El temido coronavirus ha venido para quedarse. Y como quiere permanecer aquí, necesita adaptarse al ser humano, un ecosistema nuevo para él. Lo conseguirá mediante las múltiples mutaciones que tendrá. Lo primero que intentará es hacerle el menor daño posible al ser humano. Así es la ley de la supervivencia que rige la naturaleza. Si un virus es mortal para su portador no logra sus principales objetivos, que son sobrevivir y reproducirse. Por lo tanto, lo más probable es que se quede aquí, pero cada vez sea menos dañino para la salud. Lo anterior es lo que dice la experiencia de la relación entre el ser humano y las enfermedades. Lo resume para Fuentes de Información Javier García León, uno del os epidemiólogos con más experiencia en la dirección general de Salud Pública y uno de los padres del proyecto de secuenciación genómica del coronavirus.

Pregunta.-Vacuna de AstraZeneca, ¿sí o no?

Respuesta.-Sí, sin duda. Yo me puse la primera dosis el jueves de la semana pasada. En este momento no hay vacunas mejores y vacunas peores. La mejor es la primera que te pongan en el brazo porque sus beneficios son infinitamente mayores que sus posibles daños. Todas las que hay en el mercado han pasado por semejantes procesos de investigación y ensayo clínico, así que no tenemos datos para preferir unas a otras. Lo prioritario es estar vacunado.

P.- ¿Las vacunas nos salvarán?

R.- Las vacunas nos ayudarán a salir de esta crisis, pero el virus es probable que siga mucho tiempo entre nosotros. Es lo que nos dice la experiencia. De hecho, en toda la historia de las enfermedades infecciosas sólo hemos logrado erradicar por completo una, la viruela. Las otras siguen aquí, aunque hemos logrado anular gran parte de sus efectos nocivos mediante las vacunas y las medicinas.

P.- ¿Cuál es el horizonte previsible?

R.- Lo más probable es que las vacunas paren el impacto inicial del virus y que éste tienda a perder parte de su fuerza dañina mediante sucesivas mutaciones. Los virus son seres muy simples, elementales, que tienen por principio la necesidad de reproducirse, por lo que no les conviene hacernos mucho daño. Si nos matan, ahí se acaba su posibilidad de sobrevivir. Por lo tanto, lo más probable es que haya mutaciones en la dirección de hacerse benignos, como lo es la gripe común, y que lleguemos a un equilibrio entre el agresor y el agredido. Fíjate que cuanto más adaptado está el virus al ser humano, menos dañino es. Los virus van mutando. Éste lo hace poco, la mitad que el SIDA, que a su vez muta la mitad que la gripe.

El epidemiólogo Javier García León

P.- ¿Cuáles son los posibles escenarios futuros?

R.- Primero, que el virus desaparezca por sí mismo. Segundo, que se haga menos dañino. Y, tercero, que nosotros nos hagamos inmunes ante él mediante las vacunas y que en el futuro sólo haya que inmunizar a los niños, como hacemos con otras enfermedades.

P.- ¿Qué explica tanta controversia con las vacunas?

R.- Todas las crisis de salud vienen acompañadas de fuertes controversias. En ésta, al principio estábamos demasiado chocados por el impacto y no hubo tanta discusión. Pero ahora, una vez superado el primer impacto, entran en juego infinidad de intereses que hacen inevitable las controversias.

P.- ¿Qué intereses?

R.-Intereses comerciales de las marcas de vacuna, intereses políticos, protagonismos de determinados profesionales, los medios de comunicación. Fíjate que siempre son los profesionales polemistas los que más eco tienen en los programas de televisión. No los más preparados o los más mesurados. A la población hay que decirle que la situación es muy compleja y que la toma de decisiones, muy difícil. Pero eso "vende poco". Lo cierto es que estamos ante problemas con múltiples implicaciones, complicados, pero ante los cuales triunfan las posturas más simplistas, maniqueas, de blanco o negro. En estas situaciones los políticos pueden hacer algo y equivocarse, pero lo que no pueden hacer es quedarse quietos porque la sociedad demanda decisiones rápidas o, de lo contrario, se siente desprotegida.

P.- ¿Aunque lo que hagan no sirva para nada?

R.- Exacto, aunque no sirva para nada. Por ejemplo, en noviembre de 2019, meses antes de la llegada del coronavirus, el protocolo previsto para las pandemias de gripe declaraba "no indicado" el baldeo y fumigado de calles. Luego llegó el coronavirus y se baldearon y fumigaron miles de calles en todo el país, sabiendo que el papel del suelo como transmisor del virus es insignificante. Pero la gente demandaba actuaciones urgentes. Y, claro, se pusieron a fumigar como locos. En un mero gesto para la galería, sacaron a la calle a la Unidad Militar de Emergencias, algo que los epidemiólogos sabemos que es totalmente inútil para luchar contra una pandemia como ésta. ¿Cuál era el mensaje? Pues que hasta al ejército hemos puesto a luchar contra la pandemia.

P.- En Fuentes ha habido bastante polémica por la concentración de personas en los veladores y en fiestas en cocheras. ¿Qué importancia tiene eso en la propagación del virus?

R.- Ese comportamiento, aparte de ser incívico, puede explicar algún contagio, pero no justifica un brote. Las enfermedades transmisibles tienen su propia dinámica y no sabemos a qué leyes responden. Podemos decir que van por barrios y las denominadas olas, que ocasionan picos estadísticos, no responden a unas leyes fijas, sino a la coincidencia de la suma de datos en un momento dado. Por ejemplo, en la meningitis de 1997 había poblaciones con ocho y diez casos y otras al lado, sin ninguno. Lo mismo pasó con la famosa "Gripe Española" de 1918-1919. Durante la segunda ola de la pandemia actual vimos cómo se elogiaba a las autoridades sanitarias de Asturias por su política de contención del virus. ¡Qué buena gestión de la pandemia! Luego se dieron de bruces con la realidad al dispararse los casos. La realidad no es otra que las epidemias tienen su propia dinámica y hoy toca aquí, mañana allí, sin que sepamos sus causas.

P.- ¿Ningún gobierno es capaz de plantarle cara a la industria farmacéutica ante su lentitud para fabricar vacunas?

R.- Parece ser que no. Fíjate que hasta hace unos 40 años la producción de las vacunas estaba en manos de los estados o de laboratorios creados normalmente por sanitarios, especialmente químicos, farmacéuticos o médicos. Era muy visible en los laboratorios catalanes y franceses. Eso era muy importante porque ese origen les daba una dimensión, una sensibilidad, eminentemente sanitaria. Eso se ha perdido y hoy nadie sabe quiénes son los accionistas de los productores de vacunas. Sólo sabemos que les mueve el dinero. La investigación de las vacunas no habría sido posible sin la financiación pública empleada en la secuenciación del genoma humano. La rapidez de dar con la vacuna contra el covid se debe especialmente a ese trabajo previo de secuenciación, pero ningún gobierno se atreve ni siquiera a ponerle condiciones a los fabricantes de vacunas.

P.- ¿Cuáles serán las consecuencias sociales de esta pandemia?

R.- Las estamos viendo ya. Los principales son el enorme aumento de las desigualdades, el incremento del riesgo de exclusión social, los problemas de salud mental. Todo eso ya lo había empezado a provocar el ascenso del neoliberalismo y su primera gran expresión, que fue el estallido de la crisis de 2008. Ahora llega la pandemia y sus efectos van a ser demoledores. Es verdad que la enfermedad puede afectar a todos, ricos y pobres, pero no de igual forma ni con iguales consecuencias. Las clases populares van a salir de esto machacadas.