Hay determinado periodismo que siempre tiene la tentación, en cualquiera de los ámbitos, de convertirse en actor protagonista, queriendo copar, unas veces, un espacio que le permita influir en el devenir de las decisiones políticas o electorales; otras veces para desgastar y menoscabar, y otras, simplemente, para buscar algún resquicio de su eco en el desierto de la irrelevancia.

Lo observamos a diario en la prensa española. Lo niegan pero lo practican. Lo disimulan pero acaban enseñando la patita. Y nadie discute que, por supuesto, están en su derecho de hacerlo. Pero, en aras a sus principios deontológicos de transparencia y por respeto al público a quienes se dirigen, deberían declararse como lo que son y a lo que aspiran, y así todos jugaríamos con las tarjetas de identidad claras.

Esta prensa sin apariencia político-partidista, viene creando, con cierta sutileza, una especie de marco de “verdad consensuada e irrefutable” aderezado con artículos de opinión o entretenimientos, entre los que insertan burbujas de desinformación y manipulación. Un goteo constante de píldoras cayendo sobre la misma piedra para intentar influir en su erosión. El porqué y el para qué, con respuestas para mí muy palpables, son materias de otra disquisición.

Defiendo la función de la prensa como instrumento fundamental de contrapoder. Pero eso es una cosa y otra bien distinta es convertirse en un propagador de bulos y en un brazo mediático de cualquier poder.

La tentación de jugar escondiendo las reglas no es algo nuevo. Conocedores de que la desinformación es contenido de “alta calidad” que, además, viaja seis veces más rápido que la verdad, se afanan en no dejar de insistir en ello. En la disputa y confusión entre contenido falso y contenido verídico, la mentira o la media verdad corren con ventaja. Entre otras cosas porque los lectores, observadores o público en general, no nos molestamos en chequear la veracidad de esas informaciones. Las damos por buenas, nos las tragamos y las difundimos. Se crean burbujas pseudoinformativas y se difunden masivamente en comunidades semi cerradas, que a su vez crean la sensación de falso consenso, la creencia de que la mayoría de la sociedad piensa como yo. Así funciona esto.

Alguien advertía que “todo lo que hace la policía en las películas estadounidenses es ilegal”, pero de tanto ver cintas policíacas lo hemos normalizado, aceptado y nos parece lo más legal. Así que cuidado con el periodismo que nos ofrece una realidad virtual.

Hay otro periodismo que, desde la modestia de lo cercano, quiere aportar al devenir ciudadano. No digo yo que sea un espejo de ecuanimidad, porque bajo cualquier indumentaria de la información se esconde siempre una intención. Pero hay intenciones y hay tentaciones. Y quizás esa sea su virtud. No ocultar que tiene una línea editorial determinada que se sustenta sobre los pilares del progreso, los derechos humanos, la solidaridad, la divulgación para el conocimiento y la concienciación, la información local, la memoria histórica y democrática, el necesario debate, la confrontación de ideas y la implicación social, combinado todo ello con la provocación para la reflexión, los titulares que te enervan y a veces también la equivocación.

En su momento celebré el nacimiento del periódico local digital “Fuentes de Información”. Hoy celebro su consolidación, al mismo tiempo que he mantenido y mantengo una actitud crítica con él. Los medios de comunicación juegan en campo propio ejerciendo la crítica dentro de la libertad de prensa y de expresión. Pero también pueden y deben ser cuestionados en aras del ejercicio de esa misma libertad.

Su director, Pepe Bejarano, me ha invitado muchas veces a participar y a escribir en el periódico. No se han dado las circunstancias para poder colaborar activamente. Comparto su línea editorial. No comparto algunas formas de expresarla. Comparto el cuerpo de las noticias. No comparto algunos titulares que pretenden resumirlas centrando la atención del lector. Comparto su sentido crítico de la realidad porque solo cuestionando las cosas se pueden mejorar. No comparto algunas visiones que mantiene sobre esa realidad. Comparto su alejamiento de la institucionalidad. No comparto que, a veces, se vaya tan lejos que se pierda de vista la necesidad de dar a conocer sus actuaciones y decisiones. Comparto la variedad  de las firmas que enriquecen la pluralidad. Y atendiendo a ella y a la invitación del director y a la sana discrepancia, me animo a participar con el deseo de aportar un grano de arena en la inmensidad del desierto informativo.