El Partido Popular ha encontrado en el clamor vacío el método de comunicación política en el que perseverar. De Tellado a Feijóo, pasando por Cuca Gamarra -con ese rictus tan especial que Dios le dio para parecer eternamente asqueada- todos han perfeccionado el arte de hacer ruido sin proponer nada. Hasta los Bonilla y Sémper, que iban de polis buenos, se han apuntado al estruendo discursivo, como si el griterío y la difamación fuese ya el ADN del PP. Pero una vez demostrada su maestría en el grito gutural, ¿qué queda? Un plan de gobierno no se puede resumir en una verbena de exabruptos lanzados como titulares.

¿Cómo conocer los planes y medidas del PP? Ilustrémonos fijando la atención en Ayuso, la síntesis perfecta del nuevo Partido Popular. En calidad de presidenta de la Comunidad de Madrid, concedió al gritón Javier Milei la Medalla Internacional de la Comunidad de Madrid. Un reconocimiento a quien desmantela organismos dedicados a la memoria y justicia por crímenes de la dictadura, como la Unidad Especial de Investigación de la Desaparición de Niños. A quien propuso eliminar la figura del feminicidio del Código Penal, argumentando que representa un privilegio legal. El mismo que visita a criminales condenados por actos cometidos durante la dictadura; que restringe en su país la libertad de expresión y el derecho a la protesta, usando la fuerza contra manifestantes y periodistas. El responsable del escándalo de la criptomoneda $Libra, que permitió que unos pocos se enriquecieran antes de la caída, mientras que miles de pequeños inversores perdieron sus ahorros. El mismo que decidió eliminar más de 120.000 pensiones no contributivas, afectando a entre 120.000 y 160.000 pensionados, y cuyas medidas de austeridad han empujado a la pobreza al 52,9% en 2024, arrasando especialmente a los jubilados.

En enero de 2025, mientras el mundo asimilaba el regreso de Trump a la Casa Blanca, Isabel Díaz Ayuso, siempre dispuesta a prodigarse en el mercadeo mediático, no dudó en aplaudir el regreso de Trump a la presidencia de EE.UU., como también lo celebró su insigne condecorado; por cierto, un fervoroso admirador del presidente estadounidense. De este modo, Madrid concede una medalla a quien alaba a un depravado que niega el cambio climático, sugiere inyectar desinfectantes, se burla de discapacitados, insulta a mujeres, inmigrantes, periodistas, científicos y hasta a la gramática inglesa. El que eliminó los recursos en español del sitio web de la Casa Blanca, marginando a millones de hispanohablantes.

El que promueve teorías como QAnon y defendió a los asaltantes del Capitolio, los indultó y convirtió en mártires a quienes provocaron la muerte de cinco agentes de policía e hirieron a más de 140. El que ha provocado retrocesos democráticos, polarización extrema y desinformación a escala mundial. El que causó desplomes históricos en bolsa con tuits impulsivos, dañó la economía con guerras comerciales absurdas y gestionó la pandemia con una falta de escrúpulo difícil de exagerar. El mismo que quiere convertir a EE.UU. en un estado policial, que nombra a un antivacunas para dirigir políticas de salud y a negacionistas del clima para sabotear cualquier esfuerzo ambiental. El depravado que pretende convertir en un resort los restos de un genocidio del que ha sido cómplice necesario. El mismo lunático al que los intelectuales más reputados no encuentran parangón histórico, ni siquiera en Nerón. Solo hallan antecedentes a su manera de hacer política en organizaciones criminales.

Ya sabemos quiénes son los líderes de cabecera de esta ilustre gobernanta del PP. Nos acercamos ahora a su gestión política, un terreno donde brilla la retórica y flaquea la sustancia. Pero, antes habría que señalar una ventaja estructural que ella aprovecha y que los demás presidentes autonómicos no tienen: ser la capital de España otorga a Madrid múltiples ventajas que influyen directamente en su renta per cápita: concentración de instituciones públicas y organismos internacionales, efecto sede corporativa, centralización del turismo de negocios, infraestructuras de primer nivel financiadas, en buena parte, por el Estado.

Esto le permite aplicar políticas fiscales con las que otras autonomías ni sueñan, salvo que quieran comprometer otros servicios esenciales. Sin embargo, a pesar de estas ventajas, su gestión política deja mucho que desear. Para muestra, un botón: pese a ser la región con mayor renta per cápita de España -no por su mérito, sino por una coyuntura favorable, como hemos comprobado- presenta niveles de inversión en sanidad, educación y profesorado por debajo de la media nacional. Este desdén por lo público ya nos indica su querencia antisocial, un sello inconfundible que la emparenta con otros ultra populistas como Milei, Trump, Orbán, Bolsonaro, Thatcher, Pinochet o Berlusconi.

En sanidad, su estrategia ha sido clara: convertir los centros de salud en salas de espera existencial. Porque si algo ha demostrado Ayuso es que, en Madrid, la salud es un bien tan escaso que parece más fácil encontrar un billete en la luna que una cita con el médico de cabecera. Y que venga otra pandemia, que, a ella, esa vez la cogerá confesada porque a los madrileños los coge sin cama y sin médico. Los números son tozudos: Madrid ostenta la inversión per cápita más baja de España en 2025, con 1.466 euros por habitante, frente a una media nacional de 1.769 euros.

En educación, la estrategia parece sacada del manual de la distopía pedagógica: mientras se otorgan becas a familias con rentas superiores a 100.000 euros para asistir a colegios privados, la mitad de las escuelas infantiles y casi la mitad de los institutos presentan deficiencias estructurales. La lluvia cae en los pasillos, los techos se descuelgan con la misma desidia que los discursos políticos y los padres terminan rezando para que el próximo plan de estudios incluya técnicas de albañilería. Porque la universidad pública madrileña, como no han visto incrementada su financiación autonómica desde antes de la crisis financiera, en vez de ascensor social, se ha convertido en un sótano húmedo donde el futuro resbala por las grietas. En 2025, la inversión por alumno universitario en Madrid es de 5.467 euros, la más baja del país, frente a una media nacional de 7.000 euros. Dicho de otro modo: la financiación por estudiante en las universidades públicas madrileñas se encuentra un 21% por debajo de la media nacional.

En vivienda, el Plan Vive, o Plan Sobrevive, sigue su curso triunfal. De las 25.000 viviendas prometidas en 2019, se han entregado poco más de 3.700. Eso sí, los alquileres prohibitivos. Pero que no se diga que la presidenta no tiene su corazoncito, reservando tajada para los fondos buitre y asegurándose de que a ningún defraudador le falte ático con vistas al horizonte. ¿Y a los jóvenes? Bueno, a ellos siempre les quedará la libertad de mirar hacia arriba, hacia donde ella vive con su alma gemela, y seguir pagando alquileres que desangran hasta el último céntimo. En enero de 2020, esta amante del ruido y los atascos, como seña de identidad de Madrid, afirmó en una entrevista que "nadie ha muerto" por la contaminación, minimizando los efectos nocivos de la polución en la salud pública. Estas declaraciones fueron refutadas por expertos y organismos como la Agencia Europea del Medio Ambiente, que atribuyen miles de muertes prematuras al año en España a la mala calidad del aire.

Pero si de comunicación hablamos, Ayuso ha convertido la lectura de discursos en un karaoke institucional. Porque ella no habla: lee papelitos, repite consignas y recita guiones con la misma convicción que un figurante en una serie de bajo presupuesto. Y últimamente ha decidido que las tribunas políticas son el mejor fotocall: un escenario donde la puesta en escena importa más que el contenido y donde cada intervención parece un desfile de frases hechas, eslóganes reciclados y poses calculadas. Y qué rabieta se llevó este año, privada de pasar revista a la tropa con su vestido elegido para la ocasión, perdiendo la oportunidad de convertir el escenario castrense en otro fotocall.

¿Propuestas? Ninguna. ¿Ideas? Las mismas de siempre. ¿Y los medios? Telemadrid convertida en altavoz de la desinformación, un escenario donde la realidad se retuerce hasta convertirse en espectáculo. Porque en el PP lo único que ha cambiado es el volumen. Van a tope. Mientras no falten guiones que marquen la hipérbole que vociferar, ya se verá qué hacer cuando haya que gobernar.