Vamos en un tren sosteniéndonos unos contra otros porque el espacio es menor que el que tendríamos que ocupar. El olor de los excrementos humanos, la falta de oxígeno nos marea. Hace dos días que no comemos, apenas bebemos. Nos llaman al teléfono móvil, tenemos que evacuar hacía el sur, el norte no es seguro. Ellos van a bombardearnos. Yo soy médica, no puedo abandonar a mis enfermos, a mis heridos. “¿Con qué vas a curar, con qué vas a cuidar?", me dicen. Los niños yacen envueltos en sábanas blancas regados con las lágrimas de las que un día los amamantaron. Me quedo, es mi decisión.

Llegamos al fin del viaje, podemos respirar, ahora nos dirán cuál es nuestro destino. Si pudiera dormir un poco recuperaría fuerzas. Ah, vuelven los golpes, los ladridos de los perros, los gritos ininteligibles. Si pudiera escribir a mi madre, a mis hermanas y decirles que apenas vivo, pero con esperanza. Mi familia va hacía el sur, les he obligado a que se marchen, allí estará más segura. Hoy me puedo conectar con internet y el mundo se ha abierto ante mi como un agujero negro, infinito de dolor, han bombardeado a la caravana que se dirigía al sur. Me cuenta mi primo que mi familia ha desaparecido no sé si está debajo de los escombros o ha huido a alguna parte. ¿Pero a dónde se puede huir cuando todo es un infierno, un mar de escombros y cadáveres?

Hace una hora que amaneció y hace una hora que cargamos piedras por esta infernal escalera, nuestros maltrechos cuerpos están destrozados, agotados, pero hay que seguir. Tal vez sería mejor morir como veo que hacen cada día cada hora mis compañeros, convertidos en esqueletos andantes, sin rumbo, sin expresión en los ojos. Yo voy a resistir, voy a salir y contar lo que está ocurriendo, porque no lo pueden saber, nadie lo sabe, mi madre está esperándome y tiene que saber que su hijo está siendo deshumanizado. No sé cómo sigo trabajando cada día en este hospital que ni quirófano ni anestesia tiene, solo dolor y muerte. Este mañana se me ha muerto en los brazos una niña de tres años ante la mirada terrible de su madre, que me miraba sin comprender nada. Mi familia está bien, he podido hablar con ella, está en un campo de refugiados en el sur. Soy egoísta por alegrarme de que ellos estén a salvo ante el dolor sin nombre de la madre de la niña muerta.

Madre, no sé si llegarás a leer esta carta. Espero que estés bien junto a mis hermanos y hermanas. Madre, si no vuelvo a tus brazos, cuenta lo que está pasando: que el hombre deshumaniza al hombre, que nos matan de miedo, de hambre, de sed y de indignidad. No se puede vivir donde el ser humano ha dejado de serlo para los demás. He conseguido llegar hasta el sur junto a mi familia, mi madre y sus dos hermanas han muerto, igual que un primo y toda su familia. Pasamos hambre, si seguimos así moriremos de inanición. A veces la desesperación es tan grande que lloro y grito hasta quedar ronca y rota. ¿Dónde está el mundo? ¿Acaso estamos solos y no nos hemos dado cuenta? ¿Somos los últimos habitantes del planeta, castigados por unos extraños y crueles seres?

Madre, yo ya no puedo seguir, moriré llorando soñando con el trigo que ahora estará mecido por la brisa de mayo que solo puedo soñar. Aquí solo existe el infierno creado por los hombres para los hombres. Nos obligan a una nueva evacuación, no sé cuántas han sido ya, el sur ya no es seguro. Volvemos al mismo lugar de donde salimos, donde solo hay escombros, muerte y sufrimiento, en un juego macabro ideado por mentes inhumanas ¿Están solas estas mentes? No, el mundo está ahí enfrente de la pantalla. Lo sabe y se conforma con desviar la vista para no sentirse cómplice del dolor y la muerte. Se equivocan, son cómplices igualmente.

Solo me queda la esperanza de que las generaciones venideras sepan de nuestro sufrimiento y no consentirán que esto vuelva a pasar. Madre, cuéntalo, grítalo al viento, al futuro y a las estrellas. Mañana la humanidad será mejor o estaremos todos muertos. Queda poca esperanza, ya ni el dios de los cristianos, de los judíos de los musulmanes nos puede salvar. Mi hija se está muriendo de hambre y de sed y yo maldigo a dios.