Todo lo que pasaba en Fuentes parecía de ciencia ficción: un vaquero pedía un préstamo al banco para comprar 100 becerras de selección y el banco le daba el dinero. Luego, cuando las becerras se hacían vacas y empezaban a dar leche, el vaquero pagaba el préstamo porque los precios de coste eran asumibles y a partir de ese momento el vaquero podía vivir tranquilo el resto de sus días ganándose el pan con el ordeño. La leche de cabra también valía dinero y los cabreros podían subsistir holgadamente. Cualquier trabajador llegaba al banco para comprarse un coche o una casa, lo atendían sin hacer cola, le llamaban de usted y salía feliz como una perdiz casi con la llave en la mano.

Precisamente en ese mundo como salido de la mente calenturienta de un guionista de películas de ciencia ficción (nada de neorrealismo de Visconti o Rossellini) sucedieron dos cosas espeluznantes que erizaron la piel de todo Fuentes: el 12 de marzo de 2000 José María Aznar había ganado las elecciones por mayoría absoluta y el 11 septiembre de 2001 dos aviones derribaron las torres gemelas de Nueva York. Y eso que la piel de Fuentes está bien curtida. Este lunes se cumplen 22 años de aquel suceso. Sabido es que la realidad imita al arte. Después de esos dos hechos, triunfo arrollador de Aznar y atentado de las torres gemelas, cualquier cosa cabía esperar que sucediera en el mundo.

En el museo de Arte Contemporáneo de Castellón eran las tres de la tarde cuando Juan de Nieves, subdirector, contaba al segurata que esto escribe la novedad de las torres gemelas. No podía dar crédito a lo que estaba oyendo y hube de esperar a llegar a casa para verlo por televisión. En aquel mismo instante, Sebastián Mendoza, "Sebastián el alcalde", encendió el televisor y se chocó con la imagen de una de las torres gemelas en llamas. En el Pirulí de TVE se han equivocado y en vez del telediario han puesto una película de marcianitos, pensó.

Museo de Arte Contemporáneo de Castellón

El 11 de septiembre podía ocurrir lo que ocurrió. En Fuentes, que el Matapollos le estuviera enumerando al Wyly los dineros que ganaba en el campo y le añadiera que los tres mejores políticos de España eran Aznar, Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz Gallardón. Pura ciencia ficción. Y eso que hasta entonces Matapollos solo era capaz de hablar de Zidane. Algo muy grave debía de estar pasando en el universo fontaniego. Joaquín Muñoz "Pintao", más de izquierdas que Sabina, sostenía que estábamos viviendo con Aznar un buen ciclo de la economía. A Aznar le había tocado en la lotería un buen ciclo, como a cualquiera le tocan dos millones en los ciegos. Era la suerte, no cosa de gestión política de izquierdas o derechas.

Perplejo, un año después de las elecciones todavía el pueblo de Fuentes andaba llorando por los rincones preguntándose cómo era posible que los trabajadores hubiesen votado a Aznar. Felipe González llevaba cuatro años lamiéndose las heridas lejos de la Moncloa. ¡Por mayoría absoluta! Lo nunca visto. Todo Fuentes creía que a partir de ese fatídico 12 de marzo de 2000, el subsidio agrario tenía los días contados. El miedo era palpable y el fantasma de la emigración recorría de nuevo los mostradores y veladores. Volverían las maletas de las fresas, lo olivos y las vendimias. Poco más tarde pudieron comprobar que José María (ya era como de la familia) no le quitó el paro a nadie. Manuel Matapollos decía que en tiempos de Aznar los albañiles de Fuentes ganaban mucho dinero y que los sábados todos estaban borrachos, mientras sus mujeres andaban en la peluquería.

La cosa siguió como lo había Felipe, atado y bien atado, y un suspiro de alivio se oyó hasta en lo más alto de la torre de la iglesia. En medio de aquella suerte de suspiro se oyó la voz de Pepe Flores, "Niño la Justita", decir que en Fuentes había pleno empleo. Rivero el Cartero contaba en el Noventa que era imposible encontrar un albañil libre en Fuentes. Estaban todos en Málaga ganando sueldos de ciencia ficción. Hasta peones que no sabían ni juntar arena cemento y agua ganaban buenos sueldos. Sostenía Manuel Matapollos que en la parte de riego del Guadalquivir (Brenes, Lora...) había trabajo para todo el mundo. Pero aconsejó a Pepe Palmarate que dejara el campo y se metiera a vigilante jurado, un trabajo más llevadero.

Podía ocurrir cualquier cosa, pero ocurrió que Aznar se alió con Bush, presidente de los EEUU, y Blair, primer ministro británico, en la lucha contra los árabes. Aznar codo con codo con los gendarmes del mundo. El imperio contraataca. La tercera guerra mundial en ciernes. Decía Manuel Matapollos que Aznar, en vez de la bandera de España, hubiera querido tener la de EEUU. Francia se quedó al margen porque sabía cómo las gastan los árabes con esto de las guerras. En cambio, el tonto de Aznar se alió con Busch y tuvimos las consecuencias que tuvimos. Por eso José el Gato, "Nabo Duro", sacaba la navaja y señalaba a la pantalla cada vez que Aznar aparecía en el televisor y la mujer le decía "guárdala, vaya a ser que lo rompas y tengamos que ir anca er Pelao a comprar otra".

La mujer del Gato anda servida de sabiduría y filosofía popular como sólo abundan esos rasgos entre las mujeres de Fuentes. Todo lo contrario que Ana Botella, la mujer de Aznar. Si la Botella le hubiera dicho lo mismo al presidente del Gobierno cuando la guerra de Irak o cuando los atentados terroristas del 11 de marzo de 2004 en Atocha otro gallo le habría cantado al PP. En Atocha murieron 193 personas y alrededor de 2.000 personas resultaron heridas. Las mentiras de aquellos atentados, que Aznar se empecinó en atribuir a ETA y no al integrismo islamista, le costaron las elecciones de aquel año. Los días 11 habría que suprimirlos del calendario. Los días 11 y los presidentes mentirosos.

Sebastián Mendoza y su cuñado José el Gato supieron aquel año que el segurata que esto escribe trabajaba en el museo de Arte Contemporáneo de Castellón. Otra película de ciencia ficción. Les parecía mentira que el presidente Aznar gastara dineros en cosas así. Para ellos, un museo de Arte Contemporáneo era un lugar donde no entra nunca nadie porque expone cosas que sólo gustan a extravagantes. Gente rara. Con lo bien que irían esos dinero en otros menesteres. José Luis Gimeno, alcalde de Castellón, del PP, tenía que ser tonto de capirote para pagar una exposición titulada "Un móvil en la patera, diseñando el siglo XXI".

La muestra marcaba las pautas del diseño mundial en los últimos años, planteando un recorrido por las nuevas formas de comunicación: el mundo de los sentidos, el rito, la tacticidad, el reciclaje, la doble funcionalidad o el condicionamiento de la forma al concepto todo aporta nuevas tipologías al mundo del proyecto. Jesús Jesús, qué forma de tirar el dinero y perder el tiempo. Sebastián y José habían sido obreros agrícolas fontaniegos emigrados en Suiza, uno durante 12 años y otro durante 22 años. Dos extraterrestres en los Alpes.