Si los que declaran las guerras tuvieran que ir al frente a disparar y a ser disparados, otro gallo nos cantaría. Pero Putin y sus jerarcas están cómodamente protegidos en sus búnkeres, mientras en los campos se juegan la vida los soldados, casi todos ellos hijos de un pueblo, el ruso, que odia las guerras porque las ha sufrido tanto como ha sentido en sus estómagos el dolor del hambre. La policía rusa ha practicado más de 5.000 detenciones por protestar contra la guerra. Todo eso porque los que deciden las guerras no tienen que echarse a los caminos buscando asilo en tierra extraña. Pobre pueblo ucraniano y pobre pueblo ruso, otra vez sometidos por el nuevo zarismo déspota de un guerrero sin escrúpulos. Pobres Dostoievski, Tolstoi, Gógol (ucraniano), Shólojov, Chéjov, Pasternak, Gorki...

Los hombres preparan y hacen las guerras, mientras las mujeres y los niños las sufren. Estoy seguro de que hoy no estaríamos lamentando la invasión deUcrania si al frente de Rusia hubiese una mujer en vez del hombre que todos conocemos. Es verdad que hay mujeres y mujeres, como hay hombres y hombres. No dudo de que hay mujeres belicistas y hombres pacifistas. Pero me cuesta creer que una presidenta de un país ordene a sus tropas invadir otro país vecino. Thatcher con Las Malvinas fue la excepción que confirma la regla. Casi todas las guerras que he conocido durante mi vida y las conocidas por el estudio de la historia han sido iniciadas por hombres. Las mujeres de Grecia lograron parar la guerra del Peloponeso negándose a tener sexos con sus maridos guerreros. La historia la llevó al teatro Aristófanes en "Lisístrata".

Tantos siglos haciendo la guerra han tenido que dejar en el ADN de muchos hombres la marca indeleble del belicismo. Por la misma razón, tantos siglos de sufrir las guerras han tenido que dejar en el ADN de las mujeres el pacifismo. Mañana, 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, debemos reivindicar no solo el fin de la violencia contra las mujeres, sino también mayor presencia de ellas al frente de los gobiernos de todo el mundo. De los hombres al frente de la política sabemos lo que podemos esperar, de las mujeres está por ver porque, entre otras cosas, nunca se les ha dejado. De sobra sabemos el daño que ha hecho la política dirigida por los hombres. Por lo tanto, a qué esperamos para ponerlas al frente de la política y de las negociaciones para la paz. En las mesas de negociación donde se han visto los rusos y los ucranianos sólo había hombres.

Más de un millón y medio de personas caminan por las carreteras de Europa en busca de refugio. Ilustra estas líneas la magnífica imagen del gran fotógrafo andaluz Emilio Morenatti. Hoy son ellos como mañana podríamos ser nosotros, como en el pasado fueron los españoles que buscaron en Francia cobijo de la guerra iniciada por Franco, otro genocida. A muchos de ellos les acogieron en México, Chile, Argentina… porque Francia, ¡ay! los mandaba a campos de concentración.

Lo mismo que huyen de guerras y del hambre cientos de africanos, aunque a éstos la Guardia Civil les apalea en las vallas de Melilla y Ceuta. Mandada por un ministro, Marlaska, que dice ser de izquierdas y hace una política fronteriza que podría suscribir VOX (recuérdese lo ocurrido con los menores que hace menos de un año entraron en Ceuta). Como en Grecia se les impide avanzar a los miles de iraquíes y sirios que tratan de escapar de la muerte cruzando el Mediterráneo. En África hay en estos momentos una decena de países en guerra, de los que nadie sabe nada. ¿Son ellos menos seres humanos?  

Contradicciones de la política europea, que a unos les abre las puertas y a otros les da con ellas en las narices. ¿Por qué clasifican a los seres humanos en primera, segunda y hasta tercera categoría? Porque algunos creen que los suyos son los de primera y que jamás estarán abajo. Qué engañados están.