Este mes de diciembre han regresado de forma abrupta las notas de “Te recuerdo Amanda” aquella canción de Víctor Jara que pertenece a la crónica de la nostalgia de muchos fontaniegos que pintan canas. La ha traído el aire viciado de las elecciones chilenas con la victoria del candidato ultraderechista José Antonio Kats, defensor de la dictadura del general golpista Augusto Pinochet, aquel que masacró a cientos de chilenos, que torturó a Víctor Jara, que le cortó las manos para que nunca más volviera a tocar la guitarra, después le cortó la lengua para que nunca más cantara y finalmente lo asesinó.      

Cincuenta y dos años después del golpe que bombardeo el palacio de La Moneda donde gobernaba Salvador Allende, treinta y cinco después de la restauración democrática, Pinochet ha vuelto a la política chilena. La derrotada esta vez también se llama Jara, Jeannette Jara, la candidata de izquierdas vencida en las elecciones del 14 de diciembre. Corta es la memoria de millones de electores chilenos. En Fuentes la memoria pervive, sin embargo, en gentes como Rafael el Turutu, Luis Beltrán, Paco el Varón, Agustín Pantalón, Manuel Lora o Luis Villalba.

Cuánto no habrán tarareado estos cuatro fontaniegos aquel estribillo que decía “Te recuerdo Amanda / La calle mojada / Corriendo a la fábrica / Donde trabajaba Manuel” y coreado “a desalambrar, a desalambrar, que la tierras es nuestra, es tuya y de aquel, de Pedro y María, de Juan y José”. Forman parte de nuestras vidas desde antes, durante y después de aquel fatídico 11 de septiembre de 1973 en el que Pinochet metió a Chile en el túnel del dolor. La imagen de aquel final de verano es la de Víctor Jara cantando “Que partió a la sierra / Que nunca hizo daño / Que partió a la sierra / Y en cinco minutos / Quedó destrozado. / Suenan las sirenas / De vuelta al trabajo / Muchos no volvieron / Tampoco Manuel”.

Crónica de nostalgia y rabia entonces y tiempo de nostalgia y rabia ahora. El 12 de septiembre prendieron a Víctor Jara en la universidad Técnica del Estado. Era político, profesor, cantautor, escritor, compositor, actor, escenógrafo, poeta, cantante y activista social. Demasiado peligroso para dejarlo vivir. Lo mataron, pero las canciones quedaron grabadas a fuego en la memoria de muchos jóvenes de este lado del Atlántico. Años después, alistado en la Marina, Rafael el Turutu, arribó al puerto de Santiago de Chile en el buque Juan Sebastián el Cano. En su cabeza resonaban los sones de “El derecho de vivir en paz” de su ídolo Víctor Jara. En Santiago conoció a Ruth y de nuevo Chile marcó el rumbo de El Turutu.

Bombardeo del palacio de la Moneda

“Duerme, duerme, negrito, que tu mama está en el campo, negrito, trabajando”. Víctor Jara le ponía música desde Chile al sueño de la igualdad de todos los jornaleros del mundo. Comunistas en un pueblo esencialmente comunista, el Turutu, el Beltrán, el Pantalón y el Varón creían, como tantos otros, que la revolución, único dios verdadero, sería la salvación de la humanidad. Pinochet en Chile, lo mismo que Videla en Argentina o que Somoza en Nicaragua, encarnaban al diablo disfrazados de ángeles exterminadores. La esperanza tenía también estribillo, esta vez escrito por el cubano Pablo Milanés. “Yo pisaré las calles nuevamente, de lo que fue Santiago ensangrentada. Y en una hermosa plaza liberada me detendré a llorar por los ausentes”.

De alguna forma, Víctor Jara con sus canciones contribuyó a que decenas de trabajadores fontaniegos sintieran el orgullo de formar parte de una clase llamada a acabar con la explotación del hombre por el hombre. Orgullo de ser obreros. Muchos buenos trabajadores ha dado Fuentes. Uno de ellos es el Turutu, que lo mismo se enganchaba con los mirasoles que emigraba a Benidorm en busca de un jornal, igual hacía de fontanero que freía jeringos en la plaza o manejaba el proyector del cine Avenida con su amigo Juan Antonio Matruco. Hasta que dio con su verdadera vocación, la artesanía del cuero. En ello sigue. Hubiera querido vivir en una comuna porque el capitalismo arrebataba al ser humano el sentido de su vida.

Otro "jarista" era Luis Beltrán, un genio de la Física y la Química no se hizo ni físico ni químico, sino funcionario al que gustaba compartir con Rafael el trabajo del cuero y la merienda. Paco el Varón también pasó tiempo en la cochera de Rafael trabajando el cuero y escuchando “Te recuerdo Amanda". Medio hijo de señorito -el padre tenía 70 fanegas- el Pantalón compartía el sueño revolucionario con el trío de la artesanía del cuero. Manuel Lora estudiaba Psicología y decía que el golpe de Chile y la muerte de Víctor Jara habían sido instigados por los norteamericanos, que querían aprovecharse de los recursos.

Como está ocurriendo ahora, con Trump repartiendo apoyos económicos a los partidos de la extrema derecha de medio mundo para ganar influencia en la esfera global. En política, si la historia no se repite por lo menos rima. El ganador de las elecciones chilenas, trumpista confeso, cuenta con el apoyo explícito de EE.UU. lo mismo que Pinochet lo tuvo en 1973. Solo que ahora en los oídos de la juventud no resuena la voz de Víctor Jara recordando a Amanda, ni el orgullo de sentirse obreros, ni la solidaridad con los más débiles. Tiempos de confusión, crónica de la nostalgia.