De repente se nos ha venido el otoño encima. Apenas sin avisar, a través de un viento huracanado y una lluvia deseada. Tiempo inestable que nos obliga a permanecer más tiempo en casa al refugio, pronto, de la mesa camilla. Un tiempo en el que la reflexión se hace más fácil, dejándote llevar por la música de fondo, esa que alivia en momentos que sientes nostalgia no sabes bien de qué. Son momentos en los que te preguntas cómo te persigue el pasado, cómo la imagen que los demás se han creado de ti, tal vez ayudados por ti misma, los lleva a creer que te conocen, viendo en ti intenciones espurias, ocultas de no se sabe qué ni para qué.

Esa creencia incomprensible hace fracasar proyectos que benefician a la sociedad en general, la sociedad donde vives, proyectos ilusionantes, sin interés personal si no es la satisfacción de ayudar, compartir y crear comunidad. ¿Es tan difícil creer que existimos personas a las que nos hace ilusión caminar juntas hacia una sociedad más igualitaria, más justa, más alegre, que sea capaz de disfrutar con la cultura sin que ésta sea un objeto de consumo que hay que pagar necesariamente.

Sí, esto que estoy diciendo es política, política en el sentido aristotélico. Acaso no es política la sanidad, la educación, la cultura, el ocio y la misma vida. Lo son porque según quien gobierne así nos va a los demás. Por eso no podemos dejar en manos de ellos, a los que votamos cada cuatro años, el devenir de nuestras vidas, de nuestro derecho.

Declaro que no sé vivir sin la ilusión de confiar en el ser el humano, en la igualdad verdadera de hombres y mujeres, que sueño, aunque a veces me cueste, con un pueblo mejor -hablo de pueblo porque este periódico va dirigido a Fuentes especialmente- donde seamos solidarios, libres de miedos y de intereses que nos aten,. Un pueblo donde sepamos luchar por nuestros derechos, ya sean la educación, la sanidad, la cultura, la igualdad... Un pueblo en el que cada una, cada uno, sea reconocido por lo que es, no por lo que tiene o pretende tener materialmente hablando.

Como dijo Marcuse, seamos realistas, pidamos lo imposible.