Hace ni mucho ni poco tiempo existía un reino, cerca de los hielos eternos, donde los habitantes se sentían felices. La casa real, que desde hacía milenios vivía en el palacio, era el espejo de virtudes donde grandes y pequeños se miraban. Cada primero de año, con la venida de Abuela Noelia, así llamaban al personaje mitológico que traía regalos la noche de fin de año, los habitantes del reino acudían al palacio real para mirarse en el espejo de virtudes y comprobaban, a la vez que aprendían, cómo debían comportarse durante el año.

Llegado el momento, los reyes tuvieron una hermosa hija a la que pusieron de nombre Blancanieves, pues pensaban que con ese nombre hacían honor al reino. Por otro lado, solo con nombrarla en el resto del mundo, cosa muy probable ya que la familia real era dada a salir en las revistas llamadas del corazón, la marca del país obtendría una publicidad gratis que siempre era de agradecer. Todo parecía perfecto hasta que ¡oh! los dioses envidiosos de la felicidad de la real pareja provocaron una gran desgracia. Una tarde que la reina salió a esquiar por las pistas más peligrosas del reino, cosa que el rey siempre le aconsejaba que no hiciera, sufrió un accidente de cuya consecuencia murió a las pocas horas.

El rey anduvo un tiempo desconsolado, sin querer saber nada del mundo ni de su propia hija, pero pasado el tiempo de luto y con la llegada del medio luto, comenzó a asistir a reuniones, cacerías y recepciones, más o menos las tareas propias de un rey responsable. En una recepción, a la que asistió con motivo de la inauguración de la temporada de esquí, conoció a una top model ya algo pasada de moda, aunque conservaba parte de la belleza de sus mejores momentos. El rey se enamoró rápidamente de la top model y ella, aunque no estaba muy convencida de su amor, consideró que el papel de reina consorte añadía glamour a su persona. No había pasado un mes del encuentro cuando se celebraron las bodas reales con la pompa y el boato propios de una casa real.

Pero, ay, desde el primer momento las cosas no fueron bien para Blancanieves. A ella no le gustaban las recepciones ni los saraos, prefería las bibliotecas, la compañía de amistades nada normativas y la naturaleza. A todo esto, su madrastra, la top model, se puso de los nervios cuando comprobó que el espejo de las virtudes que era su majestad era sincero y le decía cómo tenía que comportarse, vamos que se dedicara a leer y a ser una persona de provecho igual que Blancanieves que cada día era más inteligente e independiente. Poco a poco, estas cosas le acarreaban problemas a Blan, como la llamaban sus compañeros de la Uni. La top model ya no podía con aquella niña que cada día pasaba más tiempo en la universidad que en palacio con su padre, que cada día estaba más chocho y ausente de la realidad.

Así, ocurrió que un día que Blan volvía de una conferencia sobre homosexualidad y transexualidad se desató una gran tormenta y tuvo que llamar a palacio para que vinieran a recogerla. La persona que se ocupaba de los medios de transporte de la familia real había sido introducida por la top model, así que le mandó a un chófer rematadamente malo y asustadizo. La intención era que sufriera un accidente y... Pero la cosa no salió como la madrastra planeó porque Blan se había refugiado en un bar cerca del lugar de la conferencia donde conoció a unos tipos divertidísimos que andaban emborrachándose y despotricando de la conferenciante porque había dicho que los transexuales eran personas a medias entre un hombre y una mujer. Se partían los tipes.

A Blan, que hacía tiempo que venía notando que se sentía atraída por una de sus compañeras, todos estos temas le interesaban. Se acercó a los enanos porque todos aquellos tipes eran enanos, o al menos de muy baja estatura, y comenzó a preguntarles qué les había parecido la conferencia. “Regu”, dijeron, "la tía esa no sabía mucho del tema, pero tampoco ha estado mal del todo." Así, poco a poco Blancanieves fue trabando amistad con aquellos siete personajes, porque eran siete, y no se dio cuenta de la hora que era.

Mientras, el chófer la buscaba por los alrededores del lugar de la conferencia y, al no encontrarla, entró en el mismo bar donde estaba Blan con sus ya amigues, que le habían dicho que eran transexuales y algunos no binarios y la estaban convenciendo de que abandonara su cómoda vida de princesa hetero y aceptara su verdadera inclinación sexual y viviera la vida tal y como ella soñaba. El chófer, que la estaba viendo, mientras bebía y bebía, quiso llevarla a palacio, pero ante la negativa de Blan y ante el temor de ser castigado al no cumplir con la orden de la reina que andaba cada vez peor de los nervios, siguió bebiendo para olvidar su mala suerte y entre copa y copa fue conociendo a una chica muy simpática que había llegado hacía poco de Erasmus a la universidad. Así fue como al cabo de un buen rato el chófer salió del bar acompañado de la chica Erasmus al mismo tiempo que Blan de les siete enanes.

Como era de esperar, después de las copas no había que ser muy listo para saberlo, el chófer tuvo un accidente con el coche, el cual quedó destrozado, y la chica Erasmus toda llena de magulladuras y sin ganas de tomar más copas, ni de nada. El pobre chófer contó a la top model que la princesa había salido disparada del coche en el momento del accidente. Había múltiples testigos que podían asegurar que había salido del bar con una joven, así qué: búsqueda infructuosa, funeral, luto y la vida sigue. Pero he aquí que la madrastra seguía con la manía del espejo aquel de las virtudes y cada vez éste era más borde con ella: “Nada, que no le llegas a Blan ni a la suela del zapato”.  “Eres una muñequita de porcelana sin chicha ni limoná

A todo esto, el rey como siempre a lo suyo, ahora andaba cazando unos bichos por África que, según él, eran muy dañinos para la marca del país. Un día la top model, que sospechaba algo, fue a ver al chófer y le hizo confesar la verdad a fuerza de sobres. En cuanto supo que Blancanieves estaba viva y que se había marchado con una caterva de enanos, montó en cólera, llamó a un programa de TV en secreto y les vendió la exclusiva: “PRINCESA LESBIANA CONVIVE CON ENANOS TRANSEXUALES”. La que se montó fue enorme, pero he aquí que les enanes habían creado una asociación de lesbianas, gais y enanos transexuales y no binarios a la cual pertenecían periodistas y políticos de prestigios y uno de ellos era nada menos que el primer ministro. “Ohhh, dijo el rey al enterarse, qué lío, amorcito, por dios, deja esto ya que me va a costar el trono” y la madrastra tuvo que conformarse con pasar por las pasarelas de vez en cuando, las colecciones de pijamas y ropa de caza de una amiga del rey.

Os estaréis preguntando qué ha sido de Blan y sus amigues, pues es bien fácil adivinarlo ya que se trata de un cuento y como tal, con final feliz. Blancanieves se enamoró de una periodista de la asociación y se fue a vivir con ella a Londres y les siete enanes montaron un restaurante vegetariano para gais, heterosexuales, homosexuales y enanos transexuales y no binarios que fue un éxito total. Algunos encontraron el amor de sus vidas, otros solo un amor pasajero, que dicen son los mejores, y otros se dedicaron a la vida contemplativa y vivieron felices y contentos todas, todos y todes.