Bastianito, mi gato, me enseña cosas. Me enseña que no hay tanta diferencia entre su especie y la mía, que somos habitantes del mismo planeta en el que un día, hace millones de años, ocurrió algo tan maravilloso y sin sentido como la evolución. Pasados unos miles de años, muchos, mi especie se creyó la dueña de la Tierra y desde entonces no hemos parado de joderla.

A Bastianito le gustan los libros. Para dormir sobre ellos. Despierta, me mira y dice que en verano hay que levantarse pronto, que hay que aprovechar la luz solar para vivir, laborar, dejar el descanso para las horas terribles del medio día. Él dormita durante ellas. En invierno me deja dormir hasta que el sol calienta la tierra y nuestro cuerpo está dispuesto para la vida y la luz. Sabio Bastianito.

Por las noches intenta cazar una mariposa, un grillo, pero está tan lejos de sus ancestros que lo de cazar solo es un juego, un pasatiempo. Me mira con sus ojos tristes y me dice “¿ves lo que habéis hecho con vuestro poder, vuestro orgullo de especie? Nos habéis convertido en inútiles”. Más tarde acude a mi cama y duerme a mis pues, me cuida como yo lo cuido. A veces pienso que él se cree el dueño del territorio y yo solo soy una intrusa a la que deja vivir en él.

Hay días en que al ponerle su latita de atún y su agua fresquita, me mira y me dice “qué bien me cuidas, tus hermanos de especie lo saben, ellos y ellas ven por la tv lo bien que lo pasamos aquí en este lado del mundo. Quieren su justa parte del pastel, por eso arriesgan su vida para alcanzarlo y los despreciáis, los ignoráis”. En esos momentos pienso en mis hermanos y hermanas de especia que me han ofrecido pañuelos y pulseras de cuentas en la playa y siento vergüenza de no haber sentido vergüenza.

A veces, Bastianito me enseña cómo vivir en soledad. Otras veces cómo cuidarnos y no crearnos necesidades que son superfluas y ridículas. Tengo que aprender mucho de mi gato, de todos los gatos  del mundo, de todos los seres que habitan este planeta que se nos va al traste. ¿O no somos los seres humanos los que nos estamos creando nuestro propio al fracaso como especie? Eso al menos es lo que me dice mi gato cuando me mira escribir en el ordenador con cara de sueño. “Amiga, te crees superior a mí, pero solo eres una casualidad de la naturaleza, igual que yo”.