Todo cambia en la vida, todo evoluciona. A veces dando un salto en el espacio y en el tiempo. Nuestra identidad y raíces se formaron viviendo los jueves larderos y los carnavales de los años 70 y 80. Abandoné Fuentes en 1988 y regresé el Jueves Lardero y el carnaval de 1993, habían transcurrido 5 años. Durante esos cinco años viví inmerso en una especie de nebulosa poblada de las fragancia de los pinos, de la yerba, de la arena, de la tierra removida en los barbechos que rodeaban los pinos. Era el imborrable recuerdo de llenar la talega ancá la Nati del Vito antes de emprender el camino de los pinos. Nati nos esperaba en su tienda de palmitos, entornaos, anís, guisos de habas y espárragos. Estaba amaneciendo el Jueves Lardero en la candela de cisco, en la película del cine avenida, en el alboroto del gentío apasionado.

Del carnaval de mi crianza sentía los buenos momentos pasados, la nostalgia de las máscaras de la Carrera, las murgas, las carrozas, el confeti, los dulces de la confitería, el aroma de los bares, el Esperancito con sus rifas, el Viruta y Benito con sus avellanas y almendras, Rabanito con sus pipas. Ellos llenaban la Carrera de majestuosidad con sus carros, tan bien adornados, más limpios que un jaspe. El cielo de azul intenso le daba color al carnaval y las películas de nuestro cine le daban sabor a la fiesta, a los bailes de disfraces en el salón del cine. Todos eso quedó atrás con la emigración. Dos décadas habían traído enormes cambios en el Jueves Lardero.

Uno se había casado y acudía a la fiesta con un hijo de dos añitos. Aquel niño que tanto había disfrutado era un hombre que buscaba desesperadamente el asidero del tiempo perdido para no navegar a la deriva. Corría febrero de 1993. Una vuelta en el viejo Vespino por el paraje de los pinos, el día de Jueves Lardero, las lágrimas las derramaba por la cara abajo. Había perdido nuestro Jueves Lardero, ya no se celebraba en los pinos, convertidos en una propiedad privada. Donde Cristóbal López Cantalejo tenía sus vacas, lugar tan emblemático y de tanto imán para Fuentes había establecido su vaquería y ya no se podía celebrar el Jueves Lardero.

El Jueves Lardero había perdido la fragancia y el aire puro de los pinos, la yerba, la arena y el olor de la tierra removida. Lo sentí muchísimo. Desnudado, lo habían desabrigado, descafeinado, fragmentado en cocherones, lejos de los eucaliptales y pinares. En el paraje Molino de Viento, cerca de la Fuente la Reina, donde habían plantado unos arbolitos muy pequeñitos y habían hecho unos merenderos. Tendría que pasar una década para que aquel paraje le diera color otra vez al Jueves Lardero.
Diez años de desierto. Hubo que esperar a la década de los 2000 para ver otra vez el Jueves Lardero, diferente, pero emergido de la apatía.

Al parecido ocurrió con los carnavales, instalados en la crisis, con la Carrera vacía de murgas, máscaras, carrozas, las confiterías con apenas gente, los bares igual, el cine avenida cerrado, el baile de disfraces del salón del cine igual. Aquello no parecía Fuentes. Calles del oeste americano, solas como la una. Fuentes había perdido su idiosincrasia y los forasteros, que tanto venían al carnaval, extrañados. Lusianeros, marcheneros, lantejueleños y campaneros decían "esto no es Fuentes". Renacía la Semana Santa de sus cenizas, agonizante entre los años 1963 y 1983, y languidecían el Jueves Lardero y el carnaval. Las parrilladas fueron lo único y el carnaval quedó para las noches de los sábados con el baile de disfraces en el salón de la Huerta y el cubateo.

Fuentes hablaba de fútbol y de sequía. No llovía y los pantanos estaban bajo mínimos. Decían algunos fontaniegos que "mientras tengamos agua para beber, no hay paso malo". El cultivo de moda era la remolacha, y los agricultores la regaban con agua del arroyo, que eran las cloacas de Fuentes. Cuidado, advertían a los agricultores, que regar con esa agua la remolacha es enfermizo. Aquel año, la gente no hablaba de carnaval, hablaba del triple crimen de las niñas de Alcáser, Toñi, Mirian, y Desire, de 13 y 14 años. Hablaba de la nueva autovía Madrid-Sevilla, de las mil personas que cobraban el paro en Fuentes. Fulanito en el paro con el pedazo de coche que tiene y casa nueva. Machuco tiene 12 niños, un sueldo de albañil, podía salir adelante.

El fútbol, opio del pueblo, lo copaba todo. Durante este año 1993 se puso de moda el bar el 6, y la televisión privada del canal plus, el bar el 6 todos los domingos a las 7 de tarde lleno hasta la bandera para ver las imágenes del canal plus. Solo se hablaba en Fuentes durante este carnaval de fútbol, hablaban del Deportivo de la Coruña, equipo que eclipsaba al Betis y al Sevilla y le disputaba la liga al Madrid y al Barcelona.

Con todo, lo más doloroso para loa amantes del Jueves Lardero y los carnavales de antes era la pérdida del lenguaje que esas dos celebraciones acarreaban. Atrás había quedado el universo de la talega, los palmitos, los entornaos, la quina San Clemente, los dátiles, las castañas pilongas, las máscaras, las murgas... igual que que el verde de los trigales, el aire puro de los pinos, el olor a yerba y a arena. Hablaban de chuletas, chorizos, morcillas y disfraces, como si Fuentes fuese Tenerife. ¿Dónde estaba el Esperancito con sus rifas, el Viruta y el Benito con sus avellanas y almendras? ¿Habrían emigrado también?