Al final, me quedé con las ganas de haber pasado una Nochevieja con don Narciso, aquel profesor de Ciencias Naturales de la escuela de la Estación tan serio en su papel de maestro como enamorado de su oficio. Teníamos apalabrada una Nochevieja juntos, pero por esas cosas tan absurdas de la vida, él se nos fue antes de tiempo -a destiempo, como siempre hace la traicionera parca- y yo me he quedado con las ganas de repetir los buenos ratos que teníamos pensado disfrutar. Como los que echamos hace unos años con motivo del encuentro de ex alumnos y profesores de la escuela de la Estación.

¡Teníamos tanto que hablar don Narciso y yo! Pero como no pudo ser, lo hago aquí con la esperanza de que él, atento siempre a las noticias, se encuentre entre los lectores de este periódico. Teníamos que hablar de lo que nunca hablan los profesores y sus alumnos. Teníamos que hablar de los sueños y pesadillas que un alumno jamás se atreve a contarle a su profesor. Cada cual en su papel, cada cual en el lugar asignado por el reglamento. El profesor en su estrado, en alumno en su pupitre. Hasta aquel encuentro de ex alumnos y ex profesores, nunca antes había hablado con don Narciso. Por eso fue un descubrimiento encontrar detrás que aquella mirada de maestro estricto a un hombre simpático, con aquella risa tan peculiar.

Con don Narciso estaban los profesores don Juan Selfa, don José Catalino, la señorita Mercedes, la señorita Setefilla... Con todos ellos eché un rato de tertulia. Don Juan Selfa habló de las lenguas. Don José Catalino, de móviles. La señorita Mercedes me saludó efusivamente, igual que la señorita Setefilla. Sin embargo, con don Narciso fue un encuentro muy especial, como si el paso de los años -en 2015 habían pasado 36 desde que salimos de la escuela de la Estación- en vez de ensanchar las diferencias las hubiera eliminado, como las fronteras que separan a un alumno de su profesor hubiesen saltado por los aires. En aquel encuentro participamos alrededor de cuarenta ex alumnos. Un encuentro de ex alumnos y profesores de tu escuela es de las cosas más bonitas que se pueden hacer en la vida.

Yo le hablé a don Narciso de los avatares de la vida y él me contó cosas de sus hermanos Loli, Javier y Álvaro, de su nueva casa en Benalmádena, pensada para pasar los veranos junto al mar, de su padre Narciso, de lo buen estudiante que había sido de niño... Había tenido una relación muy estrecha con la familia de Manuel Catalina, vecinos de la calle Lora, en especial con Pepe Martín y María Aurora, maestros como él. En fin, hablamos de esas cosas que hablan de tú a tú dos adultos que de pronto se ven libres de las barreras que imponen las normas sociales y el reglamento escolar.

En un momento dado intenté suprimir el tratamiento de don cuando hablaba de don Narciso, pero la lengua se negaba a obedecer aquella orden que recibía de mi cerebro. La lengua no se había enterado -no se quiso enterar- de que aquel don Narciso que años atrás nos hablaba de los seres vivos, de la reproducción, del origen del universo... era un hombre sencillo, capaz de reír y llorar, dispuesto a bailar allí mismo ante los ojos atónitos de sus antiguos alumnos. Don Narciso bailó y nos hizo felices incluso más que cuando nos enseñaba en la escuela de la Estación los ciclos geoquímicos, el movimiento y la fuerza. Era sin duda el inicio prometedor de una amistad que al final se vio truncada por las circunstancias de cada uno.

Descubrí que hay vida más allá de las clases impartidas de un estricto profesor de Ciencias Naturales y aproveché para recordarle que su alumno preferido era Juan José Medrano Laguna, un crack, el número uno de la Estación, del instituto Alto Conquero de Huelva y un alumno ejemplar cuando estudiaba veterinaria en Córdoba. Actual veterinario en Fuentes. También le recordé aquellas bromas que le hacían Manoli Barcia y Manuel León "Negro Jerrero". Un día le dio muy buena nota de examen a Manoli Barcia y ella, muy guasona, gritó ¡yuju!. Don Narciso parecía un tomate de lo rojo que se puso. Negro Jerrero quiso hacerse el gracioso con una broma y don Narciso lo castigó contra la pared diciéndole que el día de mañana iba a ser el sucesor del payaso Fofó.

Le recordé que todos los años le regaba los mirasoles a su padre Narciso. Remedios, la madre de Bobi Catalino, con la dulzura que le caracterizaba, siempre que entraba en el bar me decía que tenía que ser maestro escuela como don Narciso y don José Catalino, profesores entonces en Lantejuela. Aquel fue el primer destino de don Narciso, uña y carne con don José Catalino, el uno de letras y el otro de Ciencias Naturales. Tenía un Citroen Dyane 6 marrón, una rebeca de labrados marrón, unos zapatos de tacón bien modernos para la época, que compraba ancá Currito de la calle Mayor. Don Narciso era barbudo, de pelo negro rizado y usaba lentilla. Le gustaban mucho las chaquetas vaqueras azules.

Estábamos tan gusto en aquel reencuentro que acordamos repetirlo en el futuro, si podía ser en una Nochevieja que yo pudiera volver a Fuentes. Lo intentamos en varias ocasiones y no pudo ser. Los azares de la vida son así de imprevisibles. Un día aciago, don Narciso se nos fue para siempre.

De haberse hecho realidad aquella Nochevieja soñada, le habría dicho a don Narciso que Fuentes debería tener el callejero lleno de nombres de maestros y maestras, en vez de tantos santos, vírgenes y militarotes. Los maestros y maestras son lo mejor que tiene Fuentes, auténticos labradores de un futuro de progreso y cultura. No sé si don Narciso merece una calle o una plaza pública, pero de lo que no me cabe la menor duda es de que merece permanecer en la memoria de los que nos hicimos menos brutos al paso por sus clases. Fuentes, cuna de enseñantes. Esa debería ser la enseña de un pueblo cuyos habitantes celebran el paso de un año a otro recordando a sus maestros.

(En la fotografía que abre este artículo aparecen Sebastiana (cuñada de Fernandito el de la ferretería) su marido Enrique -marchenero- Manuel Verdún, Loli Carrero -mujer de Manuel Ichi- Meli, Conchi Elena -hermana de Rafi y Carmen -casada con el Pepe Lechuga- Don Narciso y Antonio Pepeola)