En el calor de la noche (1967), película  de Norman Jewison, un inspector de policía negro interpretado por Sidney Poitier investiga un asesinato, después de haber sido detenido por error en la ciudad de Misisipi. En una secuencia de la película, el protagonista visita a un hombre blanco, rico e importante. Este hombre se ve forzado a tratar con educación al inspector negro, pero en su actitud corporal y por los comentarios que hace al final de la visita se ve que está “ofendido en su orgullo” por tener que tratar así a un negro. Si fueran otros tiempos le habría echado de su casa.

El domingo pasado, los alumnos del colegio mayor Elías Ahuja de Madrid, desde donde en el calor de la noche berrearon los insultos a las alumnas del colegio mayor femenino, escribieron una carta pidiendo perdón. Como niños buenos y educados en colegios de pago, dicen que no lo volverán a hacer. Han sido pillados en falta. No pueden hacer otra cosa que disculparse, pero siguen diciendo que era solo una broma “que se les fue de las manos”.

Pero el hecho nos pone en alerta sobre la educación que se imparte en colegios masculinos y femeninos: separación por sexo. La ley lo permite, dijo el director del colegio masculino, así que ya sabemos: las leyes son las que nos permiten o no nos permiten cosas ilógicas. Ellos, como el blanco rico de la ciudad de Misisipi, seguirán seguramente pensando que no han tenido más opción que tratar a sus supuestas amigas con cariño y consideración, qué remedio, es lo que hay. Lo que dice la ley y las buenas costumbres. Por ahora. Pero como el hombre rico de la película, si fueran otros tiempos, si pudieran...

Más de uno, y por desgracia más de una, pensará que no es para tanto, que son cosas sin importancia. Ellos, que hacen capeas donde, según el "berreador" se folla sin ton ni son. Produce tristeza que sean jóvenes los que tenga esas conductas, que sean jóvenes que han sido educados, vivido, en una libertad que las que peinamos canas ni soñábamos. Tristeza y rabia. Cuánto camino nos queda por recorrer, sin desfallecer, no sea que como el blanco de Misisipi a la menor oportunidad nos echen no de la casa, sino delante de las vaquillas en una capea, las pobres también maltratadas.