El mes que viene va a hacer veintiún años que el Bobi dejó de estar detrás de la barra del bar Catalino de la calle Mayor. Nada menos que 21 años que no están ni el Bobi ni el Catalino, aunque en el establecimiento permanecen intactos la barra, los taburetes, las mesas, las sillas, el tirador de cerveza San Miguel y hasta los platos y los vasos para servir café. Todo petrificado. De la pared cuelga un almanaque de cumbres nevadas abierto por el mes de septiembre de 2001. Como si el reloj se negara a seguir girando sin la presencia del último timonel de aquel Titanic capaz de navegar solo, hecho para no naufragar nunca. Pero fue irse el Bobi Catalino y todo se hizo mar desde la Alameda a la plaza de abastos.

El Catalino cerró el 16 de septiembre de 2001, cinco días antes de la muerte del Bobi, ocurrida el 21. Veintiún años y nada se ha movido en todo este tiempo en "el bar de los comunistas" de Fuentes, posiblemente el más famoso de todos los tiempos. Más que un bar, el Catalino era el corazón de Fuentes, un lugar con vida propia que palpitaba al son de los tenores Sebastián, Bobi y Román. Dos de ellos servían mientras el tercero charlaba o jugaba al dominó como un cliente más. En las tertulias se hablaba de todo, pero preferentemente de política y de utopías cotidianas que iban a cambiar el mundo.

Cristóbal Teruel Martín Caro llevaba el sobrenombre de Bobi por el centrocampista Bobby Charlton, un famosísimo pelotero inglés cuyo paso por los estadios de medio mundo dejó huella entre 1956 y 1979. Con sólo teclear en internet el nombre del deportista, cualquiera puede saber más de él. De Bobi Catalino hay menos información en la red, aunque algún rastro hay. Será porque Bobi Catalino no fue inglés ni futbolista, aunque infinitamente más famoso en Fuentes que el inglés y, por supuesto, más querido. El nombre de Bobi Catalino superó las fronteras y pocos, por no decir ninguno en aquel Fuentes de una España acomplejada y triste, recibía de manera regular correspondencia de un profesor universitario de los Estados Unidos de América, su amigo el antropólogo David Gilmore.

El Catalino sigue igual que hace 21 años

Las únicas explicaciones plausibles de aquella relación entre Bobi y David Gilmore son la simpatía del primero y el hecho probable de que en las más remotas regiones del cerebro humano pueda haber un código de comunicación que le permite a ciertas personas entenderse a pesar de hablar idiomas distintos. No todo el mundo tiene acceso a ese código escondido en lo más recóndito de su cabeza. En Fuentes ha habido al menos dos de esas personas. Una es Petete, capaz de hacerse entender por los guineanos que no hablan ni entienden otro idioma que el fula, y Bobi Catalino que se comunicaba con el americano David Gilmore en ese código misterioso que se sitúa por encima de los idiomas y que muy pocos manejan.

Es el misterio del entendimiento entre las culturas. Un "real man", un hombre verdadero en todos los idiomas del mundo fue la frase que David Gilmore dejó escrita para definir a Bobi Catalino, al que le otorgó el título popular de "profesor de cultura andaluza". Gilmore y Bobi se entendían porque hablaban "todos los idiomas del mundo". En ese idioma no escrito, el Bobi introdujo a Gilmore en la cultura popular andaluza y se ganó el título honorífico de profesor de la universidad de Fuentes, otorgado por Gilmore. En interminables clases acodados a la barra del bar le dio al antropólogo las claves del funcionamiento de Fuentes, conocimiento que el americano recogió después en su libro "The People of Plain, class and Community in lower Andalusia".

Pocos como el Bobi manejaban también la capacidad de irse sin dejar de estar aquí para siempre. El día de junio de 2001 que le comunicaron que padecía un cáncer pulmonar irreversible y galopante, el Bobi le dijo a María, su mujer, y a sus cinco hijos "ya sabéis cómo viene el toro, así que ahora le decís a todo el mundo que estoy bien" y trató de seguir adelante como si no pasara nada. Pasó su última feria como si tal cosa y cuando tres meses después lo tuvieron que ingresar en un hospital de Sevilla, tampoco quiso que se dijera nada a nadie. No quería morir en Fuentes. Había vivido tan intensamente que se negaba a recibir a la muerte en un pueblo que representaba el esplendor de la vida. Tenía 63 años.

Bobi con su hija Berna

El tabaco lo mató, igual que hizo con tres hermanos suyos: Sebastián, Antonio y Román. El hábito del tabaco lo adquirieron cuando nadie daba crédito a las voces que decían que aquello era un asesino silencioso. Luego no fueron capaces de despegarse del cigarrillo. Lo mismo que Bobby Charlton, que fumaba y jugaba al mismo tiempo. Ahora parece imposible que eso haya ocurrido. Los Catalino tenían los dedos amarillos de la nicotina. Cosas de aquellos tiempos y de la profesión, que les hacía tragarse el humo de sus propios cigarros y de todos los clientes acodados a la barra o a la mesa del dominó. Su trabajo discurría siempre en medio de una nube blanca.

Sebastián Catalino ha pasado a la historia como en primer alcalde democrático después de la dictadura, el que pasó de ser perseguido político a máxima autoridad municipal. El primero de una sucesión ininterrumpida de alcaldes de izquierdas. Sebastián cabal, íntegro y culto. Su hermano Bobi ha pasado a la historia por su carácter extravertido y alegre, irónico y fino militante, amigo de todo el mundo y discutidor como pocos. Aficionado al flamenco, fue amigo de Manuel Gerena, habitual en las fiestas del PCE, apasionado por la historia (recibía por correo documentos del archivo de Medina Sidonia), oyente perpetuo de la radio, entusiasta de las peleas de gallos y criador de palomos en la azotea del Catalino. De Román se cuenta que iba para torero y que una vez hizo tan buena faena en una novillada celebrada en La Campana que lo trajeron hasta Fuentes en hombros.

De los toros, el Bobi era devoto de Curro Romero y del fútbol, el Betis. Siempre que Curro cortaba orejas, el Bobi ponía sobre el mostrador un vaso con agua y ramitas de romero. Claveteado con chinchetas, el Bobi lucía el titulo de currista rubricado por el presidente de la peña de Camas. No abundaban las orejas en las faenas de Curro ni el romero en los vasos de la barra. El Betis le daba más alegrías. Lector empedernido de periódicos y fiel oyente de la radio. Cuando la autoridad lo permitió, sobre las mesas del Catalino siempre hubo un Mundo Obrero, además de Diario 16 y El País. Que nadie buscara El Alcázar porque no lo iba a encontrar. Al Bobi le gustaba casi todo, disfrutaba con casi todo. Hasta con el campo.

Bobi, tractorista

Poseía el mejor ojo de todos los hermanos para el campo. Por eso era Bobi el que se ocupaba de las tierras que la familia poseía en los Jaraíllos. Entre el bar y el campo sacaron adelante tres familias numerosas. Cerraba los miércoles por descanso personal. Era la noche que los cinco hijos veían a su padre a la hora de la cena. El resto de la semana, si alguno de ellos asomaba por el bar lo mandaba a la casa o a la calle. "A estudiar o a jugar", era su lema para los niños. El bar no era lugar para estar los niños y consiguió que ninguno de sus cinco hijos (Bernardet, Paco, Isabel, Antonio y Pepe) heredara el oficio de tabernero, como él lo había heredado de su tío Pepe (fallecido con apenas 40 años), que lo regentó junto con sus padres Antonio y Remedios. Le puso Bernardet a su primera hija por la política socialista Bernardet Devlin, fundadora del Partido Republicano Irlandés.

Política sí, bar no. El Bobi no quería el bar para sus hijos tal vez porque lo que esclavo del oficio. Él nunca pudo disfrutar de una cena de Navidad con María, su mujer, y sus cinco hijos. Antes de que hubiera televisión les daba las campanadas de fin de año a los clientes golpeando un barreño. La vida entera discurría en el bar, con la familia siempre en la trastienda. Tampoco fue nunca al barrancón a ver jugar a Paco al fútbol, que militaba en el Fuentes. Tampoco se metió en la elección de las carreras que debían estudiar, aunque una vez iban terminado les decía lo que él hubiese estudiado.

Los Catalino recibieron un bar de derechas hecho por Antonio y Reme y lo convirtieron en el bar de los comunistas de Fuentes. El padre era adicto al régimen de Franco y eso se notaba en la clientela de señoritos que frecuenta su establecimiento. Pero Antonio y Reme tuvieron diez hijos, seis niños y cuatro niñas. Al Bobi le puso Teruel de segundo nombre en memoria de la famosa batalla que tuvo lugar en el frente de Aragón durante la guerra civil. Con el paso de los años, Pepe murió joven y cuatro de sus hijos varones se hicieron comunistas: Sebastián, Bobi, Román y Manuel "el Estudiante". Antonio estuvo por poco tiempo en el bar. Las cuatro mujeres tendían a la derecha, sin activismo, aunque a la hora de votar lo hacían por su hermano Sebastián. Hombres y mujeres de su tiempo. El Bobi "desaparecía" tres o cuatro días coincidiendo con la fiesta del PCE en Madrid. El bar quedaba en letargo. Aquellos días dejaba de ser un buen negocio para convertirse en un fiel reflejo de la vida hasta que volvía a recuperar su ritmo pausado de trasatlántico con rumbo fijo.

Familia completa
El almanaque sigue marcando la fecha del fallecimiento del Bobi