Con un verso directo y desnudo, la poeta nos sumerge, desde un primer momento en un mundo interior plagado de emociones que atrapan al lector invitándolo a sentirse parte de ellas. El dolor vertebra, como eje temático, esta obra que sorprende por la valentía con que se aborda una experiencia traumática, que marca un antes y un después en el devenir de la vida.

Duelo en dos tiempos es una búsqueda sin paliativos de la verdad, un intento decidido de encontrar una relación entre el pasado y el presente para afrontar el futuro, un esfuerzo por reconstruir el espíritu y el cuerpo con los pedazos rotos del alma. Aferrada a la palabra como tabla de salvación, la autora nos revela la intimidad de su sufrimiento llamando a sus criaturas por su nombre. Describirlas supone conocerlas y permite superarlas, convivir con ellas. La angustia, la desesperanza, el desconcierto, la tristeza, el caos interior, el coraje de seguir adelante… se suceden y entremezclan, al igual que los tiempos vitales, tejiendo complejas redes de sentimientos con los que de una u otra forma el lector acaba sintiéndose identificado.

Duelo en dos tiempos construye un universo poético que trasgrede por su lenguaje desinhibido, por la originalidad de sus imágenes, por atreverse a describir sin tapujos todos los matices del dolor, por no someterse a encorsetamientos expresivos convencionales y por no caer en la facilidad del dramatismo.

La poeta consigue un valor pretendido por muchos y conseguido por pocos, un valor difícil de alcanzar, haciendo que su voz trascienda su propia individualidad para convertirse en la voz de muchos, en la voz de todo aquel que sufra, que luche con sus miedos, que se sienta enfermo, que tenga esperanza, que viva… en fin.
Encontramos en estas páginas versos como estos, que son de la autora, que son del lector en algún momento de su vida, que son de cualquiera que (en palabras de la poeta), haya tenido la suerte de encontrarse con esta obra: "Tengo negra la boca. Me amarga la boca sin razón aparente. / La abro y salen sombras".
¡Enhorabuena, A. Mediomanto!