, y con la mayor tranquilidad se montó en la expresada caballería y desapareció. Con tal motivo vuelve a renacer la intranquilidad de los labradores de aquellos contornos».

El fenómeno del bandolerismo fue despareciendo poco a poco en la sociedad rural de finales del siglo XIX y primer tercio en el siglo XX. La efectiva acción de la Guardia Civil junto con la mejora de las comunicaciones fue convirtiendo a los tradicionales bandoleros, que vivían emboscados, huyendo constantemente, en una figura mítica y casi legendaria.