Lo que era un beso inocente ya es un beso político. El ruido le ha ganado al silencio. El feminismo le ha ganado al machismo. La valentía le ha ganado al bienquedismo. El ruido del Ministerio de Igualdad y del movimiento feminista ha generado un consenso social sobre la violencia sexual, ha instalado el consentimiento en el centro, ha roto el cerco de la violencia sexual normalizada. El ruido ha modificado el sentido común y ha generado otro.

Un beso en la boca aparentemente inofensivo, fruto de la explosión de euforia y ejecutado por un señor poderoso, muy poderoso, contra una jugadora de la Selección Española de Fútbol mientras todo el país saltaba de emoción y alegría a la vez que la capitana, Ivana Andrés, levantaba la primera copa de campeonas del mundo y callaba a quienes decían que las mujeres no estaban capacitadas para jugar al fútbol. Luis Rubiales, presidente de la Real Federación Española de Fútbol, es poderoso, muy poderoso, en el sentido de que está respaldado por equipos de fútbol que generan al año más dinero que algunos países que se sientan en la Asamblea General de la ONU.

Un señor, Luis Rubiales, que es poderoso, muy poderoso, porque detrás tiene el respaldo de marcas comerciales poderosas. Entre ellas, las principales empresas cotizadas del mundo, que patrocinan el fútbol español y mundial y que hacen posible los fichajes astronómicos que se pagan en el negocio del balompié. Luis Rubiales lo tiene todo para que la impunidad reine a su paso. Por si fuera poco, también tiene detrás a una prensa deportiva adocenada, que vive de los mismos patrocinios y cuyos periodistas que están al frente lo están porque han sabido medrar en un submundo de mediocridad, machismo y ausencia de valores éticos. En las redacciones periodísticas se dice que “el que vale, vale, y el que no a deporte”. Por desgracia, y salvo honrosas excepciones, el periodismo deportivo es una ciénaga de mediocridad, machirulismo y señores que se ponen nerviosos cuando les llama el presidente de un club de fútbol o el mánager de un futbolista.

Un año lleva la prensa deportiva hablando de forma despectiva del ‘Motín de las 15’, en referencia a una carta que enviaron quince jugadoras de la Selección Española de Fútbol a Luis Rubiales para denunciar un trato inadecuado del seleccionador, Jorge Vilda, y de la propia Federación. Muchas de esas mujeres decidieron no vestir más la camiseta de España a nivel internacional porque preferían no levantar una Copa del Mundo a cambio de ser humilladas. Que me perdonen las honrosas excepciones que se dan en el periodismo deportivo, que las hay y cada vez más, gracias entre otras cosas a la entrada de mujeres en sus redacciones, pero hay que recordar que hasta hace poco uno de los periódicos más leídos de España, el AS, todavía regalaba a sus lectores la imagen de una mujer semidesnuda en la contraportada que, aunque es la última, es siempre la más leída y la más observada en la barra de los bares, en las oficinas, en los puticlubs o en los bingos, que son los lugares donde se cierran muchos negocios futbolísticos.

La pregunta que se hacen todos estos señores poderosos, muy poderosos, es cómo un beso inocente, de los muchos que le dan todos los días a sus subalternas sin que nadie se entere, ha podido convertirse en un debate internacional sobre la violencia sexual que sufren las mujeres de forma normalizada. Cómo es posible que señores que lo controlan todo, amparados por radiodifusores del machismo, acostumbrados a usar un lenguaje y maneras soeces, vulgares y denigrantes contra las mujeres, estén siendo juzgados en la plaza pública por una sociedad que considera que no es tolerable dar un beso sin consentimiento ni tocarle el culo o los pechos a una mujer. “¿Cómo es posible que estas feminazis nos hayan montado este pollo?”, se deben andar preguntando en los cenáculos de los hombres poderosos, muy poderosos, que controlan el negocio del fútbol.

La respuesta se llama ruido. El ruido de cientos de mujeres que se manifestaron en las calles contra las sentencias que exculpaban a delincuentes sexuales porque la víctima no podía mostrar pequeñas heriditas, parafraseando a la ministra de Justicia, Pilar Llop, durante su campaña contra esas niñatas del Ministerio de Igualdad que introdujeron el consentimiento en el Código Penal. La respuesta se llama ley del sólo sí es sí, esa que los Luis Rubiales decían que los iba a obligar a tener que firmar un contrato antes de follar y por eso fue quemada en la hoguera la ministra que la defendió, Irene Montero, por negarse a ‘corregir’ la norma después de una campaña feroz de medios de comunicación y jueces que, incumpliendo la ley, soltaron a violadores y rebajaron condenas para obligar a dimitir a la titular de Igualdad o provocar su cese o su veto en las listas de Sumar, como finalmente ocurrió.

Todo con el apoyo del director de La Sexta, Antonio García Ferreras, el hombre del poderoso Florentino Pérez en la tierra, el antiguo jefe de comunicación del Real Madrid que, anteriormente, desde su puesto de director de informativos de la Cadena Ser, trabajó sin descanso a favor de la operación de recalificación urbanística de la ciudad deportiva del Real Madrid. Llevándose por delante a Matilde Fernández, la entonces portavoz del PSOE en el ayuntamiento de Madrid, que fue vetada en la Ser por oponerse a la operación galáctica de encarecimiento de suelos urbanizables para la especulación de Florentino.

Un tuit publicado por el exportavoz de Podemos en el Congreso, Pablo Echenique, sobre las 16 horas del domingo 20 de agosto, en el que se podía ver el beso inocente de Luis Rubiales a la jugadora Jennifer Hermoso, fue considerado como ruido, acusando incluso a Echenique de empañar el triunfo de la Selección Española. “¿Esto de Rubiales no va a tener consecuencias penales?”, se preguntaba el exdiputado morado en su tuit ruidoso. El vídeo fue censurado por petición expresa de la FIFA, la asociación privada que controla el negocio del fútbol a nivel internacional, a la que a su vez está asociada la federación que preside Luis Rubiales. No hay nada mejor para que algo se difunda por tierra, mar y aire que censurarlo. Los poderosos, muy poderosos, desconocen todavía que no hay nada más poderoso que la verdad.

Sobre las 21 horas de ese mismo domingo, la ministra de Igualdad en funciones, Irene Montero, escribió otro tuit, que vino a generar más ruido en una opinión publicada que seguía quitándole importancia al beso de Rubiales: “No demos por hecho que dar un beso sin consentimiento es algo ‘que pasa’. Es una forma de violencia sexual que sufrimos las mujeres de forma cotidiana y hasta ahora invisible, y que no podemos normalizar. Es tarea de toda la sociedad. El consentimiento en el centro. Solo sí es sí”. El tuit en cuestión se viralizó en poco tiempo y cuenta hasta el momento con más de tres millones de visualizaciones. El ruido había dejado de ser ruido y se convirtió en sentido común. Los principales medios de comunicación, menos La Sexta, que por algo es la televisión que dirige el manijero de Florentino Pérez, empezaron a romper el cerco y a denunciar la gravedad de un beso en la boca sin consentimiento.

Al día siguiente, los principales medios de comunicación internacionales llevaban en portada la foto que había publicado el ruidoso Pablo Echenique con artículos críticos con el abuso sexual contra las mujeres. El martes 22 de agosto, dos días después, la portavoz del PP, Cuca Gamarra, tildó de “bochornoso” el beso de Luis Rubiales, quien, además de besar sin consentimiento a una futbolista, se llevó las manos a sus testículos para celebrar el triunfo de la Selección. Esa misma mañana, Pedro Sánchez estrechó la mano de Rubiales durante la recepción oficial de la Selección y periodistas y opinadores estupendos, que se tiraron al cuello de Irene Montero por la ley del sólo sí es sí en lugar de señalar a los jueces que decidieron incumplir la ley, no solamente criticaban que el presidente del Gobierno hubiese saludado a Rubiales, sino que hasta criticaban que Sánchez le hubiese dado dos besos en la cara a las jugadoras y la mano al equipo técnico. El estupendismo siempre es así de estupendo.

Lo que era un beso inocente ya es un beso político. El ruido le ha ganado al silencio. El feminismo le ha ganado al machismo. La valentía le ha ganado al bienquedismo. El ruido del Ministerio de Igualdad y del movimiento feminista ha generado un consenso social sobre la violencia sexual, ha instalado el consentimiento en el centro, ha roto el cerco de la violencia sexual normalizada. El ruido ha modificado el sentido común y ha generado otro. Lo que era considerado un beso inocente es visto como lo que es: una agresión sexual. La duda sin resolver es qué pensarán los amigos entre 40 y 50 años de Pedro Sánchez a los que les incomodaba el feminismo.