Llegó la feria. El recinto ferial se ha llenado de casetas levantadas en unos días, cubiertas con lonas en perfecto estado de revisión, que lucen diferentes colores y dan cobijo a cientos y cientos de personas, durante el día y la noche, en ese efímero pueblo nuevo creado para la fiesta. La gente vive la feria desde su estatus y su edad en ese recinto donde la alegría corre a raudales y la gente se divierte, cada cual a su manera, como lo siente y lo cree oportuno, siempre en liberad y en el respeto a la forma de divertirse los demás.

Los días previos a la feria se vieron camiones llegar cargados de estructuras metálicas y lonas enrolladas. Los trabajadores que llegaban con ellos comenzaron su trabajo de montaje y en una mañana estaban en pie la estructura de una caseta, luego otra y otra para que otros fuesen cerrándolas con lonas de diferentes colores adaptadas a las estructuras levantadas. Esas casetas son ya el hogar efímero de los grupos de amigos, asociaciones, partidos políticos, hermandades y hasta sindicatos.

En uno, en dos o a lo sumo en tres días la explanada desierta de la feria se ha cubierto de nuevas casas de lona. Pintorescas casas, de colores variados, de colores múltiples. Ahora casi uniformes. Después vinieron los dueños, por un corto periodo de tiempo, y se pusieron con esmero y prontitud a colocarles los adornos necesarios para darles vida. Farolillos, colgantes, cuadros, espejos, sillas, mesas… comenzaron a cubrir paredes y suelo. Todo quedó preparado para la noche del “pescaíto”. Comenzaba la esperada feria de 2022.

Pero no siempre fue así. En otro tiempo no muy lejano cada grupo hacía su propia caseta y cada una era diferente a las otras. El pueblo nacido en la feria era como el real, donde cada casa es diferente. Las estructuras y las lonas tenían características propias. Estructuras de madera y hierro. Lonas de cubrir el trigo en las eras. Lonas de recoger la aceituna. Todo servía para crear un pasajero pueblo.

En 1967, cuando se iba acercando la feria, el PCE de Fuentes tuvo una reunión con compañeros sevillanos y en la que se planteó la posibilidad de montar una caseta en la feria. Uno de los asistentes, Florindo, se comprometió a llevar la dirección del montaje. Tenía experiencia porque en su pueblo, San José de la Rinconada, este partido llevaba montando una caseta dos años. Sebastián Martín “Catalino” reunió a varios amigos para transmitirles la idea a fin de que le dieran su opinión. Todos los consultados estuvieron de acuerdo, pero le manifestaron que la organización debía ser mejor que la que el año anterior había tenido la cooperativa de consumo, para evitar el fracaso.

El año anterior, la cooperativa de consumo había montado una caseta en la feria y en ella trabajaron muchos de los compañeros que lo harían en la que se pretendía montar aquel año de 1967. Aunque ese año los resultados fueron negativos, pero les había servido de experiencia para no caer en los mismos errores. Se consideró la idea como buena y se acordó continuar con los preparativos. Se pediría el sitio al ayuntamiento y, si lo concedía, se contactaría de nuevo con Florindo, que haría las gestiones con la empresa que arrendaba los tubos y que era la misma que se los había arrendado a ellos. El sitio fue pedido por Sebastián Gamero Flores “Chocolate”.

Una vez concedido el sitio y puestos en contacto con Florindo, se acordó el día de ir a por los tubos. Cinco días antes del comienzo de las fiestas, el camión de Francisco Barrera Estepa, “Currillo el de Ciriaco”, cargado hasta los topes, acarreó los tubos. Una cuadrilla de 15 o 20 camaradas, jóvenes todos ellos, los descargaban e iban colocando donde el jefe de montaje les iba ordenando. Conforme se iba montando la caseta eran muchos los curiosos que se acercaban, sorprendidos al ver a tantos chavales trabajando con un inusitado entusiasmo, lo nunca visto antes. Entre los que se daban cita para ver el desarrollo del montaje empezó a rumorearse lo que después sería el nombre de la caseta, ya que los allí presentes, viendo el dinamismo con el que se realizaba todo, decían: “Esta gente es más valiente que los coreanos”.

Francisco Campos se encargó de traer las lonas desde Marchena. Allí se puso al habla con un tal Fontanilla, que era el encargado de alquilar las lonas y le explicó que por feria quería montar una caseta a fin de obtener precios de alquiler bajos. Se las alquiló al precio de cubrir el trigo pues para la feria las cobraba al doble, es decir a 20 pesetas cada una, pero había que hacerles un seguro. Campos también se encargó de traer las sillas desde Marchena que eran más baratas.

En el transcurso del montaje se mantuvo una reunión con todos los que estaban participando para organizar, una vez terminada la caseta, el trabajo en la barra, los turnos de limpieza y demás detalles, quedando por resolver el nombre que se le pondría en la portada. Sebastián Martín dijo a los reunidos que el nombre que debería llevar la caseta era “Los Coreanos”, ya que se suponía que la gente lo relacionaría con el equipo de fútbol de la selección nacional de Corea, que en el mundial que se había jugado recientemente esta selección con poco equipo y técnica había sorprendido por su enorme coraje y lo rápidos que eran. Se decidió que en la entrada se pusiera un cartel en el que figurase “LOS COREANOS”.

A pesar de que muchos de los curiosos que se acercaban pronosticaban que no iba a estar terminada para el primer día, lo cierto es que llegó el día de inauguración, en la víspera de la feria, y la caseta abrió al público, gracias a la voluntad puesta en su confección y a una buena organización.     

La caseta fue todo un éxito: en lo social porque los trabajadores y el pueblo en general tuvieron un sitio en la feria donde poder entrar libremente, sin portero que le retuviera y tener unos precios populares y asequibles a los bolsillos de los más humildes y porque las personas mayores podían sentarse por primera vez en un velador sin que se les exigiera ninguna consumición. En lo económico porque después de haberse pagado todo lo que se había utilizado en la caseta -bebidas, comida, etc.- quedaron unas 15.000 pesetas de beneficio. Y en lo político porque fue donde este grupo de militantes alcanzó una gran relevancia, ya que todo el pueblo supo que la caseta era de los comunistas y por la indignación tan grande que supuso para los fascistas por la respuesta unánime que dio el pueblo de Fuentes a la caseta.

Los encargados de las finanzas de la caseta, abastos y caja fueron Antonio Jiménez Rabadán, Justo Ruiz “el Parro” y Francisco Campos. Fue tal la repercusión que tuvo el éxito de la caseta que el asunto sería tratado en un pleno monográfico y extraordinario del ayuntamiento, como así consta en las actas municipales del 30 de septiembre de 1967, y produjo una gran indignación entre las autoridades locales que meses más tarde, con motivo de una caída del partido en Sevilla, salió a relucir la caseta de “Los Coreanos” y fueron detenidos Sebastián Martín, Fernando González, Salvador Galán, Bernardino Caro y días después Diego Gutiérrez y Bartolo.

Terminada la feria de 1967, y dado el gran éxito que se había tenido con la caseta de “Los Coreanos”,  se celebró una reunión con todos los que habían trabajado para analizar los resultados y conocer los beneficios que se habían sacado. Intervino Sebastián Martín, destacando el éxito obtenido en la caseta y lo positivo que había sido todo, especial y fundamentalmente la gran participación del pueblo. Propuso que, como el beneficio económico también había sido bueno, hacer una fiesta en la explanada del Silo, en el barrio de La Rana, e invitar a todos los que quisieran asistir por el extraordinario apoyo que les habían dado en la feria.

El alcalde Herrera Blanco denegó autorización para la fiesta argumentando la peligrosidad de la misma, pues al reunirse mucha gente y ser una fiesta de consumo de alcohol se corría el riesgo de que la situación se desbordara y se produjera un problema de desorden público, trayendo graves consecuencias para los organizadores. De aquí en adelante los miembros del partido tuvieron muchos problemas para que les concediesen un sitio en la feria para poder montar la caseta.

Las acciones anteriores, tanto el éxito de la caseta “Los Coreanos”, como la denegación del permiso de la fiesta en el Silo, fueron tratadas en un pleno extraordinario y monográfico, presidido por el alcalde José Herrera Blanco y celebrado el día 30 de septiembre de 1967, cuyo único punto del orden del día fue: “Exposición de los hechos acaecidos en relación con el paro obrero”. El alcalde comunicó a la corporación municipal cómo había presentado un informe al gobernador civil relatando los acontecimientos ocurridos en la villa sobre el paro obrero y que habían sido reflejados en la prensa.

La memoria presentada decía “los vecinos Sebastián Martín Caro, Antonio Gutiérrez Cordón, Francisco y Fernando González Tortolero, Bernardino Caro López y Francisco Bejarano López (estos últimos respectivamente, presidente y vicepresidente  de la sección social  de la hermandad de labradores) son elementos notoriamente conocidos en la localidad por sus ideas extremistas (algunos de ellos con antecedentes ) y se suponen en contacto con organizaciones extranjeras y otras dentro de nuestra Patria, cuyo fin primordial es combatir al Movimiento. El primero de los citados, el día 1º de Mayo, precisamente con el pretexto de su despedida de soltero (estado civil en el que a la sazón continúa) tuvo una reunión con los demás citados y otros agregados hasta totalizar veinte aproximadamente, en el lugar “Pinos de la Aljabara”(…) Los días 27 al 29 de agosto, feria local, fue montada una caseta en el ferial (…) Dicha caseta fue denominada “Los coreanos” y dirigida por los relacionados Sebastián Martín Caro y los restantes”.

También relata este informe cómo no se llegó a celebrar una velada en los terrenos del Silo municipal, que con motivo de agasajar a los camareros de la caseta se pretendía hacer, porque se le pidió el nombre de todos los asistentes y que ellos se negaron a dar. También se refleja la forma de hacer proselitismo para la causa a través de sus miembros. Incluso llega a asegurar que esta organización quiere hacer un club de caza para tener fácil acceso a las armas, ya que es muy posible que esté en contacto con el Socorro Rojo Internacional y otras organizaciones extremistas para el régimen. Llega asimismo a insinuar que el cura Eduardo se dedica en sus predicaciones a incitar a la lucha de clase, destacando las diferencias sociales de manera vehemente y alentando a los trabajadores a que acaparen los órganos de poder de la hermandad de labradores.

También los componentes de la dirección de la hermandad de labradores han renunciado a sus cargos al estar en la sección social Bernardino López y Francisco Bejarano, como presidente y vicepresidente de la misma, y estar catalogados como elementos subversivos. El grupo de presión, alentado por el cura de la parroquia, ha llegado a mandar a los medios de comunicación las necesidades de los trabajadores y ante su publicación el propio alcalde se queja de ello al gobernador civil. “Se vitupera a un pueblo con presuntas necesidades de sus obreros proclamadas en prensa y radio pirata bajo el lema: Estamos pasando hambre y que ello llegue a impactos como el que refleja en su carta a la alcaldía un vecino de Palma de Mallorca”