La feria de Veracruz, en Nueva España, olía a fritangas de cerdo y gallina, a tortitas de maíz. La marinería acudía masivamente a sus habituales pulquerías y garitos donde se jugaban fortunas. Esta feria duraba un mes y atraía a gentes de todos los sitios para comprar y vender. Se especulaba con todo y en todas partes. En las plazas, en las calles y en el puerto. En la feria se vendían también productos de América, telas finas de Holanda, paños de Flandes, mantas de Quito, chicha, vino de España, aguardiente, ron... Metido en aquel bullicio de la feria, en el siglo XVIII, andaba un fontaniego llamado Pedro Gil de la Sierpe Romero. ¿Quién era este hombre y cómo había llegado desde Fuentes hasta aquel confín del mundo?

Pedro Gil de la Sierpe Romero nació en Fuentes de Andalucía en 1640, hijo de Juan Gil de la Sierpe y Vargas y de Catalina Rodríguez Romero. Era nieto del licenciado Diego Gil de la Sierpe y Díaz de Liaño, oidor de la real audiencia de Santo Domingo, gobernador y capitán general de Venezuela y sobrino de Álvaro Gil de la Sierpe, doctor en leyes, oidor de la real audiencia de Canarias y alguacil mayor de la casa de contratación de Sevilla. Poco sabemos de su devenir en España durante su infancia y juventud. Ya en edad adulta lo encontramos en el virreinato de Nueva España ya que el 3 de febrero de 1669 se casa con Dionisia de la Vera, en la catedral “Sagrario Metropolitano” de Puebla de los Ángeles (México), ahora Puebla de Zaragoza, que se encuentra situada a entre la Ciudad de México, a unos 120 km y Veracruz, a unos 300 km y a 2.100 km. de altura sobre el nivel del mar, con un clima templado y agradable.

Veracruz en el siglo XVII

Sabemos que Pedro bautiza el 30 de agosto de 1679 a su hijo Bernardo de la Sierpe de la Vera en el sagrario de la catedral de México, Cuauhtémoc, México DF. Las investigaciones histórico-genealógicas realizadas indican dos hechos de importancia relacionados con este bautismo. En primer lugar, el hijo de Pedro Gil de la Sierpe, es bautizado con el apellido “de la Sierpe”, omitiéndose Gil. En segundo lugar, con posterioridad, son bautizados y contraen matrimonio en la catedral de México numerosos integrantes del linaje “Gil de la Sierpe” y “de la Sierpe”, de donde se deduciría que Pedro Gil de la Sierpe y sus descendientes tenían su hogar en esta ciudad.

En 1672 Pedro Gil de la Sierpe fue designado escribano real y notario de las Indias en Nueva España y, en 1677, tesorero real de Veracruz, principal puerto de Nueva España en el golfo de México. La ciudad de Veracruz, fundada en 1519 por el conquistador Hernán Cortés, no poseía apenas población castellana, porque la mayoría de los colonos españoles prefería el clima templado del altiplano central. El puerto de Veracruz se convirtió en punto de enlace entre España y sus colonias de América, al que anualmente llegaba la flota de las Indias.

El atraque de la flota era saludado con grandes manifestaciones de júbilo, ya que había salido de Sevilla dos y a veces tres meses antes con el riesgo de ser alcanzada por tormentas o el ataque de piratas. Entonces subían a bordo las autoridades locales, entre ellos Pedro Gil de la Sierpe y los funcionarios encargados del cobro de impuestos, que revisaban la carga y daban su aprobación. Luego se daba la orden de zarpe a dos rápidos navíos de aviso que debían navegar raudos a Sevilla a dar la noticia del arribo de la flota. A continuación, comenzaba la descarga de las mercancías, realizada por interminables hileras de negros con los fardos a la espalda.

En 1681 es designado tesorero real y factor de la caja de Acapulco, siendo esta ciudad el puerto más importante de Nueva España ubicado en la costa del océano Pacífico, a 350 kilómetros de Ciudad de México. Incluso en los últimos años de su vida, a pesar de ser el tesorero de la corona en Acapulco, Pedro vivía en ciudad de México ya que el clima de Acapulco lo enfermaba. Así, viajaba a Acapulco sólo cuando era necesario para atender el zarpe, llegada y reparaciones del Galeón de Manila y, en sus últimos años, para enviar desde Acapulco los barcos con ayudas y provisiones para el padre Juan María Salvatierra, a sus misiones de la península de California.

Bahía de Acapulco (México)

La importancia de Acapulco crece enormemente desde 1564, cuando el galeón San Pedro regresa al puerto de esta ciudad, luego de un viaje a las Filipinas al mando del agustino Andrés de Urdaneta. Tras este hecho, en 1565, las Filipinas se convirtieron en un territorio dependiente del virreinato de Nueva España. La llave de tal comunicación era el puerto de Acapulco, adonde anualmente arribaba el llamado “Galeón de Manila” con productos de China, India, Japón y del resto de Asia. Objetos valiosos de todos esos países se concentraban en Manila y de las más diversas materias primas cuyo destino final era, a través de Acapulco, el mercado europeo. Sin embargo, la enorme capacidad económica del virreinato, que compartía con su homólogo peruano las primicias, consumía gran parte del comercio con Filipinas.

En esos años, existía un importante intercambio comercial y de pasajeros entre Acapulco y el puerto peruano de El Callao, puerto principal del Virreinato del Perú. Barcos peruanos visitaban frecuentemente el puerto de Acapulco y viceversa.

En su carácter de tesorero de la corona y factor de las cajas reales de Acapulco, Pedro Gil de la Sierpe tenía una estrecha responsabilidad en relación con el "Galeón de Manila", ya sea en el apresto de las naves para su viaje anual a las Filipinas, como también en la reparación de las naos a su regreso a Acapulco. Aparentemente, también debía controlar las mercaderías que eran embarcadas y desembarcadas por las naos hacia y desde las Filipinas.

En 1697 y años siguientes, apoya financieramente y con barcos la expedición del padre Juan María de Salvatierra a la baja California. El padre Juan María Salvatierra, visitador de las misiones de Sinaloa y Sonora, al norte de Nueva España, es convencido por el padre Kino respecto de la necesidad de fundar misiones en California y tras solicitar varios años la autorización para realizar una nueva expedición a California, la consigue en 1697, pero con la condición de que la expedición no use las flotas ni se sirva del tesoro de la corona.

En Ciudad de México, el padre Salvatierra, apoyado por el padre Juan de Ugarte, inicia la recolección de fondos para montar la expedición. A pesar de que muchos consideraban descabellada la idea, Salvatierra encuentra apoyo financiero en Alonso Dávalos, conde de Miravalles; Mateo de la Cruz, Marqués de Buena Vista; Juan Caballero y Ocio y Pedro Gil de la Sierpe Romero, tesorero de la corona en Acapulco.

Pedro Gil de la Sierpe, entusiasmado con la idea, además del suministro de fondos, les facilita una galeota, la "Santa Elvira", con su tripulación completa para transportar la expedición a California, al mando de su primo Juan Antonio Romero de la Sierpe, además de una barca grande llamada “Nuestra Señora del Rosario”. Esta ayuda fue muy importante y con ella se puede apreciar la entrega personal y el convencimiento de Pedro sobre la necesidad de conquistar espiritualmente California. Todas las donaciones fueron realizadas a título personal, ya que el padre Salvatierra no podía usar las naves ni los fondos pertenecientes a la corona.

Una vez conseguida la colonización de California, Pedro Gil decide viajar todos los años a Acapulco para preocuparse personalmente del envío de provisiones y embarcaciones que solicitaban los jesuitas de esa tierra colonizada, a pesar de lo mal que le sentaba el clima de la ciudad. Al cuarto año de soportar los males que le aquejaban se sintió muy mal estando en Acapulco. Fue trasladado a la ciudad de México y falleció en 1701.

(La foto que abre este artículo corresponde a Veracruz en el siglo XVIII)