El silencio, ese silencio que aprendimos todas porque nos dijeron que nos convenía, porque nos salvaba de la vergüenza del “cómo te ha pasado eso a ti” o "si sigue con él es porque quiere”. Acaso nada saben de la manipulación, de esa oscuridad que va apagando la luz hasta dejarte a oscuras donde tienes que andar a tientas, intentar salvar el amor perdido, la lucha por conservarlo, el orgullo malherido que intentaba salir a flote, más bien la dignidad.

Mientras el amor romántico, ese concepto inventado por el patriarcado y que tanto mal nos ha hecho a las mujeres y nos lo sigue haciendo, te va diciendo que des otra oportunidad. Así sigues buscando dentro de esa persona que te anula, te maltrata, a esa otra que un día conociste y que saldrá otra vez regalándote amor y protección. Esa persona que crees que está dentro, ésa que conociste, no existe, o sí, pero está unida a otra a la que no reconoces, junto a ésta que cree, porque así se lo han ensañado, ser el amo y señor, el de los privilegios. Desengáñate, para que una persona tenga privilegios otra tiene que carecer de ellos.

Cuánta violencia sufrida en silencio por las mujeres, a veces sin que la víctima se dé cuenta. Solo cuando las personas que la quieren bien advierten que ya no es la misma, que se ha apagado la luz de sus ojos, que pone excusas para no hacer aquello que le gustaba y disfrutaba, porque ya no tiene tiempo, dice, porque ya tiene otras obligaciones, porque es mejor no tener una escena, una queja que puede convertirse en algo más que le da miedo aún sin confesárselo, porque hay que sobrevivir y no hay otra salida. O eso le han hecho creer.

Hay muchas clases de violencias hacía las mujeres. La más grave, la que no tiene vuelta atrás, es el asesinato, pero antes y sin llegar a ello está la que se vive en silencio día adía, sutilmente cuando el victimario es la pareja, el padre, el hermano o aquella otra que se sufre de un desconocido que va desde un piropo “esa costumbres bonita” que la más de las veces humilla, hasta la violación.

El cuerpo de la mujer se sexualiza, se cosifica, para poder ejercer violencia sobre él sin generar conciencia de estar haciéndoselo a un ser humano. Un ser humano que en el fondo se considera de la propiedad del que ejerce la violencia. ¿O no es esto lo que ocurre en las violaciones dentro de la pareja? Nosotras mismas, las mujeres, aceptamos esa violencia que va minando nuestra autoestima a cambio de una cierta paz engañosa.

No escribo esto por la cercanía del 24 de noviembre, aunque también, sino porque es necesario hablar de ello días y días, enseñar en la escuela, en los institutos, en las familias. Hay que cambiar la mentalidad y así cambiar la sociedad. Educar a la sociedad entera porque unas leyes que solo son eso, leyes, no son suficientes para cambiar una estructura  de siglos. Hay que romper el silencio y gritarlo a los cuatro vientos.