Nos entretienen con banderías mientras el neoliberalismo centralista sigue considerando Andalucía territorio colonial de veraneo, cañas y juerga. Lo disfrazan de supuesta industria hotelera y de servicios, pero la realidad es que esa Andalucía no pasa de ser un territorio en manos de capital externo basado en trabajo barato por culpa de la desregulación laboral.

Esas banderías rojigualdas pretenden hacernos olvidar que es indispensable reindustrializar Andalucía. Necesitamos construir un futuro andaluz con las energías renovables respetuosas con la naturaleza y los entornos agrarios. Nos urge decidir sobre nuestro modelo agroalimentario, ganadero y pesquero, lo mismo que transformar el sector turístico y la construcción.

Para Andalucía es indispensable defender sus universidades, su empresariado, sus trabajadores y trabajadoras autónomas, junto con los jóvenes profesionales para que no emigren. Exigir inversiones públicas y políticas dirigidas a las mayorías en educación, salud, economía de los cuidados, protección ambiental, reindustrialización, vivienda, empleo, protección de la infancia, integración de la inmigración y eliminación de la pobreza, movilidad sostenible y articulación ferroviaria, entre otras muchas.

Pretenden desprestigiar al Servicio Andaluz de Salud en una clara apuesta por el aseguramiento privado. Arremeten contra los avances y demandas feministas, los derechos LGTBI y la emigración o las personas diferentes. Asimilan a Andalucía con una tierra propicia al maltrato animal, cuando hace ya lustros que la sociedad andaluza dio la espalda a todo acto que atente contra la dignidad de la vida animal. Atentan de esta forma contra la humanidad, esencia del pueblo andaluz.

Afirmamos que el neoliberalismo centralista y el conservadurismo español de raíz franquista son las causas políticas y estructurales de la desigualdad de Andalucía con respecto del Estado y de Europa. Por esa razón reivindicamos el irreemplazable papel de Andalucía en la configuración territorial del estado.

Andalucía es un pueblo que políticamente tomó impulso en la movilización popular del 4 de diciembre de 1977 y se materializó en el referéndum del 28 de febrero de 1980. Queremos seguir ejerciendo el derecho a decidir. Andalucía accedió así al autogobierno que verdaderamente le corresponde. Tiene naturaleza constitucional de nacionalidad histórica.

Pero a esa Andalucía, que existe como pueblo político y cultural, la intentan ocultar bajo la manta de una servidumbre complaciente con los poderes e intereses ajenos. Andalucía ha salido de su silencio, emergiendo en Cádiz con las potentes movilizaciones de los trabajadores de la industria siderometalúrgica. Andalucía no puede quedar escondida bajo las viejas argucias de la derecha española que se resiste a abandonar la condición de capataz.

Planta cara la Andalucía del pan, el trabajo, la libertad y el desarrollo intelectual, cultural y empresarial endógeno. El centralismo sigue siendo un lastre regresivo que cercena libertades colectivas e individuales. El centralismo daña especialmente a Andalucía porque limita nuestra capacidad de desarrollo económico.

La cuestión de la reorganización de los poderes territoriales del estado seguirá siendo central en el debate político español. Andalucía está apartada y plegada a los intereses centralistas.  Sin embargo, sin el concurso activo de Andalucía, como ya ocurrió en la configuración constitucional dada en 1978, será imposible una salida democrática federal y plurinacional, de carácter republicano.

No habrá condiciones para avanzar hacia una España plurinacional federal mientras la voz andaluza esté capitalizada por el enfrentamiento con otros pueblos y no contra el centralismo que usurpa nuestro poder. Solo si Andalucía deja de ser colonia de la derecha y del conservadurismo madrileño los andaluces y andaluzas tendremos un futuro democrático mejor. Será entonces y sólo entonces cuando Andalucía, igual que España, tendrá garantizado un futuro de avances sociales, ecológicos, de género y federales que mejoren la vida.