Cuatro días de la semana pasada con temperaturas criminales han dado al traste con gran parte de la producción de aceituna de este año en Fuentes. La catástrofe ha sido provocada por la suma de cuatro factores: el solano, los 40 grados de los últimos días de abril, la sequía y el olivar entre la floración y el cuajado del fruto. En cuatro días de la semana pasada se ha perdido entre el 70 y el 80 por ciento de la aceituna. Peor que la sequía ha sido el aire y las temperaturas tan altas, que han cogido al olivar en su momento más delicado. El daño no ha sido igual en todas las variedades. Las afectadas gravemente son las variedades más tempranas, como la manzanilla y la arbequina, esta última la más extendida en Fuentes. En cambio la arbosana, variedad más tardía, ha resistido de forma importante. También la marteña ha sido menos dañada.

Un mayete de Fuentes trae para el caso el refrán según el cual "con la trama en abril no alumbra el candil". Poco aceite que alimente la mecha. Este año, los mayetes se las prometían felices porque a primeros de abril los olivos parecían nevados de la cantidad de trama que traían. Buen año se avecinaba. Mejor año después de la mala cosecha del pasado, del anterior y del anterior. Aunque los más viejos andaban con la mosca detrás de la oreja por aquello del refrán. Lo normal es que el olivar florezca a finales de abril o primeros de mayo. El 4 de abril ya estaban en flor y a finales de mes la aceituna tenía el tamaño de un grano de anís. Todo, un mes antes de su tiempo.

Entonces vino la última semana de abril con sus temperaturas inusualmente altas y el maldito viento de solano, que ha hecho el efecto de un lanzallamas sobre lo tiernos olivares. Desde lejos, el aspecto de los olivos es magnífico. Como si para ellos no hubiese sequía. Recorrer la Mata Elvira, empezando por el camino del Pozo Santo, es adentrarse en la frondosidad de olivos lustrosos. Pero no hay más que acercarse y mirar sus metidas con detalle para descubrir el marrón del fruto quemado o las ramas sin rastro de aceitunas. Los pies de los olivos recogen la imagen de la desolación en forma de serrín a que ha quedado reducida aquella promesa de cosecha abundante de hace apenas un mes.

Las variedades tempranas, arbequina y manzanilla, son las más afectadas

Apenas ha quedado un diez por ciento de la producción de la variedad arbequina. El fruto estaba empezando a cuajar cuando llegaron los días peores. Lo mismo que la manzanilla, destinada sobre todo a verdeo. La diferencia es que la arbequina es la variedad más abundante aquí, mientras que la manzanilla apenas representa el 10 por ciento de las plantaciones. Ambas están prácticamente perdidas, especialmente en las fincas de secano, donde se ha caído el 90 por ciento. En las fincas de regadío las pérdidas son algo menores, en torno al 60 por ciento.

El riego, aunque haya sido precario porque los pozos están al límite, ha salvado una parte de la producción. Otro problema viene ahora porque el verano se presenta largo, larguísimo, y sin apenas agua. La parte de la cosecha que se ha librado de los fatídicos días de abril tiene que lidiar con la sequía. De hecho, si cada año los cada vez más abundantes olivares de regadío precario que van de la Vereda de los Pajaritos hasta la Llana tienen poca agua, éste tienen menos aún. Los agricultores empiezan a regar cada año de mayo en adelante. Este año ha habido que empezar en abril. Este verano va a durar dos meses más y eso, unido a la situación de los pozos, hace temer que la sequía acabe con la poca cosecha salvada.

La variedad arbosana ha sufrido menos por las calores de abril

Imposible ponerle cifras económicas a la catástrofe. Quien se atreve a ponérselas habla de entre siete y ocho millones de euros los que se han llevado por delante aquellos cuatro días de abril. En Fuentes hay en este momento unas 1.700 hectáreas de olivar, que produjeron el año pasado unos 14 millones de kilos de aceituna (8.000 kg de media por hectárea) y casi 11 millones de euros (0,80 euros el kilo). Este año la producción, si la sequía no acaba de arruinar la cosecha, a duras penas llegará a los 5 millones de kilos. Aunque el precio suba por la escasez de producción, lo evidente es que las pérdidas serán muy elevadas.

Los árboles han sido víctimas de ese engaño del clima, que a la postre se ha demostrado catastrófico para los mayetes. Habrá poco aceite y el precio tenderá a subir de nuevo, lo que agravará aún más el coste de la cesta de la compra, ya de por sí alto. Que suba el precio aliviaría el bolsillo de los agricultores si hubiera aceite, pero es que no hay. Como dice uno de ellos, "para qué quiero que suba el precio de la aceituna si no tengo para vender". Algunos tienen todavía una parte de la pasada cosecha, aunque poco porque también fue escasa. En cambio, el precio del aceite de girasol está por los suelos a consecuencia de la entrada masiva de ese producto procedente de otros países.

Lo peor es que las pérdidas se suman a las que ya sufren por la sequía los otros cultivos habituales en Fuentes, los cereales, el girasol y el garbanzo. Llueve sobre mojado. O mejor dicho, no llueve sobre los campos resecos. Aunque la falta de lluvia no haya sido el principal causante del daño. Lo realmente dañino para el olivar ha sido el desquiciamiento del reloj de la naturaleza. El hecho de que en invierno haya habido temperaturas primaverales, que ha provocado una floración temprana, y en la primavera temperaturas veraniegas, ha trastornado todos los ritmos agrícolas. Además, el trastorno de este año no va a ser único, según prevé un estudio del Instituto de Investigación y Formación Agraria y Pesquera de Andalucía (IFAPA) sobre el impacto del cambio climático sobre el olivar, cuyas conclusiones serán publicadas en breve por Fuente de Información.