Es ahora, cuando los recuerdos se agolpan, que quiero hablarte ,Antonio, cuando aún no me creo que te hayas ido. Durante un largo periodo compartimos trabajo como concejales en el ayuntamiento y militancia política. Sobre todo éramos amigos ¿Recuerdas cuando fingíamos ser el conde Lucanor y Patronio? Cómo nos reíamos  de las historietas que inventábamos, ¿Cuando escribíamos a medias los artículos para el libro de feria?

¿Recuerdas cuando organizábamos las comidas de navidad o del verano, sin mucho acuerdo de los demás? Eran más serios, más hombres de partido. Nosotros íbamos un poco a nuestro aire. Esto último no te impedía ser una persona comprometida, sabiendo de donde venías, luchador por una sociedad mejor y más justa. Siempre admiré tu capacidad dialéctica. Eras bueno como portavoz, muy bueno, el mejor.

Cierto que en los últimos tiempos nos hemos visto poco, la vida, la marea, nos acerca y aleja, pero siempre se vuelve a los recuerdos, al pasado.

Como maestro fuiste un ejemplo, siempre dispuesto a ayudar a las alumnas y alumnos que más lo necesitaban. Seguro que ahora mismo hay muchas personas recordando a su maestro Pruna. Eras de esos maestros que dejan huella y esa huella estará siempre presente. Me contaba un día una amiga de ambos que te sentías orgulloso cuando ibas a ver un abogado o un médico que había sido alumno tuyo. A esa misma persona, que había sido tu alumna, y llegó a tener un cargo en el Ayuntamiento por encima del tuyo, le decías en broma: “ahora mandas en mí".

Hace pocos años te jubilaste y tu vida cambió, pero no tu amor a la docencia. Me contabas hace poco que le dedicabas más tiempo a leer, a tu nieta. Yo te respondí que “somos dos jubiletas, Antonio”. Hoy me dan la triste noticia de tu adiós y no sé cómo afrontarlo.

Amigo donde quieras que estés tu recuerdo permanecerá en nosotros.

Que la tierra te sea leve.