No hay quien duerma en el paseo de San Fernando, más conocido como del Coño. Cada fin de semana, los vecinos de este paseo miran pasar las horas hasta que algunos bares deciden apagar sus equipos de música. Muchas noches les dan la una, las dos, las dos y media... A esa hora pueden por fin conciliar el sueño, pero no por mucho tiempo porque a la ocho de la mañana siguiente aparece rugiente la máquina barredora a recoger la abundante basura dejada la noche anterior por la marcha juvenil. O no tan juvenil, que todo hay en la marabunta que cada viernes y sábado se da cita en el paseo de San Fernando. Paseo del Coño... de la Bernarda durante las noches de los fines de semana.

Es tanto el furor que se desata por las noches, que ni las multas logran aplacar la música. En este momento hay en curso una sanción municipal contra uno de los bares de copas que puede ascender a 30.000 euros y cierre del establecimiento por seis meses. El expediente se abrió a raíz de la llamada de los vecinos el domingo 28 de mayo, noche electoral. Era la 1:24 cuando se produjo la llamada a la policía, que se personó en el lugar y abrió acta de sanción por incumplimiento de la ordenanza municipal. El bar no tiene licencia para poner música a ninguna hora y sólo puede ponerla pidiendo un permiso especial para un día determinado, pero nunca mantenerla después de las doce de la noche.

Unos bares tienen permiso de música y otros no. Pero ninguno la puede poner pasadas las doce de la noche. Algunos de la parte baja del paseíto no tienen permiso y son precisamente los que sacan a la calle los equipo de sonido más potentes. La Policía Municipal y la Guardia Civil han abierto varios procedimientos sancionadores y algunos han concluido con sanciones económicas importantes. Por ejemplo, uno de los bares tiene pendiente de pago 7.700 euros de multa, cifra que va camino de traducirse en embargo porque han vencido todos los plazos de abono voluntario. Otro pagó una multa de 180 euros. La sanción era de 300, pero se acogió al descuento por pronto pago.

La denuncia abierta hace un mes, el 28 de mayo, está aún en trámite, sólo pendiente del trámite de alegaciones y posterior resolución. Fuentes municipales señalan que la falta cometida es grave y reiterativa, lo que puede conllevar una sanción de hasta 30.000 euros y cierre cautelar del local por un periodo de seis meses. El ayuntamiento recibe frecuentes quejas de los vecinos del barrio, que protestan por las molestias y reprochan que no se tomen medidas más drásticas. El alcalde reconoce que el problema es grave y afecta a la convivencia de muchas personas, pero trata de llegar a una solución pactada entre los vecinos y los propietarios de los bares. Es lo deseable para no forzar a nadie. Misión imposible hasta ahora. Buenas palabras, todas. Resultados reales, ninguno.

Por eso, la música vuelve a subir hasta las nubes en cuanto llega la noche del viernes y el problema se repite el sábado. Y así cada fin de semana, cosa que se agrava con la llegada del verano y con la necesidad de abrir las ventanas tratando de aliviar el calor. "Aquí no hay quien duerma" es la queja más repetida en todo el entorno del paseíto San Fernando. Y vuelta a las protestas. Los vecinos se limitan a quejarse y a pedir mayor contundencia municipal. No se organizan y alguno sugiere salir una noche con bates de beisbol a destrozarle los equipo de música a unos cuantos. Violencia no escasea en el paseíto, escenario de bastantes peleas nocturnas. En el ayuntamiento temen que la tensión se desboque cuando alguno se venga arriba.

Dos de los bares más conflictivos andan picados con la música. A ver cuál la pone más fuerte y la mantiene hasta más tarde. Parten de la teoría de que cuanto más alto está el volumen, más consumo generan en la clientela. No les debe de falta razón porque mejor que ellos nadie conoce cómo funciona el negocio. El de los bares de copas es un negocio efímero y hay que aprovechar mientras dura. Tres, cuatro o cinco años. Pocos aguantan más tiempo antes de traspasarlo. Contra viento y marea. Contra sanciones y malo rollos. Dura poco y hay que sacarle provecho. En poco tiempo echan la persiana y el negocio cambia de manos. Y vuelta a empezar. Unos vienen y otros van. Menos los vecinos, que siguen aguantando el calvario año tras año. Al Calvario se sube por el paseíto San Fernando. Bien lo saben quienes allí pierden el sueño cada fin de semana.