No era no blanco, ni negro, ni tenía color, pero la leyenda del apóstol funcionó, igual que el chascarrillo de que el caballo blanco de Santiago era blanco. Santos guerreros hubo en la cristiandad una infinidad, pero como el patrón de las Españas, ninguno. Hubo un tiempo en el que varios Santiago marcaron la vida de los fontaniegos. La onomástica del apóstol Santiago, que determinaba el momento de la rebusca, el líder del PCE Santiago Carillo, que marcaba la pauta política, y Santiago el enterrador, que ponía el cierre definitivo al ciclo vital.

Santiago y cierra España fue la consigna del caudillo por la gracia de Dios. El caudillo bendecido por el santo patrón de las armas. Pero en Fuentes la moda de Santiago llegó realmente allá por los primeros compases de la década de los setenta. Fue en el curso académico 1970-1971, cuando varios cursos de la recién inaugurada EGB hicieron una excursión a Santiago. Entonces viajar era una rara avis, exclusiva de los ricos, a no ser que fuese para ir a la mili o emigrar. Aquel viaje a Santiago marca un antes y un después en los hábitos fontaniegos.

En realidad, en aquel viaje hijos de jornaleros no hubo, pero de alguna forma fue el inicio de una nueva era, la cual consistía en que los jóvenes de la escasa clase media fontaniega, por lo general hijos de mayetes y comerciantes, tuvieran alguna oportunidad, aunque remota, de salir por unos días de los estrechos límites del Ruedo. La excusa, cómo no, tenía que ser de carácter religioso y entre los viajeros estaban Candileta, Antonia Caraballo, Dolores Villanueva… Los impulsores fueron las monjas y el entonces director del instituto, Juan Calvente, que sumaron alumnos de EGB y de secundaria.

En aquellos años, el día 25 de julio, día de Santiago, era festivo. Festividad grande en la España “devota de Frascuelo y de María, de espíritu burlón y de alma quieta” (Machado). Larga sucesión de festividades: San Juan (24 de junio), San Pedro (29 de junio) que culminaba con la apoteosis de Santiago apóstol (25 de julio). Tres fiestas en las primerías del verano, vísperas de cosecha para unos pocos y arranque de rebusca para la mayoría. La más importante era Santiago por ser patrón y protector de España. Muerto el caudillo, el suflé de los santos se desinfló de forma notable.

Muchos alumnos cumplían los 13 años. Cursaban segundo de bachiller elemental. En junio y septiembre venían los licenciados del Instituto Francisco Rodríguez de Osuna examinarlos. Antonia Caraballo era una de las mejores alumnas del instituto, batía todos los récords de mejores notas. Aquel viaje a Santiago dejó una estela en la historia de Fuentes. Durante aquellos meses de verano no se hablaba de otra cosa y Santiago se convirtió en un sueño llamado a hacerse realidad, aunque para ello muchos fontaniegos tuvieron que esperar años. Muchas amistades encuentran su inicio en aquel viaje. Hubo otro Santiago en la memoria de los fontaniegos de aquella época, el torero El Viti, pero ésa es otra historia.

Las tierras del marqués de Cartagena, en el término de Marchena, se ponían llenas de fontaniegos en la rebusca de garbanzos. Lo hacían de noche y, a la mañana siguiente ya tenían sus kilitos de garbanzos listos para aventar. Regaban la faena con un café negro de pucherete. Aquella era de verdad su festividad de Santiago porque le servía para aliviar las penurias de medio año. Entonces el garbanzo era la comida principal de los fontaniegos. Con un kilo de garbanzos comían diez personas. Alimento barato y cundidor para quienes tenían en la emigración o en el oficio de albañil sus principales esperanzas de una vida mejor.

Las tierras de la Madre y de la Diosá eran tajos de rebusco del garbanzo para los de la hoz y el martillo de Fuentes. Otro Santiago, apellidado Carrillo, laico y revolucionario, presidía aquellas tareas de rebusco. Santo de jornaleros y pequeños mayetes que sembraban hoces para segar y martillos para soñar. Garbanzos blancos lechosos. Mantecosos. Inmejorables. La revolución del garbanzo se fraguaba a media noche, se aventaba al amanecer y se degustaba a la hora de la cena con pringá y cantos de pan. Los garbanzos, de la Llana, los melones, de los Araíllos y el trigo, de los cuatro puntos cardinales.

Santiago cerró la España franquista y otro Santiago cerró las tumbas durante años. Santiago el sepulturero tenía un hermano que emigró de Fuentes y contaba en el bar Noventa el buen tajo que había cogido en la Vilavella, donde se pegaba cogiendo naranjas desde octubre hasta el día de San Pedro, 29 de junio. Luego tenía tajo en los hoteles. En el bar Noventa sorprendía un tajo de nueve meses seguidos. Nunca en la historia de Fuentes se había escuchado un tajo tan grande para un bracero. Y luego continuar tres meses en los hoteles.

El hermano del enterrador era alto, corpulento, con el pelo blanco y ojos azules. Decía que emigró de Fuentes porque nunca quiso el puesto de sepulturero. No valía para esa tarea. Que su hermano sí valía lo ha puesto de manifiesto la saga de enterradores llamados Santiago, primero el padre y después el hijo, último enterrador de Fuentes, jubilado hace unas semanas. Santiago apóstol dejó de ser festivo. Con Santiago Carrillo acabó el esplendor comunista. El último Santiago, el sepulturero, apagó la luz al salir de la historia de Fuentes.