¡Quítate que me tiznas!, le dijo la sartén al cazo. Es un dicho muy ibérico por el que uno acusa a otro de algo que es precisamente lo que aquel está haciendo. Es lo que pasa cuando el partido popular culpa al Gobierno de España de impedir la renovación del Consejo General del Poder Judicial, cuando es esa formación política la que la está boicoteando. Una excusa lleva a la otra. Primero era porque era inaceptable que Podemos propusiera juristas de su entorno. Luego ha sido porque debían ser los jueces los que debían elegir a las personas vocales.

Seguidamente, tras la dimisión del presidente del órgano de gobierno judicial, y en su día, ex director general de relaciones con Administración de Justicia en el gobierno de J. M. Aznar, que los integrantes del mismo no debían tener un perfil político, lo que en el fondo era un veto a Victoria Rosell, a lo que también han ayudado algunos medios de los llamados progresistas. Ahí está el titular de El País: “Podemos enreda en el pacto para el Poder Judicial al exigir que incluya a la jueza Victoria Rosell contra la estrategia de Yolanda Díaz”. Y, cuando los populares han sido conscientes de que el veto no iba a funcionar, se vuelven a inventar otro pretexto, la reforma del delito de sedición, dando un giro copernicano por presiones internas y del lobby mediático-económico que los sustentan, aun cuando habían corroborado públicamente que era una materia distinta y que no iba a afectar al pacto, lo que ha hecho quedar al presidente popular como un pelele.

Pero, quién es Victoria Rosell. Es una prestigiosa e intachable magistrada que ejercía en los tribunales de Las Palmas y portavoz de Jueces y Juezas por la Democracia, que tuvo la osadía de presentarse como independiente en las listas de Podemos, momento en el que siendo ministro un tal Soria con el presidente M. Rajoy decide interponer una querella contra ella inventándose una serie de delitos, como los de retraso malicioso, cohecho y prevaricación y pone a investigarlos al juez Alba, ya famoso por no poder evitar, según se publicó, la condena al Partido Popular por reformar su sede de Telde con dinero público en 2003.

Como consecuencia de la falaz querella, el Tribunal Supremo investiga a Victoria Rosell y esta se ve obligada a dimitir de la Diputación Permanente del Congreso de los Diputados, pierde su escaño y se ve impedida a presentarse como candidata a las elecciones de junio de 2016.  Objetivo conseguido y Soria queda más tranquilo. Hasta ese momento el juez Alba había urdido una causa prospectiva que había servido a ese ruin objetivo. Sin embargo, la situación da un vuelco al entregarse en el juzgado una grabación de audio en la que queda al descubierto la cacería a la que aquella fue sometida y en la que se oye al empresario Ramírez decir al entonces juez Alba: ¿Tú crees que a José Manuel le va bien esto para la querella que tiene? Ese José Manuel, es Soria. A partir de ahí el proceso se tambalea y Alba ha sido condenado por conspirar y manipular una investigación penal a 6 años de prisión, 18 años de inhabilitación, 12.500 euros de multa y 60.000 de indemnización a su víctima, Victoria Rosell, hoy firme candidata como Vocal del Consejo General del Poder Judicial.

Llegados a este punto, ¿a quién me quiero parecer? Desde luego que no me quiero parecer a esa España que nos retratan Alba, Soria o M. Rajoy, en la que la corrupción es la protagonista principal. No me quiero parecer a los que manipulan, conspiran para enriquecerse. No me quiero parecer a los jueces Alba, que no merecen tener esa principal magistratura. No me quiero parecer a los periodistas de las cloacas, aprovechategui, que mienten y aceptan sobornos. No me quiero parecer a los políticos corruptos. No me quiero parecer a los policías y guardias civiles que manchan la dignidad del cuerpo. No me quiero parecer a los que ocupan los sillones del Consejo General del Poder Judicial sin respetar la Ley y la Constitución.

Me quiero parecer a las personas que no callan y piden justicia social. Me quiero parecer a las personas que tienen libre albedrío, que piensan por sí mismas, que son leales y dicen lo que piensan sin dañar a otras personas. Las que actúan de acuerdo con sus ideas y no guardan silencio por miedo a correr un riesgo a ser destituidas, sino porque lo creen necesario y merece la pena por mejorar las cosas, la democracia y la libertad.

Me quiero parecer a la España de verdad, cuya imagen se ve reflejada en Victoria Rosell: honestidad, integridad, buen trabajo y buena persona. Y usted, persona lectora, ¿a quién se quiere parecer?