El incienso sabíamos lo que era, especialmente los que habíamos sido monaguillos. El oro podíamos sospecharlo por los zarcillos de alguna tía nuestra o de una prima lejana. Pero la mirra... La mirra era uno de los grandes misterios de los Reyes Magos, misterio casi tan insondable como los propios reyes, que aparecían el cinco de enero en Fuentes como por arte de magia y no volvíamos a verlos el resto del año. Sabíamos que venían de Oriente -aunque algunas lenguas decían que de olé, de olé de Holanda, cargaditos de juguetes- y que iban caminito de Belén. Pero, ¿y después, el resto del año? Y sobre todo ¿qué era la mirra?

Tuvieron que pasar muchos años para que los niños dispusiésemos de Google para saber que la mirra es una resina rojiza que se emplea para hacer perfumes y ungüentos. Por lo visto, la magia de internet es capaz de acabar con la magia de todos los misterios de nuestra infancia. Qué magia habrán tenido los niños de este pasado cinco de enero si Google les dice que los Reyes Magos fueron tres astrólogos -manipulados por el malvado Herodes- capaces de predecir el futuro, pero tan poco diestros con la orientación geográfica que necesitaron una estrella que les llevara hasta el establo de Belén donde María y José habían encontrado cobijo para tener al niño Dios.

En fin, entre tanto sabio artificial y tan pocos niños, parece que los Reyes Magos se están haciendo mayores. No como antes, cuando los niños ponían toda su ilusión en que les dejaran conducir uno de los tractores que tiraban de las carrozas por las empedradas calle de Fuentes. Alejandrito, de 8 años, hijo de Arropía y Alcaldesa, emigrante en el oriente de la Plana, celebraba los Reyes una tarde de carrozas y caramelos caídos del cielo en el barrio la Rana. La gracia de Alejandro era su modo finolis de hablar y, aunque discutiera de fútbol como cualquier niño de Fuentes, decía que lo extrañó era que el Betis nunca hubiese ganado la liga pese a tener la "dimensión social" que tenía.

En Fuentes, para cualquier niño de ocho años, la "dimensión social" del Betis era un misterio similar al de la mirra que Melchor portaba camino de Belén. Misterio tan enorme como el anillo que lucía Baltasar. Como el oro y como el incienso. Como los trajes persas, de azul Melchor, de verde Baltasar y de rojo Gaspar. Como la mágica capa de armiño y la piel endrina de Baltasar, las coronas y los guantes blancos de seda. De reojo, Melchor, Gaspar y Baltasar veían que la televisión programando la película "Los Reyes Magos" intentaba sin éxito romper la magia que reinaba en las calles del barrio la Rana. Competencia desleal.

Hubo en Fuentes un intento de trocar carrozas y tractores por caballos, pero los Reyes hicieron uso de su magia para devolver los equinos a sus cuadras e imponer el traqueteo de los remolques. Los bares andaban de bote en bote para la cena de la noche de Reyes. A continuación, los niños veían la cabalgata de Madrid por televisión y se iban a la cama tras haber tomado una copita de anís y un mantecado, dulce anuncio de la llegada de sus majestades aquella madrugada durante el sueño. Nada de roscón, sino tortas de Fuentes de toda la vida. Las tortas de Luisa de las tortas. El roscón lo crearon los romanos para celebrar las fiestas paganas en honor de Saturno, dios de la agricultura y las cosechas, durante el solsticio de invierno. En ellas, el esclavo que encontraba el haba dentro del roscón disfrutaba de libertad durante las fiestas.

Algo tienen que ver los romanos -y su jefe Herodes- con la tradición de los Reyes Magos, pero aquí lo que importa es que la cabalgata de Fuentes relucía con mayor fuerza al llegar a la plaza de abastos, abierta para recibir a los de oriente con chocolate y jeringos. Saltando por aquellas calles, Alejandro soñaba ya con los juguetes que iban a llegar, claro, pero por momentos parecía dispuesto a conformarse, como su tío Pepe Ricardo, con tomar el volante de uno de aquellos tractores que tiraban de las carrozas. A ver, Alejandro, ¿a que no sabes decirme el nombre del portero del Valencia CF? Palop. El resto del equipo está formado por Cañizares, Curro Torres, Marchena, Ayala, Carboni, Albelda, Sisoko, Jorge López, Vicente, Xisco y Oliveira. Entrenador, Rafa Benitez. La respuesta de Alejandrito no dejó al tío más opción que subirlo al tractor y que aprendiera a conducir.

Paseó aquel niño por todo Fuentes bajo una lluvia de caramelos. No tantos como llovían en los Reyes de Marchena, donde caían del cielo sacos enteros de caramelos, según contaban las lenguas. Fuentes no es Marchena ni falta que le hace. Los caramelos eran de Fuentes y con eso ya era bastante. Como de Fuente eran el esportón, la paja y la cebada que Alejandro ponía en el balcón del soberao para recibir como merecen los Reyes Magos. La magia del trueque. Paja y cebada para los camellos a cambio de juguetes y caramelos que al día siguiente pasearía por el barrio la Rana más orgulloso que una caravana de reyes. Orgulloso, aunque con lágrimas en los ojos, dos días más tarde emprendería el regreso a la Plana atravesando en camello el desierto de la Mancha. Con los zurrones atestados de juguetes y de nostalgia.