A veces, delante del folio en blanco, nos asomamos a un abismo donde la soledad nos mira desde el fondo de aguas negras. En otros momentos esa misma soledad es un ratón que con ojos triste nos observa desde un rincón húmedo, gris, rodeado de silencio no deseado. A veces la vergüenza, una vergüenza oculta que nos roe los intestinos, nos hace desear desaparecer con el cuello sajado por un cuchillo afilado en las oscuras cuevas de soledades insondables, nos golpea en la cara y necesitamos buscar la luz, esa luz de noches estrelladas que Don Mclean canta pensando en Vincent van Gogh:

"Noche estrellada, estrellada.
Ahora lo entiendo
Lo que intentaste decirme."


Anoche vi una película en la que el protagonista es un viejo que ama la vida. Poco a poco se va dando cuenta de que su cuerpo se deteriora. No tiene enfermedades, solo una vida vivida. Es viejo, simplemente. En el transcurso de la película vemos cómo va aceptando que su tiempo se acaba, pero en esa aceptación también comprende que todo desaparecerá en el tiempo, que es el destino de todo lo vivo. Algunas de las reflexiones del personaje son también mis reflexiones. Él decía que solo nos queda sonreír ante la certeza de que todo y todos desapareceremos. Yo espero volver a las estrellas, ser polvo de estrella, vivir de alguna manera en la memoria de los átomos.


En esta noche solo sé escribir haikus. Esta noche que se alarga entre olores que presagian la primavera temprana.

I
Abril luz blanca
Mariposas breves van
al aire denso.

II
Las nubes corren
El negro ciprés sueña
lluvias lejanas.

III
El gato duerme
El sol ya sale suave
No es invierno.

Definitivamente, hoy no es noche de velar por mi compromiso de escribir un artículo donde ir desgranando opiniones, describiendo posturas mientras trato de demostrar que soy digna de ser querida, que para eso escribo, que todas y todos necesitamos la mirada del otro y una mano al alcance cuando una noche con presagio de primavera las estrellas giran sin temor a la locura.