Cuando se tienen 23 años el mundo está por descubrir. Es el tiempo de soñar con el futuro, de creer que habrá un mañana donde se harán realidad los deseos, aun en contra de la realidad, una realidad que creemos capaces de transformar con la sola energía de unos cuerpos que bullen de vida. El presente no existe, dice un astrónomo en el documental "Nostalgia de la luz", del chileno Patricio Guzmán. "Siempre es el pasado a una milésima del presente que es pasado como ese tiempo que tarde en pensar y escribir, en hablar y que mi honda llegue a tu oído, creando la ilusión del presente".

Andalucía vive así, siempre en el pasado. Pero no un pasado anquilosado, sino el que mira al futuro, el que crea futuro constantemente. El 4 de diciembre de 1977 creíamos estar creando ese futuro, el mañana era nuestro, o eso creíamos. Ese día miles de andaluces pedimos ser lo que fuimos, un pueblo con una Historia cargada de historias, donde se fue forjando lo que sería España en un pasado siempre presente mirando al futuro.

Andalucía, Al-Ándalus, guardaba dentro de sí el germen de una luz que irradiaba un pasado cargado de futuro. Fue conquistada por los reyes cristianos y su cultura pasó a ser extraña. Cómo se puede entender que los ocho siglos, que fueron más de los que estuvieron en Hispania los romanos, más que los visigodos, permanezcan guardados en la memoria como una invasión y reconquista, mientras que a los romanos los consideramos el origen de nuestra cultura, de nuestra religión. Mientras obviamos que Abderramán III era rubio hijo de una vascona, que el hijo de Almanzor, Sanchuelo, era nieto de Sancho Garcés II de Pamplona, llamándose su madre Urraca.

Nuestro pasado, Al-Ándalus, ese que se proyecta en nuestro futuro, debería ser interpretado como la ordenación geopolítica que sustituyó al desorden final visigodo, no como un periodo de gobierno extraño. Ordenó un territorio que apenas se defendió, no había mucho que defender. Ya Andalucía era sabia y sabía convivir. Cierto que no fue la convivencia idílica que a veces nos han contado, pero hubo convivencia, esa que terminó por orden y gracia de Isabel y Fernando, hasta llegar a imponer un orden social abusivo por impuesto, violento, que rechaza la diferencia hasta crear la desconfianza en el otro, eso tan español que hemos heredado.

No estoy hablando de un pasado idealizado, deseado por perdido, sino de una Andalucía libre de prejuicios, igualitaria y justa. Andalucía es tierra de hombres y mujeres de luz, la luz que nos llega a nuestra tierra, de astros que existieron en el pasado y que alumbran el presente. Nuestra Historia, nuestra cultura, alumbra nuestro pasado y nos está diciendo que hay que luchar por nuestro futuro.