Sabemos que desde el siglo XIX el actual término de Fuentes de Andalucía se formó con la unión de dos señoríos, Fuentes y la Monclova. Próximo a cumplirse los 200 años de su unión, ya que, en 1826, concretamente el 6 de abril, se data el primer Cabildo conjunto de ambas entidades para tratar del problema de la plaga de la langosta, porque al pedir la Junta de Extinción de la Langosta recursos para tratar de extinguirla, los Regidores de Fuentes dijeron que era público y notorio, que ya habían intervenido cuando apareció esta plaga en la despoblada villa de la Monclova, cuya jurisdicción estaba agregada a la villa de Fuentes. Por ello vamos a comentar los orígenes de ambas entidades.

Núcleo de Fuentes
El núcleo de Fuentes formaba parte del de la ciudad de Carmona. Su término, que era de realengo, es decir, pertenecía al rey, sufrió a lo largo del Siglo XIV importantes segregaciones por un proceso de creación de señoríos en sus tierras. Sobre todo, a la llegada al trono de Enrique II de Trastámara, debido al apoyo que la ciudad había prestado a Pedro I el Cruel.

El primer señorío desgajado de la jurisdicción carmonense fue el de Mairena, concedido en 1345 por Alfonso XI a Pedro Ponce de León, señor de Marchena y Rota. Contemporáneo a la creación de este señorío se realizó el de Fuentes.  La primera noticia que tenemos de Fuentes es que Alfonso XI lo dio, por su ayuda a la toma de Algeciras, en  propiedad a Don Ruy Pérez Ponce de León, casado con Doña Isabel de la Cerda, sin hijos, que murió en 1354 y que había cedido el castillo,  como dote, a su sobrina Doña Urraca Alonso de Portugal (hija de Juan Alonso de Portugal y de Juana Ponce de León), en Sevilla el 12 de junio de 1353, al casar ésta con Alvar Pérez de Guzmán,  Alguacil Mayor de Sevilla  y descendiente de los Medina Sidonia, que lo hacía en segundas nupcias. Era este Ricohombre, Señor de Olvera, alcaide de Tarifa y Alguacil Mayor de Sevilla. Aunque del mismo tronco, se trata de una rama de los Guzmanes de la que arranca a continuación la de los señores de Orgaz y Alguaciles Mayores de Sevilla, distinta de la rama de Alonso Pérez de Guzmán “El Bueno”. Su hijo Pedro Núñez de Guzmán, Ricohombre, fue Alguacil Mayor de Sevilla y señor de Fuentes, El Coronil, Almonte, Torrenueva y El Palacio, casado con Aldonza de Toledo, señora de Orgaz.  El hijo de éstos, Martín Fernández de Guzmán, Ricohombre de Castilla, fue Alguacil Mayor de Toledo y señor de Orgaz, Fuentes, Almonte, El Coronil, El Palacio, Burujón, Adarmala, Casasola y Otueña. Al castillo no se le había dado territorio alguno a su alrededor ya que en los repartimientos de Écija el mojón de la delimitación de los términos de Écija, Marchena y Carmona estaba situado en el nacimiento del río Guadalbardilla (Arroyo Madre de Fuentes).

Pronto cambió Fuentes de propietario y señor; el 20 de enero de 1374 Alfonso Fernández de Sevilla contrajo matrimonio con Isabel Belmana (Inés de Las Casas), hija de Guillén de las Casas, Tesorero Mayor de Andalucía, y de Isabel de Creus (La Belmana), y con su dote compró Fuentes por 1.600 doblas moriscas – moneda de oro de los reinos cristianos y árabes de la Península Ibérica, el nombre de morisca se aplicaba a la del reino nazarí en Castilla y Aragón- al citado Martín Fernández de Guzmán. A este matrimonio, Enrique II les concedió el mayorazgo con el Castillo de Fuentes y unas casas en la collación-  división administrativa durante la Edad Media y en el Antiguo Régimen, parroquia - de San Marcos de Sevilla y de los que procede la casa de los Marqueses de Fuentes, que tomaron el apellido de su señorío y habitaban en el castillo de Fuentes. Alfonso Fernández de Fuentes emprendió la repoblación de su señorío, llegando a tener ya, en 1399, 100 vecinos (aproximadamente entre 300 y 600 habitantes)  
A partir de estos momentos históricos, los esfuerzos que realizaron los Señores de Fuentes para conseguir un ámbito territorial y jurisdiccional para su señorío se encontraron con la oposición del Concejo de Carmona.

Núcleo de la Monclova
Como en tantos otros lugares de Andalucía, el palacio de La Monclova constituye el último avatar de un secular núcleo de población existente en aquel lugar.  Según la Carta Arqueológica del término de Fuentes de Andalucía del Profesor D. José Juan Fernández Caro, existe en el lugar una sucesión de población desde épocas prehistóricas, con restos turdetanos y romanos.

En sus tierras se encuentra localizada la ciudad ibérica de Obúlcula. Era ésta una de las ciudades béticas de la región turdetana, según Tolomeo. Plinio nos la ofrece en el convento jurídico de Écija entre las ciudades estipendarias, y se halla escrita Obúlcula. El Itinerario de Antonino nos da más conocimientos topográficos, presentándola como una ciudad de mansión entre los caminos desde Sevilla a Córdoba y desde Sevilla a Mérida.

Aparece por primera vez nombrada la ciudad en año 142 a.C. con motivo de la campaña de Fabio Máximo Serviliano contra Viriato, en la que el general romano se apoderó de Astigis (Ecija), Tucci (Martos) y Obúlcula.

En Hircio, De Bello Alex, leemos, que estando Quinto Casio Longino, Gobernador de Hispania Ulterior y partidario de Julio Cesar,  en Carmona, donde se hallaban las legiones trigésima y trigésima prima, y la quinta, cuatro cohortes y toda la caballería, supo que en Obúlcula habían sido violentadas las cuatro cohortes y con ellas los mismos habitantes se habían dirigido a donde estaba la segunda legión, y habían nombrado jefe de esta sublevación a Tito Torio, natural de Itálica y partidario de Pompeyo. Estas son las únicas noticias históricas que nos quedan de esta ciudad. Se han descubierto en su sitio varios monumentos de la antigüedad romana, tales como un ataúd de plomo, monedas romanas de varios módulos y metales y dos edificios que sirvieron de termas o baños. Si nos guiamos por la persistencia del topónimo conservado hasta hoy en su forma de La Monclova, hemos de suponer la perduración del poblado, en forma de alcarria por lo menos, a través de la dominación musulmana.

En el Repartimiento de Écija   se fija allí una de las aldeas con las que se proyectó llevar a cabo la repoblación del término.  Bajo la jurisdicción de aquella ciudad debió permanecer hasta que en 1342 la sacó de ella Alfonso XI para premiar los servicios que en la conquista de Algeciras le había prestado el Almirante de la Mar Micer Egidio Bocanegra.

Para entender la situación de estas tierras hay que situarnos a finales del Siglo XIV en que es frecuente encontrar las quejas del Concejo de Carmona sobre las incursiones que hacían los habitantes de Écija en sus tierras, sin que estos datos hayan sido contrastados con fidelidad. La delimitación de ambos términos estaba perfectamente definida por el Arroyo de Guadalbardilla, por lo que era casi imposible que los mojones que limitaban los términos municipales de ambas villas pudieran ser alterados por unos u otros. Asimismo, las tierras limítrofes eran, en gran parte baldías, de monte bajo o pobladas de encinas y chaparros, con aprovechamiento pastoril.

A pesar de ello, las incursiones de ecijanos y carmonenses en terrenos del otro eran frecuentes y así hay varios documentos que intentan poner coto a los desmanes que se producían y que en su mayor parte no eran otros que los de beneficiarse de las hierbas para el ganado. Estos hechos condujeron en numerosos casos a la intervención de las chancillerías reales e incluso de los mismos reyes, que para poner fin a estos enfrentamientos mandaron en varias ocasiones a poner las mojoneras de limitación de las tierras que pertenecían a uno u otro municipio. Eso sí respetando los privilegios reales concedidos, principalmente a la villa astigitana por Alfonso X, por haber sido villa fronteriza, como los de cortar madera y hacer carbón en Sevilla y sus tierras o los de aprovechar las hierbas y bellotas de términos sevillanos con sus ganados para el paso a otros pastos.

En 1324 se produciría un pleito entre ambas villas por la construcción de una torre por parte del Concejo de Carmona en terrenos que reclamaba el de Écija y que, según alegaba, le habían sido ya reconocidos anteriormente por el Adelantado de Castilla, D. Alvar Núñez de Daza.

Los terrenos de la Monclova serán arrancados de la jurisdicción astigitana y quedarán en poder real para evitar las desavenencias entre Écija y Carmona y posteriormente fueron donados, como señorío, por Alfonso XI a Micer Egidio Bocanegra, conocido como Gil Bocanegra.

Según D. Pedro de Salazar y Mendoza y D. Esteban de Garibay, Micer Egidio Bocanegra fue el Décimo Séptimo Almirante de Castilla. En varios privilegios se le nombra unas veces Egidio y otras Egidiolo y en líneas generales como Gil Bocanegra. Era hermano de Simón, Dux de Génova y había servido como almirante en la corte de Francia.

Vino a Castilla con una escuadra de galeras contratadas por Alfonso XI, de quien recibió el título de Almirante en el año 1341. En el sitio de Algeciras mostró sus grandes dotes de marino derrotando a la armada de los pueblos norteafricanos, haciéndose dueño del mar y estrechando el cerco a la ciudad hasta su total rendición. El rey, que fue personalmente a su galera para felicitarle, firmó un privilegio real, por el que se le concedía el señorío de Palma del Río en su reino de Córdoba y el de la Monclova en su reino de Sevilla, el día 2 de septiembre de 1342. Sin embargo, estando en un momento crítico del combate, y por motivo de las pagas que el rey le adeudaba, levó anclas y amenazó con ausentar las naves genovesas si no se le satisfacía la deuda. Este feo se le perdonó por conseguir la rendición de la ciudad de Algeciras y en cambio se le concedió el Alcázar de la ciudad conquistada por privilegio concedido en l344.

En 1357, reinando Pedro I, D. Juan de la Cerda, en virtud de sus compromisos con el rey de Aragón Pedro IV el Ceremonioso, se sublevó contra el rey y se dirigió a Andalucía para sublevarla contra su legítimo señor y entregar al aragonés sus mejores ciudades. Levantó estandartes en la región de Huelva, en donde era señor de Gibraleón, y se dirigió a Sevilla. En el camino le salieron al encuentro D. Juan Ponce de León, señor de Marchena y el almirante D. Gil Bocanegra con sus vasallos y huestes de Sevilla, siendo rendido el sublevado entre Veas y Trigueros.

Asistió en 1359 a la batalla naval que contra el rey de Aragón organizó D, Pedro I. Cuando llegaron a Denia, después de varias correrías por el Mediterráneo (Ibiza, Guardamar, Barcelona, etc.) y se supo que el rey Pedro IV el Ceremonioso había quedado en Mallorca, aconsejó Gil Bocanegra a su señor que desembarcara en la costa dejándole a él el mando de la escuadra ya que la aragonesa venía mandada por D. Bernardo de Cabrera y el Conde de Cardona. No accedió el rey a este consejo y, como no era honroso para un rey enfrentarse a un almirante, se retiró la escuadra castellana a Sevilla.

En 1366 y, ante la amenaza que suponía la toma de Toledo por D. Enrique de Trastámara, Pedro I embarca sus tesoros en una nave, fondeada en el Guadalquivir, y los confía a su tesorero Martín Yáñez, para que desde Sevilla los traslade a La Coruña. Sin embargo, bien fuera por las armas, bien por acuerdo con Martín Yáñez, el almirante Gil Bocanegra, se hizo con los tesoros reales. Estos, las galeras, el almirante y el tesorero pasaron el servicio de D. Enrique, traicionando así a su señor D. Pedro I y acreditando con esta censurable acción la opinión que sobre él se tenía desde el suceso de Algeciras. Por estos servicios D. Enrique le concedió, por privilegio fechado el 17 de julio de 1366, la villa de Utiel y sus términos, con lo que acrecentó el mayorazgo que le fue instruido por Alfonso XI.

Tras la batalla de Nájera, en la que se enfrentaron las huestes de D. Pedro I y las de su hermano bastardo D. Enrique, futuro rey Enrique II, con la victoria del primero, los partidarios del rey hicieron prisioneros a todos los personajes que se habían pasado al bando enriqueño. En Sevilla fueron prendidos y ajusticiados D. Juan Ponce de León, señor de Marchena y el almirante D, Gil Bocanegra, los mismos que entre Veas y Trigueros habían vencido a D. Juan de la Cerda cuando se levantó contra el rey en Andalucía. Ortiz de Zúñiga nos dice acerca de la muerte de Bocanegra y Ponce de León que se ejecutó su suplicio en la plaza de San Francisco de Sevilla y que los enterraron en la iglesia de aquel convento.

Sabemos que los territorios e la Monclova eran ricos en caza mayor, pues en el Libro de Montería de Alfonso X, que nos informa de los cazaderos reales en Sierra Morena, tan sólo cita dentro del término de Carmona los alrededores del Arroyo Guadalbardilla, en los límites con los términos de la villa de Écija, es decir, en la Monclova como lugar apropiado para la caza de jabalíes. Así nos consta, por el Libro de Montería, que Pedro I acudió a este lugar acompañado del Duque de Osuna.

Según consta en dos inscripciones que hay en el patio del Castillo de la Monclova y que resumen las vicisitudes de dicho señorío, se produjo de la manera siguiente: 1342-1942. Hoy se cumplen seis siglos desde que el Rey de Castilla Don Alfonso XI en premio de la conquista de Algeciras donó esta antigua villa de La Monclova con su fortaleza a su Almirante del Mar Micer Egidio Bocanegra de cuya Casa pasó a la de la Vega hasta la muerte en campaña del famoso poeta Garcilaso en 1.536 y de su hija Doña Leonor, de quien la heredó su nieto Don Antonio Portocarrero de la Vega que fundó el mayorazgo erigido en condado en 16I7.  Fue concedida la Grandeza de España al tercer conde Don Melchor, Virrey de Nueva España y del Perú, en cuyo hijo se extinguió la agnación, sucediéndole en 1741 Don Joaquín de Palafox Centurión Portocarrero Folch de Cardona, 31º Almirante de Aragón, 6º Marqués de Ariza y Estepa, Guadalest, Armunia, Laula, Vivola, Monte de Vay y La Guardia y Conde de Santa Eufemia.

El texto de la otra inscripción es el siguiente: En 1 837 estos Estados recayeron en Don Andrés Avelino de Arteaga y Palafox 21º Señor de Lazcano, Marqués de Valmediano, Conde de Corres y en 1865 en su nieto D. Andrés que fue también Duque del Infantado, Marqués de Santillana, Cea, Argüeso y Almenara, Conde del Real de Manzanares y en Italia Príncipe de Éboli y de Mélito Su hijo el 37º Almirante y 17º Duque Don Joaquín de Arteaga y Echagüe, además Conde de Saldaña, del Cid, del Serrallo y de Ampudia, Marqués de la Eliseda, Duque de Francavilla, etc., Caballero de las Órdenes del Toisón de Oro y de Santiago, siete veces Grande de España, Presidente del Real Consejo de Órdenes, mandó en 1910 desmontar tres mil hectáreas, 20.000 olivos y reedificar este castillo alhajándole con las ruinas del Convento de la Merced (que transportó de Lorca), con columnas romanas halladas en Córdoba y con otros elementos artísticos adquiridos en España e Italia.

El lugar de La Monclova estaba ya casi despoblado en el siglo XVIII, pues en I79I se hallaba reducida su población a cuatro o cinco personas que vivían en el palacio y a las de una venta; como recuerdo del antiguo lugar de La Monclova, la capilla del castillo tenía erigido un curato con precisa residencia en atención a estar situada en camino real, para que los pasajeros pudiesen oír misa los días festivos