En Fuentes, el domingo piñata ni hay piñata, ni empieza la cuaresma ni se quema sardina alguna, aunque termina el carnaval. El domingo piñata es una metáfora que celebra la dualidad del alma humana, la frontera que separa el desenfreno que sueña el pícaro y la contención del temeroso de dios. El yin y el yang. Algo así como el corto espacio que separa a Sancho Panza de Don Quijote. El demonio y la carne, frente al recato del beaterio. El infierno o el paraíso, el calor o el frío, el Betis o el Sevilla, la Macarena o la Esperanza, la feria o la Semana Santa, Antonio o Manuel Machado, Alfonso Guerra o Felipe González. El jolgorio o el cobrador del frack. La taberna o el confesionario. El entornao o la dieta.

Dicen quienes saben de la cuestión que en el remoto inicio del siglo pasado hubo piñatas en la Carrera, acompañadas de jolgorio con bandurrias, guitarras y acordeón. Debieron de ser un espectáculo. Nadie las vio, aunque todos dicen que las piñata consistían en una olla llena de regalos que al ser rotas desparramaban sus dones sobre los celebrantes. El cielo aún era generoso con quienes festejaban la vida y no la muerte. Nadie las vio, aunque todos las mientan cuando se acerca el final de la bacanal de murga, máscara y cerveza. Nadie las vio, pero cuentan que Don Carnal tenía las formas (y los olores) de los jamones, los chorizos, las morcillas y las asaduras de la taberna que Antonio el Parro regentaba en la Carrera.

Tampoco los jamones del Parro los vieron muchos en aquellos años de penuria, aunque existir dicen que existieron como las piñatas de la Carrera. Lo que todo Fuentes sabe es que el aroma de los jamones y las morcillas de los hermanos Parro sobrevolaba la Carrera llena de máscaras en aquellos años de alacenas repletas de telarañas. Olerlos, pero no catarlos. Los hermanos Ruiz "Parro" tenían en la Carrera lo que ahora sería algo así como una red de franquicias. Un Starbucks en versión fontagiega. Antonio, en la esquina de la calle Caldereros, José María en la parada del camión viajero y Manolito en la esquina de la calle Nueva. Los tres echaban el humo de las calderas de Pedro Botero durante el carnaval, aunque Don Carnal habitaba preferentemente con Antonio el Parro, el de los mejores jamones de Fuentes.

Interior de la taberna de Antonio el Parro

Desde finales de la década de 1940 y hasta 1986 que cerró su taberna, Antonio el Parro llegó a tener más clientela que todos los bares de Fuentes. Era el bar señorial de Fuentes, la taberna de los señoritos. El lugar de elección de los niños y niñas litris. Dice la Academia que litris son aquellos que "presumen de elegantes o inteligentes y resultan ridículos, cursis". Pijo sería una adaptación actual de aquel término ya en desuso. Pues eso, los pijos y los petimetres de entonces, luciendo patilla y bigotito recortado, se concentraban comiendo buen jamón en la barra y los veladores de la taberna de Antonio el Parro, mientras el pueblo contaba las pesetas que les faltaban para adquirir por la ventana de la calle Caldereros cien gramos del tocino desechado.

El Parro tenía carnicero propio, Manuel Martínez "Pollo", encargado de ir al matadero municipal para hacerse con lo mejor que se podía comer en Fuentes. En la época de los años 50, estar en la taberna de alguno de los tres Parro de la Carrera vestía bien, daba buena imagen. Especialmente la de Antonio un domingo piñata. Eran famosos los agricultores Ismael Arropía y Miguel Oviedo, uña y carne, fieles al vino manzanilla, al jamón y al queso tabernero. En la taberna de José María andaba el carnicero Manuel Rodríguez Flores contando que de joven iba con el "Tiri" a dar portes con los carros. Algún que otro guardia civil de trafico venía de Sevilla buscando "el esmerado servicio" de José María Ruiz el Parro.

Hermanos eran los Parro, pero no primos puesto que se hacían una competencia despiadada. José María se jactaba el día que Antonio solamente tuvo como cliente a Vergara. A la taberna de Manolito el Parro, tercer Don Carnal de la Carrera, acudían algunos directivos del equipo de fútbol de Fuentes y jugadores de la década de los 50. Allí estaban Paco el 90, Paco Maudilio, Juan Osuna, Manolito el de la plaza, el practicante y presidente Alfonso Gómez Tovar, Antonio Armías y Paco Zapatero.

Un domingo piñata, la murga le sacó a Manolito una copla que decía "Como bien dice la copla / Se está viviendo a lo loco / Como ya hemos comprobao / Cualquier chalao tiene una amoto / Manolito el Parro tiene / Una amoto seminueva / Y pa que lo arreglara / Fue anca Vergara que estaba una prenda / Cuando Vergara puso cuatro cosas / Invitó a la Liosa y la convidó / Y cuando iba por la Carrera arriba / Ardiendo en llamas viva iba el motor / Manolito daba voces / Diciendo está es mi ruina / Y Vergara y Vergara se esforzara / Pa sacarle la gasolina / Cuando apagaron el fuego / Se le oyó decir a la Liosa / Manolito este cacharro / Cuando lo pintes vale tres gordas.