El mundo no está lleno sólo de malvados. Además de los tiranos que bombardean poblaciones indefensas, además de los que medran a la sombra del sufrimiento ajeno, además de los que roban desde el poder, también existen personas buenas, generosas, solidarias. En el buen sentido de la palabra, buenas, que escribió Machado. Las he visto dar lo mejor de sí mismas tratando de aliviar el dolor de los demás, trabajando sin descanso para terminar con la injusticia de la pobreza e incluso renunciando a una parte de su dinero para que otros puedan comer o tener unos zapatos. No todo el mundo se enriquece mediando en la compra de mascarillas en los peores momentos de la covid-19.

Da miedo asomarse a los medios de comunicación. Miedo y desconfianza. Después de unos minutos de telediario uno tiene la tentación de decir que el mundo está poblado de ladrones, asesinos y cínicos. Algunos aprovechan el río revuelto para concluir que el "buenismo ha muerto", que es lo mismo que decir que el "malismo ha triunfado". Por buenismo se conoce lo que siempre ha sido el humanismo. Lo contrario del humanismo es la inhumanidad, el bestialismo. La bestia anda suelta. El hombre, lobo para el hombre. Si el humanismo ha muerto, viva la inhumanidad. La ley de la selva impera. Carta blanca a los que medran a costa del dinero público.

Pues no, en el mundo hay quienes se comportan de otra manera. He visto a más personas entregando parte de su dinero, de su tiempo y de su energía para salvar vidas e intentar construir un mundo más habitable, que robando o matando. Por ejemplo, he visto cómo le salvaban la vida a Braima Sabali, el niño de la fotografía que ilustra este artículo, que hubiese muerto sin la generosidad que también atesoran los seres humanos. No todos, pero estoy seguro que más de los que parece a la vista de los telediarios. Braima fue llevado este mes de enero al hospital de Bafatá (Guinea-Bissau) con una herida cuya infección comprometía seriamente su vida. La ONG Periodistas Solidarios lo trasladó en ambulancia a otro hospital mejor equipado y lo puso en manos del doctor Pastor, un médico cubano que a base de tesón y buen hacer logró salvarle la vida.

Ese día vi a personas que a pesar de vivir con lo justo, le restaban dinero a su cartilla de ahorros para contribuir a la compra de las medicinas que necesitaba Braima para volver a ser un niño con futuro. He visto a hombres y mujeres entregando parte de su dinero, de su energía y de su tiempo para hacer un pozo con el que las hortelanas de Puente Nuevo (Bafatá) puedan regar los tomates y pimientos. Por la tarde riegan y por la mañana llevan sus hortalizas al mercado para venderlas y poder sacar adelante a sus familias. Algunas de ellas, por la noche acuden a la escuela. Hombres y mujeres que desmienten esa visión tenebrosa del ser humano que los medios se empeñan en mostrarnos un día sí y otro también.

Ellos y ellas desmienten con sus hechos que el humanismo haya muerto. Es conveniente recordarlo en momentos como éstos en los que algunos celebran la muerte del ser humano-humano. "Hay una raza vil de hombres tenaces de sí propios inflados", escribió el poeta José Martí. Pero añadió que "hay otros, como flor, que al viento exhalan en el amor del hombre su perfume". Tengo para mí que estos últimos son más, pero miramos más a los primeros, siempre "a su goce ruin y medro atentos y no al concierto universal". Es bueno que lo tengamos en cuenta, entre otras cosas porque nuestra desesperanza sería el más valioso trofeo que entregaríamos a los malvados, a los tiranos que bombardean Gaza y a los ladrones que esquilman la arcas públicas.