Cuando era pequeña mi abuela tenía un cerdo al que llevábamos los restos de las comidas, restos que en verano aumentaban por los desperdicios de melones y sandías. De estas frutas separábamos las pipas que, una vez lavadas y secadas al sol, tostábamos con sal  para más tarde, por las noches, comerlas en el cine de verano. Cuando era pequeña mi madre me mandaba a comprar al puesto de Isabel un cuarto de azúcar, lentejas, arroz… que me vendía cuidadosamente liado en papel que luego servía para el retrete, entonces no decíamos váter ni servicio ni nada parecido.

Cuando era pequeña comprábamos refrescos en botellas de cristal que devolvíamos a la tienda una vez vacías. Tener una botella de “casera” para el gua fresquita era un lujo. Cuando era pequeña pasaba por mi calle dos veces por semana un carillo tirado por un burro, creo recordar, donde depositábamos la basura generada en la casa y el bar (teníamos un bar).

¿Nostalgia romántica de tiempos pasados? No. Solo reflexiono sobre lo que estamos haciendo con nuestro pueblo, nuestros campos nuestros acuíferos... En definitiva, con nuestra casa que es el planeta Tierra. En medio siglo hemos pasado de generar un volumen asumible de residuos, a no saber qué hacer con nuestra basura. Ocurre lo mismo que con la muerte, no queremos tenerla cerca. El difunto, lejos de nuestras casas. La basura, lejos. Incluso la mía propia, la que genero sin control: tetrabriks, bolsas de plásticos, restos abundantes de comidas que no aprovechamos, latas, envolturas de plásticos de mil y un productos.

Es muy común decir que no tenemos la culpa de todo esto, que nos obliga el sistema, el mercado. Sí. Sin embargo, pensemos en la frase: "piensa globalmente, actúa localmente" atribuida al activista Patrick Gedbes. Si la hacemos nuestra tal vez la idea de respetar el medio ambiente vaya cambiando. Respetar el medio ambiente empieza por respetar nuestras calles, campos, veredas, contenedores, por generar la menor cantidad de basura posible, sin grandes heroísmos, reciclando comida, papel, vidrio, ropa…

No podemos ahogarnos en nuestra propia mierda y cuando hablo de mierda estoy hablando de residuos de todas clases como los electrónicos (En 2019 en el mundo se generaron 53,6 toneladas métricas) la ropa que compramos y tiramos por la tiranía de las modas; los muebles que cambiamos igualmente y un sinfín de productos superfluos. Es hora de crear conciencia sobre nuestras basuras antes de que sea tarde.