Apenas queda su vieja silueta rodeada de esparragueras silvestres y, en primavera, el algodón que crece a su alrededor. El Molino de las Dos Vigas se sobrepone al avanzado estado de ruina en que se encuentra. Está en la localidad vecina de La Campana, aunque muy cerca de Fuentes de Andalucía. Unas viejas parras se están apoderando de él, vestigio de un antiguo lagar quizás. Sus centenarias maderas, tronchadas por el tiempo, resisten año tras año. Como si esperaran un milagro que nunca llega, a duras penas logran no hundirse del todo.

El Molido de las Dos Vigas tiene una estructura que pudo crecer a medida que las necesidades productivas lo requerían en aquellos tiempos, hasta tener la dimensión que aún conserva. El perímetro mural forma un gran rectángulo partido por una crujía ubicada en el centro, donde las pocas tejas que quedan amenazan al visitante, de manera que, al entrar al viejo molino, quedan definidos dos patios y un viejo pozo en el centro donde en su día se abrevaría el ganado. En el patio central es posible atisbar una de las más importantes almazaras conocidas en la comarca, con dos torres de contrapeso. Ingeniería antigua que hoy solo las palomas habitan.

Una de las torres (en la foto de arriba) aún tiene la cubierta de azotea con un monolito que podría ser el basamento de una cruz. De las naves, una se mantiene en pie como buenamente puede y muestra una arquería de tres tramos, siendo mayor el central como se aprecia en la fotografía. En el lado izquierdo del patio se ubicaba un tinao del que aún se ven restos de un pesebre.

Testigos materiales de un pasado de raíces agrarias todavía cercano, hitos de las pautas seguidas en la ocupación y organización del espacio, expresión de las tradiciones arquitectónicas y maneras de construir desarrolladas en la campiña, testimonios de una sociedad y de sus formas de vida, legado cultural de múltiples facetas, base de proyección de futuro para que no desaparezca... En suma, un valioso conjunto de obras que constituye un capítulo esencial del patrimonio arquitectónico de los pueblos y las gentes de la comarca. Un patrimonio que desaparece engullido por el paso de los años y por el imperio de la indiferencia -penuria- cultural que aqueja a esta sociedad de consumidores sin alma.