La taberna de Paco España fue por un lago periodo de tiempo la casa de muchos fontaniegos. Podríamos decir que los clientes "vivían" en la taberna y posada de Paco España, situada en la actual plaza de Andalucía. Tan fieles eran sus parroquianos. El establecimiento desapareció hace mucho, pero pervive en la memoria de cientos de fontaniegos de aquella época. Los jóvenes puede que hayan visto alguna vez el nombre de "Casa España" grabado en el toldo de una ventana (ver fotografía al final de este artículo). Si la taberna era la casa común de los clientes de Paco España, los parroquianos de su gran familia se reunían en torno al mostrador. A continuación viene una parte del amplio santoral que componía la peculiar parroquia.

Imprescindible en aquel templo del dios Baco era Luis el Beato, como se le conocía en Fuentes. Su padrenuestro de cada día consistía en tomarse su vaso de gaseosa La Casera mientras extraía y encendía, parsimonioso, un cigarrillo de su paquete de Sombra. Muy aficionado al fútbol, la pasión de Luis el Beato era la selección de Brasil y su jugador preferido por aquella época de los 70 era uno llamado Roberto Rivelino. Hombre de campo, el Beato siempre calzaba botas camperas. Luis decía que Rivelino era maestro del disparo, sus pases eran magistrales y su regate era tan peculiar que no había quien parase su avance en ataque. Sin olvidar la calidad de sus lanzamientos de penaltis y tiros libres. Paco España tenía gran aprecio por Luis el Beato y se cuidó mucho de no perderlo como cliente. Luis vivía allí al lado, en el Cerro, aunque vivir vivir, vivía en la taberna de Paco España.

Roberto Rivelino

Otro miembro de la familia de la taberna Paco España era Manuel Matapollos. Podríamos decir que cuando no estaba ancá Paco España vivía en la calle Cerrojero. Matapollos era uno de los hombres con más valor y determinación que por aquel entonces había en Fuentes ante situaciones arriesgadas o difíciles. Puro nervio, pura sangre. Con más carácter que estatura, pero muy bien plantado. Cuando a veces bebía un poco más de la cuenta tendía a la porfía, a la polémica y a la bravuconada. Entonces, Paco España, con aquella voz potente que gastaba en ocasiones, empezaba a pegar voces diciendo que el Gobierno debería imponer la ley seca, igual que existía en los Estados Unidos.

Como el Beato, como casi todos en aquella peña de la pensión, muy aficionado al fútbol era también Manuel Matapollos. Una de sus pasiones era Luis Aragonés, del que ya entonces decía que iba a ser una de las mayores leyendas del Atlético de Madrid. Otra de sus pasiones fue el alemán Franz Beckenbauer. Decía que en el futuro Beckenbauer sería reconocido como uno de los mejores futbolistas de todos los tiempos y el más grande en su posición y en la historia de su país. Matapolllos debió de tener dotes de adivino.

Luis Aragonés

Asiduos y clientes clásicos de Paco España eran el Mestizo y el Canani, siempre cantando en las noches de verano, abrazados a una guitarra o bailando. Una romería permanente era la puerta de Paco España. Entre los romeros, Manolito el Andonda, que vivía fijo en su posada. Panadero de tránsito en la calle Mayor, fumador arraigado, murió en un incendio que hubo en la posada. Destacaba su constancia en tomarse el vasito de cerveza. De verano venían a la posada granadinos que con sus cosechadoras hacían la recolección. De aquellos forasteros, los más singulares eran Jesús y Miguel, dos palentinos que venían de verano a la recolección. Dos hombres que por su grosor, densidad y firmeza, transmitían resistencia al mismísimo aire de la posada y compensaban la liviandad de los toreros de paso al baile de la plaza portátil que ponían en la Feria.

Paco España estaba casado con la Frasquita, con la que tuvo tres 3 hijos: el Nene, como se le conocía, era un chaval muy manitas, habilidoso, siempre haciendo cosas casi nunca útiles; su hermana Carmen, guapísima, habitual camarera del establecimiento; y por último Enriqueta, muchacha trabajadora como pocas. Paco España ofrecía cuadra a sus clientes que viajaran con borricos, mulos o caballos. Pronto transformó aquel aparcamiento animal en un salón, donde se celebraban peleas de gallos y se realizaban algunas bodas, comuniones y hasta mítines, llegado el caso.

No sólo los hombres componían la clientela habitual de Paco España. Asiduas eran dos vecinas muy singulares: Salud la de Maudilio y Angelita Díaz estaban siempre en la posada. Llamaban comadre a la Frasquita, tabernera como queda escrito más arriba. No en balde, la taberna y posada de Paco España tenía muy buenas tapas y muy buenas comidas para los huéspedes.

Cliente habitual era también Garaña, que gustaba de comentar películas de cine. Poco más o menos en 1976, cuando se estrenó la película Manuela, solía resaltar el buen papel que hacía Charo López, interpretando a la protagonista y que la elección de la música, de Triana y Lole y Manuel, había sido todo un éxito. El que tenía asegurado el éxito en las partidas de cartas de la taberna de Paco España era Antonio Corso. Imbatible, tenía la capacidad para jugar a las cartas correctamente y gran facilidad. Corso acostumbraba mirar las cosas con mucha atención y detenimiento y captaba detalles que normalmente pasaban desapercibidos a otras personas.

Y qué decir de Amadeo y el Manzano, cuya casa era también la taberna de paco España por más que ellos figuraran como residentes en cortijos de los alrededores de Fuentes. Pobres como se era pobre por estas tierras en aquellos años 70, vestían siempre a la antigua usanza. Amadeo tenía la costumbre de alzar la voz hasta límites extremos. El teléfono móvil nunca le hubiera hecho falta para comunicarse con alguien que estuviera dentro del término municipal. A veces se ponía a cantar entonces la taberna de Paco España parecía una romería. El Manzano se dedicaba a traer y llevar las tomizas de hilillos que vendía por Fuentes.

Pero flamenco como ninguno en aquella fauna española de Paco España era el gitano Utrerano, como se le conocía, la vida más espectacular que ofrecía la taberna de la plaza. El Utrerano era la de estar sentado en el mostrador con su paquete de Whinston, su copita de manzanilla y su tapita de jamón pata negra. A su lado se hacía ver Salvador Elena, conocido como "Salvador el Tolito", señor que se ajustaba con exactitud a las normas o a lo establecido. Algo más allá de ellos, el figurín del "Lotero del Cerro", hombre de pelo negro como el carbón, chaqueta negra, tez morena, muy delgado. Callado, el Lotero se tomaba su cervecita, comía con ansiedad lo que Frasquita le servía, por lo general un plato de arroz con pollo acompañado de su vasito de vino.