Los cuentos se están acabando, están muriendo, desapareciendo de la vida de las personas. Es una pena muy grande que deje de existir ¿para siempre? algo que ha acompañado a la humanidad desde la noche de los tiempos. Pero ¿quién está cometiendo el horrendo crimen de matar la literatura oral? ¿La televisión? ¿El ritmo trepidante de la vida actual? ¿La reducción del tamaño de las familias? ¿La vídeoconsola? ¿Internet? ¿O todo eso y más? En los hogares no hay quien cuente cuentos ni quien tenga tiempo ni ganas de escucharlos. En los campos ya nadie canta detrás de un arado porque no hay ni era ni mulos ni parva ni bielgo ni trigo que aventar. En las fuentes nadie llena cántaros ni lava ropa al son de unos cantares.

Lo que sí hay es quien ame los cuentos, los guarde, los mime. Una de esas personas es la fontaniega Lola Flores, coleccionista de cuentos y cantares, "arqueóloga" de la literatura oral, compiladora de narraciones capaces de evocar un universo rebosante de encantamientos, pócimas milagrosas, héroes, lámparas y espejos mágicos, hadas madrinas, princesas y príncipes encantados... "La puntilla a la literatura oral se la dio, en los años 70 y 80, la televisión haciéndose la reina de los hogares", sostiene Lola Flores, profesora de Lengua y Literatura en el instituto de Fuentes hasta su reciente jubilación.

La literatura de tradición oral es la madre de la escrita y ha acompañado a los humanos desde las cavernas hasta los rascacielos, desde los primeros nómadas hasta los recalcitrantes del sofá. "Los cuentos han sido siempre una herramienta pedagógica de primer orden, han transmitido valores y conocimientos", subraya Lola Flores. "Había muy pocas técnicas de transmisión de información y de valores más poderosas que la literatura oral. Desde muy pequeños, niños y niñas sabían lo que estaba bien y lo que estaba mal gracias a los cuentos".

Los cuentos pasaban de una generación a otra, sin apenas variaciones. Aunque había quienes los adaptaban a su realidad y a sus intereses. Muchos tenían una finalidad ejemplarizante, otros un objetivo aleccionador y no pocos eran los que buscaban atemorizar con monstruos horrendos y sanguinarios. La educación pública ha sustituido la función pedagógica de la literatura oral, la televisión ha dejado al cuento sin su papel entretenedor y los videojuegos le han arrebatado el poder catártico de la violencia y del terror.

La otra función importante de la literatura oral era matar el tiempo durante las tardes interminables de lluvia y frío del invierno. Cuentos al amor de la lumbre. No había otra cosa que hacer más que avivar la candela y entretener a la patulea con historias míticas. Todos conocían fábulas, leyendas, unas fantásticas y otras terribles. Y todos sabían contarlas con un énfasis capaz de atrapar la atención de los oyentes durante horas. Dice Flores que "era vital para las personas tener cosas que contar y que cantar, bien para acompañar a los otros, bien para darse compañía y consuelo a sí mismas. Hoy nadie cuenta ni canta. Quien quiere música se conecta unos auriculares y quien quiere compañía mira las redes sociales o la tele".

Platero y yo, Caperucita Roja, Blancanieves y los Siete Enanitos, El Patito Feo, La Bella Durmiente, Cenicienta... ¿Cuántos cuentos, romances y cantares nos ha legado la tradición oral, aunque ya estén relegados al "soberao" junto con otra infinidad de trastos inútiles? Para sorpresa de su profesor de la universidad de Sevilla, Lola Flores llegó a recopilar en Fuentes unos 200. Fue cuando empezó el doctorado y el profesor Pedro Piñero le propuso recopilar y guardar la tradición oral que se conservaba en la memoria de los fontaniegos. Aquella recopilación se plasmó en el libro "El romancero de tradición oral de Fuentes de Andalucía". Lola Flores formaba parte ya de un equipo de investigación que, dentro de la Fundación Machado, investigaba el fenómeno de la literatura oral en toda Andalucía.

En 2005 llegó su segundo libro: "Cuentos populares de Fuentes", fruto de un trabajo arduo que consistió en recorrer el pueblo de casa en casa pidiendo a los mayores que le contaran cualquier historia que recordaran. Persiguió a medio Fuentes con una grabadora en mano y rescató cien cuentos. "Al principio nadie quería contarme nada, pero les pedía que hicieran memoria. ¡Ay, niña, yo de eso no sé! Habla con mi marío, me decían muchas. O habla con la vecina, que sabe muchas historias antiguas. Cuando volvía al día siguiente con mi grabadora en la mano habían recordado varios cuentos".

Lola Flores es a Fuentes lo que los hermanos Grimm a Alemania. Ahora que está jubilada, esta "cuentista" (cuanta cuentos, mejor dicho) ha empezado a rescatar las grabaciones de entonces, a grabarlas y a subirlas a su canal de Youtube. "Por lo menos, quien quiera conocerlos los tendrá accesibles y no se perderán. Digamos que me he aliado con el enemigo y uso las redes sociales para ampliar el conocimiento de este importante legado de la tradición oral", concluye. De paso, en las redes se ha reencontrado con alumnos del instituto, a lo que contaba cuentos en el aula, y ahora los tiene de seguidores en internet.

Entre los cuentos rescatados por Lola Flores está "Los Chichiribailes, que hasta entonces no había sido incluido en ninguna antología. "Los Chichiribailes" está considerado como el único cuento exclusivamente de Fuentes puesto que no ha sido encontrado en otro lugar. Lola Flores se lo cuenta a los lectores de Fuentes de Información.