En este momento que es aquí, que es ahora, que es presente y por lo tanto efímero, pequeño y ligero como la arena de la playa que se escurre entre los dedos. En este humilde instante lleno de nada, me ausento de la vida y sus tribulaciones para pensar en lo que importa, eso que suele pasar desapercibido ¡Cuánto cuesta saber qué es lo importante! Estoy sano, eso supongo, tengo talento, eso me dicen, tengo amigos, eso creo, tengo amor, eso lo sé. Tengo comida en la nevera, agua que sale de un grifo y una almohada con la que discutir cada noche. No me persigue la mafia siciliana, todavía veo bien para disfrutar del placer de mirar por un rectángulo, y oído para dejarme inundar de música hasta el colodrillo, tengo paladar para disfrutar, cuando puedo, de un buen filete. Tengo palabras para jugar con ellas.

Los días, son ladrillos iguales entre sí, pesados e inflexibles, juntos forman un muro infranqueable e interminable, que no me deja ver el horizonte. A veces me imagino el fin, no el mío, sino el de la pared. Ladrillos convertidos en polvo. Caerá el muro, caerá algún día, lo sé.

Hace muchos años, repetitivos años en los que no hay otoño. El verano cede ante el invierno sin intermediarios, sin matices, sin escala de grises ni colores secundarios. Es o todo o todo, o nada o nada y entre tanto las ganas de vivir se agotan de tanta nada, recordando tiempos mejores cuando  vivir todo apenas era nada. ¿Quién sabe? Lo mismo una de estas tardes, cuando nadie lo espere, el cielo se torna gris y un estruendo, un rayo azulado marcará el fin de la sequía, entonces lloverá, lloverá a cántaros regando y abonando las ilusiones perdidas. El polvo se volverá barro con el que moldear nuevos sueños. La lluvia abonará la sed de aventura, la sed de vida.

¿Por qué no?

Hoy puede empezar el resto de mi vida, lo presiento, aunque lo he presentido tantas veces… Escucho una voz como la de las máquinas expendedoras de tabaco que habla de mis anhelos. La voz robótica repite: “agotado, elija otro” o “inténtelo de nuevo”. Eso es lo que hago una y otra vez, lo intento todo; cambio de marca, meto el importe exacto, zarandeo la máquina, le doy patadas. Pero el inclemente futuro se me resiste sin darme oportunidades, soy estafado también una y otra vez. Camino entre castillos de naipes marcados, espejismos que se desvanecen con halagos y peloteos, todo tan viejo como el tocomocho. A perro flaco todo se le vuelve decepción.
Por cierto, ¿alguien sabe en qué consiste la felicidad?

Igual soy feliz sin saberlo, dicen que un pesimista no es más que un optimista bien informado. No sé cómo de bien informado estoy, pero soy un optimista, casi todos lo somos ¿Quién iba soportar este rollo de vida de no serlo? Tal vez por eso no me rindo, aunque a este túnel se le fundió la bombilla hace mucho. Las musas han huido, no se me aparece la Virgen de las Angustias, no me habla ninguna zarza ardiente y además no me fio del zodiaco, (dice que soy virgo). Se me están borrando las líneas de la mano de tanto hurgarme en busca de un buen augurio, un golpe de suerte que cambie mi futuro. Los golpes aparecen, la suerte no. Tendré que tomarme una infusión de tréboles de cuatro hojas, aunque conociendo mi suerte, igual me convierto en un irlandés pelirrojo de nariz respingona.

No sé si soy feliz, pero me da placer escribir para espantar la mediocridad, no sé si lo consigo. Espero mi oportunidad como agua de octubre, sé que llegará, llegará la tormenta, llegará un futuro sin “lágrimas en la lluvia”. Nunca me he sentido un perdedor, pero ya no uso camiseta, la perdí en una apuesta, en otro golpe de suerte. Floto, como tantos, porque no sé evitarlo o quizá por sentido común, tal vez por cobardía.

La vida es lo único pasa en la vida.

Por eso, dioses y musas, fantasmas y monjitas de clausura, santos milagreros y de los otros, confluencias galácticas y agujeros de gusano, ayudadme. Ponedle un parche al mal de ojo, un collar de ajo a Drácula, regaladle un cortauñas a Freddy Krueger y una Filomatic al Hombre Lobo, impedid que los enanos jueguen en la NBA, y de paso ya puestos, acabad con la intolerancia en el mundo. Necesito un pedacito, apenas nada, del cielo del que disfruta la mayoría como si fuese lo normal, seguro que tú también.

Espero poder levantarme y ver a lo lejos el horizonte despejado y transparente tras la tormenta, añoro el otoño.